¿Qué fue antes? ¿De verdad hay que creer en la teoría del huevo y la gallina? Bueno, tal vez sea mejor escribir por cuenta propia la historia y no hacer de ella un fraude, como ha hecho Iván Ferreiro con “Val Miñor — Madrid: Historia y cronología del mundo” (Warner, 2013), un álbum que bien podría ser un tomo enciclopédico en el que los sucesos históricos son dados del destino y los textos sus acólitos testigos. Se antoja largo, pero para apreciarlo mejor convendría mezclar fluidos y entender, sin dramas, lo que atañe el sistema solar.
Hay una frase en “Un mundo feliz” que dice que “sólo se puede ser independiente de Dios mientras se es joven y afortunado”. No sé si por el estilo “creacionista” del disco podrías sentirte identificado con la frase.
Podría ser, sí. Puede ser que esté de acuerdo. Pero bueno, incluyo el “estar joven” en que uno puede ser joven y afortunado a los ochenta y cinco años. Creo que realmente es una actitud ante la vida. La suerte ayuda mucho para casi cualquier cosa. Cuando uno siente que tiene suerte, se arriesga más y consigue más cosas para desafiar a Dios en todo momento.
Y con un álbum tan vitalista como el que tenemos, supongo que no será una tarea complicada. La suerte empieza por el estado anímico de cada uno.
Sí, es un poco eso. Y que también creo que las actitudes positivas ayudan a tener buena suerte. Existe la suerte, por supuesto, pero es más fácil tenerla cuando estamos contentos y tenemos una energía buena.
Bueno, “Picnic extraterrestre” contenía bastante negatividad en su interior. Diría que era un poco más amargo.
De alguna forma, Amaro y yo hemos ido haciendo discos y nos han ido pasando cosas, reflejando lo peor de lo que nos iba pasando de alguna manera. Hubo un momento en el que la amargura y la pena estaban dentro, pero estábamos muy cómodos ahí trabajando con eso. En “Picnic extraterrestre” había una alevosía a que existiera hasta una cierta incomodidad en el sonido. Ya no solo se trataba de una cuestión de lo que estaba contando, de la letra, sino que había también una incomodidad sonora. Cuando había que tirar para arriba y meter un solo, utilizábamos un Mellotron con una flauta súper naïf. Estábamos jugando a escribir un mundo desde una forma muy bestia con la mirada implacable de ver a los demás y de verse a uno mismo. Era crudo y amargo. Estábamos aceptando las cosas malas que nos rodeaban y tratando de llevarlas adelante. En el fondo nos sentíamos unos putos marcianos todo el rato. Estaba reflejado en el disco y lo necesitábamos, pero nos agotaba ese ejercicio de tensión.
Pero “Confesiones de un artista de mierda” sirvió de válvula de escape, ¿no?
Cuando hicimos “Confesiones de un artista de mierda” fue para liberar tensiones, pero también para disfrutar de lo que somos, de lo que hacemos y para mirar hacia atrás. Y, de paso, nos hacemos una gira en acústico para estar Amaro y yo solos otra vez, como cuando girábamos con Rai Doriva. Volver a tocar los dos y construir las canciones desde cero y recordarnos a nosotros mismos lo que tenemos en cada canción. Eran conciertos fáciles porque estaba tirando de todo mi repertorio y porque sabía que íbamos a contentar al público. Mientras íbamos mejorando en eso, también escribíamos. Era centrarnos en canciones bonitas para dejarnos de conceptuar las cosas y también para dejar un rollo en el que salía tanto lo bueno como lo malo. “Picnic extraterrestre” tiene también cosas muy bonitas y hermosas, pero siempre están al lado de un gran pedazo de mierda. Hay un contraste todo el rato que no es cómodo.
¿Cuál fue la primera canción que nació de ese proceso?
‘Chainatown’, que es una canción que parece estar también bajo el rollo sombrío aunque luego acaba bien. Yo tenía toda esa primera parte medio cabrona todo el rato hasta que Amaro llegó y me indicó qué parte faltaba. Trabajamos muy bien juntos. Lo siguiente ya fue ‘El resplandor’, y desde ahí, seguimos con ‘La luz’, porque verdaderamente lo estábamos pasando muy bien en los conciertos yéndonos a tocar los dos solos en sitios pequeños. Empezábamos a disfrutar otra vez. Tocábamos toda la semana, llegábamos a casa y el domingo ya estábamos quedando para la semana siguiente. Y a la vez, quedábamos con Leiva para ver qué hacer con tal canción, luego se pasaba por allí Nico Pastoriza… Es un disco hecho en un ambiente en el que la gente quiere estar contenta.
