Fría y lluviosa mañana en Madrid. El cielo encapotado puede ser un techo idóneo que ayuda a crear un ambiente más propicio para ciertas charlas y cuestiones. Nacho Vegas (Gijón, 1974) acaba de editar “La zona sucia“, un plástico que dista con los trabajos anteriores en lo que a densidad se refiere. ‘La gran broma final‘ es el ejemplo que explica la temática del disco recorriendo así su espina dorsal: la ruptura. A pesar de eso, contiene otra cara, otro modo de ver diferentes situaciones e historias. Volver a levantarse cuando no se creía que nada (ni nadie) podía ya derribar hasta la más protegida de las fortalezas. Los cambios de registro han venido a ser la tónica general de este esperado artefacto, un último álbum de enorme factura al que no le sobra ni le falta nada, ya sabe… sin aditivos artificiales. Nacho Vegas habló del amor, de hacer las cosas con cariño y de las cosas secretas que caben en una canción, así como de la pasión en la música y sus vicisitudes satisfactorias con la autoedición con Marxophone, la iniciativa que ha llevado a cabo con otros compañeros como Fernando Alfaro o Raül Fernández. Romanticismo al fin y al cabo.
Buen día para hacer una entrevista y buen día también un catorce de febrero para poner a la venta un disco.
Si, si. Estaba todo planificado, tenía que salir ese día.
Prácticamente, todas las canciones que hay en “La zona sucia” tienen algún trasfondo sobre el amor. Todas, salvo el cierre ‘El mercado de Sonora’. Bajo mi propia observación, veo e intuyo que hay más de un amor aunque el fin en ambos haya sido la ruptura. Véase ‘La gran broma final’ o ‘Taberneros’ ¿Te consideras un romántico aunque sea a tu manera?
No se si especialmente romántico, pero bueno, si, un poco. Para hacer canciones hay que ser un poco romántico. Al que le guste la música en general. A veces las canciones juegan con los recuerdos, con sensaciones de pérdidas y con sentimientos de añoranza. Siempre tienen ese lado de romanticismo, aunque sea trágico. Pero depende.
Algo que se puede apreciar de manera clara en este último trabajo es que las canciones no son tan densas como en anteriores álbumes. Las canciones van desnudándose cada vez más y los textos no son tan crípticos.
Cierto. La verdad es que hubo un momento en el que me apeteció podar bastante las letras, dejarlas en la esencia, hacerlas menos crípticas también. Más directas y más esenciales. Para mí, al hacer las canciones tiene más importancia que vas a saber quitar, lo que le sobra a una canción o la letra, que de lo que tienes que ir poniendo o corrigiendo. En las letras soy muy de corregir y de ir dejándolas en eso, en la esencia. Tenía en la cabeza el huir de las letras un poco crípticas.
De hecho, has dicho que las canciones son necesarias pero no son útiles.
Si, para mi las canciones son inútiles, totalmente. Las cosas importantes de la vida son así. Son cosas necesarias pero es que no tienen ninguna finalidad práctica. El amor mismo es así. A nadie le sirve de nada enamorarse, porque no te enamoras para “algo“. Te enamoras porque lo sientes y sientes la urgencia, puede ser algo necesario e importante, pero es completamente inútil.
¿Crees que puede ser urgente enamorarse pero inútil a la vez?
Claro. Nadie se enamora para algo. Quiero decir que el amor no es funcional. Otra cosa es que luego eso te lleve a que tu vida sea un desastre o a que tu vida sea muy plena…, pero eso no es una utilidad que sea intrínseca. Lo que pasa es alguien puede utilizar una canción y le puede haber salvado la vida porque estaba en un mal momento o estaba triste en su día. Pero eso no quiere decir que la canción sea funcional. Es un principio y fin en si misma a la que luego le puedes dar una utilidad posterior, pero en realidad cuando la haces hay un “porqué“, una razón muy poderosa, pero no hay un “para qué“. Por eso digo que no son útiles. Además, es que no me acaban de servir para nada, no solucionas nada con una canción.
