Juan Manuel Álvarez Puig -el hueso que hay detrás de la carne de Shuarma- eviscera su propio universo para mostrar el paso del tiempo en “Grietas”, su tercer disco en solitario desde que se disolvieran Elefantes. Un trabajo bastante hostil porque así lo piden los tiempos y porque .a experiencia se comporta de manera tenaz hacia la trayectoria de toda una vida.
“Grietas”, un título que viene a marcar el desgaste de la vida, ¿verdad?
Sí, por supuesto. De alguna manera, una grieta sale en una pared que lleva tiempo sujetando un peso. De eso habla el disco, del paso del tiempo y de verlo como algo positivo. Siempre lo valoramos como algo negativo, cuando el ir acumulando grietas significa que hemos vivido experiencias que contar. Creo que hay pequeños accidentes que deja el tiempo: grietas, una mancha de humedad…
…o las arrugas de la piel.
Exacto. Podemos verlo como algo bonito en lugar como algo malo. Estamos acostumbrados a verlo algo peyorativo, pero hay una lectura muy positiva si la quieres ver y si la sabes ver.
Incluso hay un poso marcado de violencia. ‘Llueven piedras’ viene a hablar de lo que está ocurriendo a día de hoy (socialmente hablando), pero no deja de ser un título violento.
Bueno, hay agresividad y hay actitud, en realidad. Con todo lo que está ocurriendo no me sale el sonreír en la foto y decir que todo está de puta madre. Estoy rabioso y estoy jodido con todo lo que está pasando. Me parece muy fuerte toda esta gente sin trabajo, familias desahuciadas… y ver a nuestros políticos, sin importar A o B. En definitiva, no tenemos políticos que nos representen. Se representan a ellos mismos y en un beneficio propio absoluto. Todo eso me indigna. Me produce una reacción y quiero mostrarla, por eso el disco tiene un aire un poco contundente en algún momento.
Diría hostil, pero igual es demasiado…
Pero sí, también lo es, por supuesto. Es de un disco de reacción, que reacciona a algo. En el video de ‘Llueven piedras’ se habla de eso. Imágenes violentas y explícitas para crear una reacción. No voy a hacer un vídeo donde salga tocando la guitarra y sonriendo porque no estoy en un momento de sonreírle a la situación.
Si lo hicieras estarías mintiendo.
Sí.
Y más cuando se crea porque se termina distorsionando una realidad que cuentas.
Bueno, de alguna manera yo creo que lo haces desde tu punto de vista, que puede estar totalmente distorsionado por ti. Pero en este caso, yo lo que he intentado es mostrar como me siento y como lo vas a ver.
Y no hay otra.
Y no hay otra opción. A mí me llegan mucho esos músicos que tienen una carrera que sube y baja dependiendo de la vida. Yo no soy una persona constante en mi forma de entender las cosas. Vario tanto y mucho… He tenido discos muy alegres y exteriorizados. Pero este s un disco más duro y más hacia dentro porque es lo que estoy viviendo.
Totalmente. Piensa que también “Universo” es un disco escrito en el 2006. Era otra etapa que no tiene nada que ver con esta. Era un momento en el que yo dejaba Elefantes, algo que era un peso. Pero de repente se me abría un universo, nunca mejor dicho. La situación era muy distinta. Luego las cosas se han ido transformando. Me gusta que en mi música se vea eso. ¿No te parecería rarísimo que de repente mi nuevo disco se llamara “Aún más universo”? (Risas)
Sonaría a reedición.
¡Claro! Mira, la vida ha dado un cambio y mi música también lo ha dado con ella, porque es así. La realidad que vivo ahora es muy distinta a la que vivía en el 2006. A mí me gusta que eso se refleje en lo que hago. Mi trabajo será bueno o malo, eso lo juzgará quién sea, aunque no sé que significa “malo” en realidad, gustará más o gustará menos, pero nadie dirá que yo no haya sido honesto. He reflejado mi forma de sentir en mis discos. Si lo entienden más o menos… esa ya no sería mi lucha.
Desde el primer EP de Elefantes hasta ahora, ¿cuánto tiempo físico ha pasado?
¡Joder! Pues mira, el primero EP fue en el 94 o en el 96…
Te lo digo ahora mismo; en el 96.
¡Fíjate! Han pasado los años (risas).