Mi teoría es que “Val Miñor — Madrid: Historia y cronología del mundo” es en cierto modo como “Canciones para el tiempo y la distancia” visto con los años y también por su creación, pues cuando Piratas dijeron adiós empezaste a girar con tu hermano también.
“Canciones para el tiempo y la distancia” era más melancólico, de alguna manera. Tenía su fuerza, pero estaba en medio el abandono y se echaba de menos algo. Un poco descolocado. Ese disco funcionó muy bien porque era muy sencillito. Después llegó “Las siete y media”, que era un disco triste. “Mentiroso, mentiroso” era algo más teatral, pero también tenía algo de desencanto y de aceptación de las cosas. Y directamente, en “Picnic extraterrestre” nos volvemos agrios. Fue una bajada a ciertas cosas que queríamos y que nos iban pasando también. Y no sé, con “Val Miñor — Madrid: Historia y cronología del mundo” es empezar desde arriba otra vez, desde la luz.
Al igual que uno comparte con el público una canción amable, ¿también comparte su propia mierda (entiéndase como canción triste)?
En el fondo somos especialistas en eso. Sí que sabíamos qué cosas eran las que nos dolían para dotarles de una cierta belleza y emoción que pudiera servirnos para sentirnos más cómodos. En cambio, se nos hacía complicado hacer un disco alegre. Era algo que teníamos ahí porque en el fondo disfrutábamos haciendo nuestros discos, como también la gente lo disfrutaba. Teníamos muchas ganas de hubiera alegría. Había que intentarlo, pero íbamos acojonados.
¿¿Os acojonaba hacer feliz a la gente con un disco alegre??
No, nos acojonaba hacer canciones alegres. El disco que hemos hecho ahora nos parecía más difícil, aunque al final no nos ha costado tanto. Pero siempre que intentábamos no hablar de las cosas malas, acabábamos rozando un límite difícil, haciendo que las canciones nos quedaran un poco ñoñas. Es que incluso me parece difícil hacer canciones alegres a nivel técnico. Sé que no me habría costado llegar en caso de haber querido hacer algo melancólico, pero algo alegre me cuesta un poco más.
Eso desde luego se ve en la canción ‘Pájaro azul’ por esa frase que dice “ni un paso atrás. La libertad se esconde en la música”.
Sí. Además, ‘Pájaro azul’ es una canción que hicimos con el final de otra. Estábamos grabando una canción que tenía Amaro y se me ocurrió una melodía que era justo la de esa parte que tú dices. Medio en “espanglish” empecé a cantarla porque no sabíamos qué meter. Nos gustó tanto que empezamos a hacer una canción de ese trozo, que era ‘Pájaro azul’, aunque le pusimos ‘Martiño’. A lo mejor rehicimos la letra como unas seis veces en una semana. Hasta tal punto, que la letra, en un momento dado, parece que no cuenta mucho. Pero claro, también tengo datos de las otras seis letras y ya no lo recuerdo bien puesto que eran totalmente diferentes. La misma canción queriendo contar lo mismo con seis textos diferentes, vaya. Al final, y después de todo, juntamos lo que teníamos de todos los textos. De hecho, lo que tú has seleccionado pertenece a la primera versión, pero nos pareció súper cursi porque estaba rodeado de otras frases. Como no estábamos convencidos, hicimos luego otra que nos pareció demasiado dura. Tampoco nos sirvió la que hicimos intermedia, así que decidimos rehacer las tres cursis y juntarlo con lo demás. Ciertas frases con “libertad” son complicadas, pero si son con “música” son frase que podrían estar utilizando los cantantes melódicos.
Respecto a eso, leí una frase que decía que “la música, cuando se hace bien, es una máquina de comunicación imbatible”.
Estoy de acuerdo. Y ya no lo digo por la mía, sino por la música en general, porque es un mensaje muy potente el que tiene. Hablando de la música instrumental también, es obvio, pero si pones algo bonito en algún lugar, sabes que le va a llegar a todo el mundo. Y por otro lado, puede llegar un tío como Van Morrison o como los Red Hot Chili Peppers y tocar para un público que no entiende una mierda pero que al final salen flipando y cantando del concierto absolutamente emocionados. No te digo ya cuando alguien puede entender un texto, como puede pasar con una canción buena de Calamaro. Andrés Calamaro me puede reventar el día o me lo puede levantar con dos frases y una melodía. Eso es algo muy potente y mágico.
Hablamos de un disco con un título irónico porque a ver cómo cuentas tú la historia del mundo. Aunque bien mirado, Dios hizo el mundo en seis días y al séptimo descansó.