¿Son entonces una forma de liberación?
Si, son lo más parecido a eso. También tiene algo de catártico. Y ya no solo escribirlas, sino de escucharlas, son una manera de sentirte libre, comprobar que estás bien y de celebrar la vida. En ese sentido si que son una liberación.
Ya que mentas esto. En la canción ‘Incendios’ -como en otras canciones anteriores a este long play- hablas de arder y apagarse. ¿Para ti es mejor quemarse que apagarse lentamente?
Pues no se que es mejor. Depende. Lo que creo que es importante de que te apagues de golpe o haciéndolo lentamente es aprender a volver a arder. Podría decir que eso es un poco la temática del disco, que todas las cosas se te puedan venir abajo, aunque pensabas que eran muy fuertes, pueden volver a reconstruirse… o pueden volver a caerse. Es todo un camino un poco a lo Sísifo. Subes y bajas… así vas haciendo el camino.
Y así vendría a dividirse todo el disco, la parte temática del amor, con la que acabamos de tratar, ese resurgimiento. Exactamente, la canción que vertebra esta división es ‘Taberneros’.
Si, y no es algo premeditado. Tampoco era consciente de ello. Cuando acabo los discos hay canciones que no se muy bien que es lo que tienen en común y las tengo un poco desordenadas hasta que no las oigo en una premezcla. Por lo menos algo así, no me doy cuenta que sentido pueden tener en un disco. Pero siempre pienso un poco en el principio del disco y en el medio. […] Una canción como ‘Taberneros‘, que articule las dos mitades. Sin saber muy bien si esas mitades van a tener sentido entre una y otra, si son diferentes o si son similares. Y en este caso fue así. ‘Taberneros‘ fue la pista para ir secuenciando el disco. Pero esto me lo dijo alguien y no lo había pensado. Es algo con lo que me encuentro al final, que las canciones se ordenan de alguna manera.
¿Sientes inseguridad cuando finalizas una canción?
Siempre. Forma parte de esto, y eso algo que asumo. Además, yo tardo mucho en acabar las canciones, no soy de esos a los que le salen en seguida. Es esto que decía Lennon, que si tardas más de veintiún días en escribirla es que no es buena. Igual el que termine antes de veintiún días acaba contento, pero yo tardo mucho en hacerlas. Puedo tardar meses en darlas por terminadas, voy corrigiendo mucho… aunque tenga la idea ahí, pero las canciones van madurando y entonces en ese proceso yo he asumido que hay días en los que tienes que lidiar un poco con el desánimo y el bajón, en los que te parece una mierda la canción, con días en los que te parece la hostia. Generalmente no hay término medio. Para hacer los discos también hay que aprender a manejar un poco los momentos de desánimo. Es algo que asumo, como que forma parte de esto.
¿Y podría ser también que sin ciertas vivencias no te saldrían ese tipo de canciones?
Hago canciones con cosas que conozco, que he vivido, que las he observado muy de cerca…, porque las cosas que mejor conoces son la materia prima para hacer canciones. Pero es más importante el observar y mirar las cosas bien, aunque sean cosas muy cotidianas que no son nada extraordinarias. Ahí puedes tener un montón de canciones, un álbum entero. Eso es más importante que tener vivencias muy extremas, que pueda ser una materia prima que la coges y la pones en una canción. En realidad es extraer lo extraordinario de lo cotidiano.
Incluso un mismo tema puede verse de mil maneras distintas.
Claro, de hecho uno está siempre dándole vueltas a la misma canción, pero esa canción al final no es la misma, porque puedes mirar el tema de diferentes maneras o simplemente porque esa misma canción no la haces igual con veinticinco años que con treinta.