(Risas) Era irónico todo el rato. Nos gustaba la idea de que alguien decida poner todo el saber que hay de la humanidad en un tomo o en una enciclopedia. Ese rollo de recomponer al ser humano me fascina porque vivimos en un mundo de comunicaciones. Y ahora, cuando necesito leer un libro, voy, lo busco y ya lo tengo en mi Kindle. Ahí se concentra la sabiduría humana, a nuestra puta disposición. Me impacta que eso venga de gente como los romanos, donde un “pavo” se ponía a escribir una guerra entera para que quedara ahí guardada. Y en el siglo XX, tipos como Asimov, que hacen la “Historia y cronología del mundo”, estudian como animales creando historias increíbles. Pues eso es lo que pretendía. Quería que esa historia contuviera cualquier persona que no tuviera ni puta idea de nada.
¿Te refieres a ti mismo?
Claro. Alguien que viva en un pueblo como Val Miñor que vaya a contar todo lo que sabe sobre eso. La idea del disco era esa. En el fondo quería únicamente una historia para contar lo que está pasando ahora mismo. Me da igual lo que pasó hace seis meses porque te voy a contar lo que está pasando ahora mismo, porque es la historia y cronología del mundo para mí, el único mundo que yo percibo y el que veo. Ya sé que Marte está allí, pero no interactúo con Marte. No tengo que ir y bajar en una nave. Puedo ver la luna y las estrellas y convivo con ellas, pero no convivo ni con Marte ni con Saturno. Sé que existen, pero mi vida, al final, es lo que estoy viendo ahora, que es a ti. Mi vida es lo que hay y el mundo es lo que estoy viendo ahora mismo. Pues es eso lo que utilizamos en el disco, como también referencias a películas en los títulos. Algo que indique que está hecho desde la casa de cualquiera porque Val Miñor puede ser cualquier sitio del mundo que tú quieras. Val Miñor es mi casa, pero Madrid también lo es. No nací en Madrid, pero tampoco en Val Miñor, sino en Vigo, aunque voy más bien poco.
Recuerdo haber hablado contigo hace tiempo, durante la época de Piratas, y me comentaste que no te conocía mucha gente en Nigrán.
Pero eso fue algo que cambió desde “Canciones para el tiempo y la distancia”. Casi todos los vecinos nos conocemos, aunque tampoco es tan pequeño el sitio, no te vayas a creer, pero estoy seguro que cualquier persona acaba siendo el primo de alguien.
Puedo jugar con las dos ciudades y compararlas como se comparan dos personas en ‘Alien Vs Predator’. Alien es Val Miñor, pongamos Nigrán, y Madrid es Predator, una ciudad depredadora.
Ahora que lo dices, me gusta la comparación que haces, pero ‘Alien Vs Predator’ habla más bien de lo que hay entre el público que con los lugares. Me refiero a que, si le buscara un rollo metafórico, tendría que ver con cómo quiero relacionarme con el público.
De ahí que sea un dúo.
Exacto. Además, un dúo en el que tuviera que aparecer Julieta Venegas. Lo escribimos pensando en ella. Tenía que ser su voz y su forma de cantar. Algo realmente exótico y sexy que acompañe a esta chulería que estamos metiendo porque es una canción demasiado obvia para lo que solemos hacer.
Ya de por sí la producción de Ricky Falkner suena a años setenta, con un teclado que me recuerda al sonido “clavinet” del ‘Superstition’ de Stevie Wonder.
Efectivamente. Hay mucho de eso porque queríamos mucha sensualidad y también mucho amor. Espero que sea un álbum para los que están enamorados y también para los que quieren estar enamorados… y para los que no quieren estarlo, que también tengan ganas de estarlo. Es un poco cursi lo que te estoy diciendo, pero es que es lo que quería hacer. Creo que jugamos con todos los topicazos que existen sobre el amor. No sé si se habrá notado mucho.
Se entrevé, pero no es tan evidente.
Eso espero, tío (risas).
Diría que es más bien erótico. Tiene una carga sensual muy fuerte.
¡Eso es! Es que es un disco sexy. No quiero decirlo mucho, pero la idea es despistar. Date cuenta que dentro del disco hay un juego, pero en realidad se trata de un disco para follar como un cerdo. Eso sí, con amor. Contando lo que contamos, existe el amor platónico, pero también hay mucho de follar. No es un disco de amor para un hermano o para una madre, sino para alguien al que te quieres follar todo el rato, exactamente a esa persona. Va de eso. Pero cuidado, nada de follar en la calle y fuera, sino follar de puta madre con esa persona en concreto. Lo teníamos clarísimo y ahí fue cuando entró Ricky Falkner a “full” jugando con los ritmos y el bajo. Hay momentos realmente muy sensuales donde estallan los fuegos artificiales. La banda de Ricky ha hecho un curro espectacular.