Destaco —referente al modo de ver una canción- los coros en ‘Perplejidad’ o en ‘Lo que comen las brujas’ donde juegas con coros infantiles, que recuerdan a los que hay en “My body is a zombie for you” de Dead Man’s Bones o los que utilizó Leonard Cohen en algún momento. ¿Con todo esto vendrías a dar a entender la mirada limpia de los niños contra la visión tóxica de los adultos?
Si, es algo así. Siempre que oigo a los niños tengo esa sensación con el contraste de las voces adultas. A lo mejor no es tanto ese contraste como que simplemente ya en una canción le da algo de pureza a la canción.
O de inocencia.
O de inocencia, si, mejor dicho. Me he dado cuenta que en las canciones en las que meto coros de niños hablan de eso, de una especie de la pérdida de la inocencia. Compruebas que existe esa inocencia en los niños pero que en los adultos no está porque ya la hemos perdido, y que no hay manera de recuperarla. Pero siempre digo que para hacer una canción tienes que tener algo de inocencia, tienes que saber preservarla en todas las canciones, no volverte un cínico. En ese sentido hay algo infantil, es algo tan natural… el cantar es como el habla, que tiene algo como muy primigenio.
Infantil que no ingenuo.
Totalmente.
La densidad que contiene la “La zona sucia” está concentrada en ‘El mercado de Sonora’, con ese ambiente tan denso, casi como de película de terror. Recuerda quizá a Neubauten o a los canadienses Timber Timbre. Es una composición muy distinta a lo que se encuentra a lo largo del álbum.
Es verdad que es una canción distinta. No se, cuando la estaba haciendo tenía en la cabeza el modo en el que quería que sonara y el tipo de arreglos. Generalmente, los arreglos de la producción dejo que los hagamos entre todos; los músicos hacen sus propias lecturas de la canción y vamos hablando de ellos. Pero tampoco dirijo demasiado. […] En este caso la tenía en la cabeza y bueno, cuando me di cuenta que se quedaba un poco fuera y que rompía un poco con el resto de canciones del álbum pensé en dejarla fuera para un futuro Ep, pero la otra opción era que cerrara el disco, que llevara esa tónica. Está bien que exista ese contrapunto. Es una canción que también esta bien integrarla en el repertorio de la gira que estamos preparando ahora y quizá, como destaca bastante quería que estuviera en el disco por eso.
Acabas de nombrar ese Ep. Una pieza conocida pero que todavía no ha visto la luz en un disco es ‘Marquesita’, me consta que aparecerá en ese Ep de 10″.
Creo que si porque esa en concreto está premezclada y acabará entrando. Imagino que si.
Se nombra el vinilo y especialmente, “La zona sucia” está pensado para encajar en el concepto de este formato. ¿Qué te parece esta especie de resurgimiento del vinilo?
Por un lado está bien. Bueno, en los años de bonanza de la industria impusieron el CD como soporte único dejando el vinilo totalmente relegado y que solo era una cosa que fabricaban algunos sellos muy especializados y hubo un tiempo en el que nadie fabricaba vinilos. Ahora con las crisis del CD, una de las cosas que tiene es que se haya reforzado el mercado del vinilo. Aunque te pegan unos clavazos por el vinilo que no son normales [risas]. Pero bueno, tienes ahí reediciones buenas, y las tiendas así de discos de segunda mano también lo tienen un poco mejor que otras tiendas de discos que están cerrando, entonces creo que es algo bueno. […] También me gusta el formato CD. Me gustan los dos formatos. El sonido del vinilo —siendo una grabación analógica- tiene una calidez especial que no te da el CD, pero también tiene muchas limitaciones, como de rangos de sonidos o de comodidad, simplemente. Además de que no todas las canciones suenan igual, porque yo me enteré -mientras hacíamos el mástering del disco- que las últimas canciones de cada cara suenan un poco peor que las primeras porque el surco tiene menos recorrido, entonces suelen poner las canciones menos cargadas de producción. Las más acústicas están al final de cada cara. Por eso me dijeron cuando hice el mástering que yo lo había hecho al revés, porque puse ‘Taberneros‘ y ‘El mercado de Sonora‘, en ese momento cambiar el orden iba a destrozar el invento del disco [risas]. Sacaremos el vinilo con el CD. Luego está lo de las 10″ que es una cosa que me apetecía mucho, tengo algunos discos así. Además de que es muy bonito.