Son el lubricante.
Sí, sí, hay momentos en los que hay mucha grasa. Joder, es que queríamos eso: un disco para follar.
¿Sigues tiendo como ideal femenino a la princesa Leia?
(Risas) No, la verdad es que no. Me he dado cuenta con los años, y con todas las relaciones que he tenido, que no me gusta nada concreto. Me da igual cómo es una mujer cuando me gusta. He tenido mujeres más grandes, mujeres más flacas, con caras y cuerpos distintos… y ahora mismo, el ideal femenino, es el ideal de mujer que tengo ahora. Es curioso, porque hace unos años sí que pensaba que me gustaba un tipo de mujer en concreto, pero con los años me di cuenta de que no era así.
Igual que con la música, ¿no?
Totalmente. Es exactamente igual que con la música porque cada vez es menos concreto lo que me gusta y es más claro lo que sí me gusta y lo que no. Mira, hace menos de un año fui a ver a un grupo —al cual no mencionaré- que escuchamos tanto mi hermano como yo. Lo he puesto varias veces y no acababa de disfrutarlo nunca, así que me fui a un concierto de ellos, pero estando allí me di cuenta de que no podía soportarlo. No podría decirte una razón exacta, porque es un grupazo y no tienen nada de malo, pero me di cuenta de que no podía soportarlos.
Pero…
Y no es ni por las canciones ni por la voz, sino que escuché tres canciones y ya estaba hasta la polla, de la misma manera que puedo estar hasta la polla del helado de frambuesa. Sé que puedo estar hasta la polla del helado de frambuesa pero sé que está bueno. En cambio, me pones un buen helado de chocolate y puedo “bajarme” un litro entero. No te diré que me da asco, pero primero quiero probarlo. También me puedes dar un batido de fresa y ser el tío más feliz del mundo. Por eso te digo que con el tiempo he ido sabiendo que es lo que más me gusta.
¿Se puede decir que tuviste una epifanía en ese concierto?
No, sino que ha sido algo que me vino poco a poco. Ya fui sabiendo que no era buena idea (risas). De todas formas, epifanías tengo pocas. Lo que más me gusta de lo que me va pasando es que estoy con mi hermano y con mucha más gente, acompañándonos, y dándonos cuenta poquito a poco de las cosas que nos van pasando. Hace rato que no tenemos prisa, sobre todo desde que escribimos un montón de canciones que hablaban de nuestro sufrimiento y llegamos a este punto en el que hablamos de nuestro propio placer, que es una cuestión de calma y de que cada cosa tiene su tiempo.
Eso se refleja muy bien en el disco al ser tan largo.
Sí. Es un disco largo porque nos tomamos nuestro tiempo, algo que hacía mucho que no nos pasaba.
Cada canción dura casi cuatro minutos, más o menos.
Nos quedo larguito, desde luego. Pero es que teníamos que contarlo así. Recuerdo que “Canciones para el tiempo y la distancia” duraba, creo, treinta y cinco minutos. Y “Las siete y media”… ¿Veinte minutos? (Risas).
Bueno, como dice la canción de ‘El fin de la eternidad’: “Todos los finales son fatales si no sabes qué vendrá”.
Si te fijas, esa canción ya está entre los dos bonus-tracks, y a propósito, porque los dos bonus-track tienen temáticas distintas. No sé si has leído el libro de ‘El fin de la eternidad’. Trata sobre un tío que viaja en el tiempo, desde el siglo XXI hasta el siglo cincuenta mil haciendo ajustes en las cosas para que haya un bien común. Realmente hay una lección que te dice que no hay que preocuparse por la dirección por la que va el bien común, sino que el ser humano tiene que ir hacia delante. O sea, no pasa nada si la cagas ahora, todo va a acabarse porque hay un principio y un final. Si se acaba una cosa puede empezar otra en el mismo sitio. Siempre hay oportunidades. Creo que parte del lado sexy del amor (o del amor) tiene que ver con esa conciencia absoluta de que tiene que haber un fin, que es lo que te da la urgencia. Mientras que con el trabajo vas tranquilo, con el amor vas rapidito porque tienes la urgencia de estar con esa persona. No sé por qué, pero seguro que la muerte y el fin tienen que ver en todo eso.
Texto: Carlos H. Vázquez.