De hecho prefieres que la industria trate con cariño tanto a la música como al músico, así como al consumidor.
Si, es que además cuando pienso en esto, en los discos y en las ediciones que hacíamos, luego pienso en… es que claro, yo no se pensar en el público. Pensar en el público no te da derecho a saber que quiere o que no quiere la gente, pero yo si pienso en mí como alguien a quien le gusta escuchar música y como comprador. Soy fan de la música antes que músico. Entonces si haces las cosas con cariño, la gente lo comprará con cariño. En realidad uno de los males que ha tenido la Industria es que ha ignorado y ninguneado mucho al comprador. También a la música en general, pero especialmente a la gente que compraba discos, porque te imponían el CD con el formato más cutre del mundo a veinte euros, cuando en realidad el CD es una cosa súper barata de fabricar. Es un engaño que al final están pagando. Hay una especie de justicia en todo ello.
Y has editado este último artefacto bajo licencia Copyleft o Creative Commons.
Hoy en día y tal y como está cambiando todo con los nuevos canales de distribución, como Internet, que es algo natural. No se, no tengo ni una respuesta ni una solución para todo el conflicto este que hay con lo de la música y las descargas, pero el negocio tal y como está entendido se está acabando. Me imagino que dará lugar a otro y que tendrá que adaptarse. […] Claro, que los que lo tenían muy bien montado ahora estarán temblando, pero tienen que saber adaptarse al nuevo mundo, a las nuevas tecnologías, al mundo donde todo se puede copiar, es algo muy bueno el que se pueda copiar todo. Al final con eso puedes llamar la atención un poco, y en este caso, con la licencia Creative Commons es más importante compartir música que hacer negocio con ella. Pero es que además, tampoco es incompatible porque en realidad tu música llega a más gente, puedes hacer conciertos, que eso es lo importante. Pero lo que siempre digo: el mercadeo con la música es algo que me echa para atrás. […] Algunas cosas como con las licencias libres implican a gente para que puedan mercadear de cualquier manera o sacar dinero con cualquier escucha de tu música, porque en realidad la música la haces primero para que llegue. Antes, las canciones tradicionales y la música popular se transmitían oralmente con la gente cantando en los pueblos, y ahora pues está Internet con lo que se puede transmitir de un pueblo a otro en segundos. Y eso es bueno, pero cuestionarlo es ridículo.
No tendrás la respuesta ni la solución, pero si hay una buena herramienta que en este caso es la creación de Marxophone.
Si, aunque lo que hacemos en Marxophone no deja de ser el trabajo que puede hacer un sello pequeño. En realidad es un colectivo, en la oficina y los que editamos las cosas con Marxophone, que corremos un poco con los riesgos. Incluso la autoedición es muy antigua, más antigua que los sellos discográficos. Pero creo que la crisis de la gran Industria ha conseguido restituir un poco el orden de cuando la cosa no era tan grande. Es mostrar ese lado más humano de los músicos y de la gente que hace las cosas con pasión, de manera vocacional… que no sea todo parte de una Industria del ocio y del entretenimiento. Y eso si que es algo bueno y que yo creo que por ahí si puede estar el principio de la solución.
El principio de la solución viene a desembocar a lo que antes hemos tocado nada más empezar, al romanticismo.
Si, es eso. Hacer esto así, de esta manera tienes que ser un poco romántico. Lo contrario de ser romántico es ser un cínico.
Bueno, pero el amor lo cura todo. Como dijiste alguna vez.
Pero he dicho tantas gilipolleces… [Risas]. Lo cura todo pero también lo jode todo.
Entrevista realizada el 16/02/2011 por Charly Hernández