¿Y cuántos años mentales?
Una eternidad, tío. Pero una eternidad a cierto nivel porque tengo que decirte que mi actitud frente a la música sigue totalmente intacta, tanto como mi ilusión y mis ganas. Yo siento que sé menos ahora que cuando hice ese disco porque voy descubriendo la música, y es algo tan grande que termino sintiendo que sé menos cosas cada vez. En esa época yo estaba muy seguro de mí mismo. Pensaba que controlaba todo. Ahora no controlo nada, absolutamente.
Es posible que aquí a los músicos, como a los futbolistas, cuando cumplen más de treinta años parece que dejan de interesar porque ya están en una etapa más madura. En cambio, en otros lugares, se respeta a esos “veteranos” por todo el tiempo que llevan. El Rock, es curioso, pretende que cuanto más mayor seas más joven te deberías sentir.
Yo creo que en España, a nivel de Rock, somos muy jóvenes. Estamos aprendiendo un poco a envejecer también con el Rock. A mí me flipan músicos como Loquillo, por ejemplo, que son supercoherentes. El Loco ya tiene sus cuarenta y cinco o cincuenta y no pretende tener dieciocho. No te está vendiendo que tiene dieciocho. Para mí esa actitud es muy importante. Creo que tenemos que saber envejecer viendo el lado positivo. ¡Envejecer es cojonudo! Es lo que hablábamos antes. A mí, ese artista que tiene cincuenta y que pretende hacerte ver que para él el tiempo no pasa… hostia.
¿Hablamos de Rafa Sánchez de La Unión, por ejemplo?
Yo no quiero criticar a Rafa porque cada uno tiene su punto de vista. Pero mira, ese es un ejemplo que representa ese caso. A mí me gusta un Peter Gabriel que sale con la edad que tiene y no trata de salir corriendo y saltando. Es así y ya está. Creo que los músicos tenemos que saber entender las distintas etapas y saber evolucionar con ellas siendo honestos a ese nivel.
Pero sí, estoy de acuerdo contigo. Lo último que ha hecho Dylan me flipa absolutamente. Los últimos discos de Bowie me parecen la hostia… pero en su contexto. No puedo comparar a David Bowie con Arctic Monkeys porque es otra historia.
¿Qué edad tienes?
Treinta y nueve años.
Pues, aunque sigas creciendo, yo creo que hay mucho del Shuarma que iba a Cubelles para estar en la casa que allí tenía Charlie Rivel.
¡Hostia, no me acordaba casi de eso, tío! Era un personajazo. Yo de pequeño no entendía su magnitud. Era muy amigo suyo e iba a su casa y se disfrazada. Le vi ochenta mil veces transformarse. Yo creo que eso a mí me enseñó muchas cosas sin darme cuenta. Después fue cuando me di cuenta de que era un personaje increíblemente fuerte y responsable de muchas cosas del mundo del espectáculo. Sin saber eso, entendí muchas cosas de él porque las vivía. Es toda esa magia que existe alrededor del mundo del espectáculo, ¿sabes?
He visto a mucha gente que ha ido creciendo y han dejado un poco de lado a su “niño”. Yo lo aprendí de otra manera. Veía a un tipo que era mayor (lo conocí con setenta y largos años) pero seguía siendo un niño que me trataba como un niño. Lo aprendí así. Entonces, para mí la música tiene mucho de juego. No es que no me la tome en serio, al contrario, pero tiene mucho de esa parte interior, indescifrable… lo bruto que es un niño diciendo las cosas. Si no le gusta lo que tiene delante te lo dice. Se enfrentan a las cosas con una pureza por la que yo lucho para no perderla. Lucho. Que lo consiga… es otra cosa. Pero lucho.
Luchar, incluso, es una palabra que denota hostilidad.
Claro. Y que denota que eres adulto y que hay cosas que cuestan. Pero creo que es interesante tenerlas en mente. Tengo hijos y la facilidad que tienen ellos para dar su opinión sobre las cosas no las tengo yo.
Posiblemente los niños no vean las posibles (y valga la redundancia) consecuencias de sus actos verbales.
Por supuesto. Y por muchas razones. Un niño se comería veinte tabletas de chocolate sin saber que luego tendría un dolor de barriga tremendo. Nosotros ya lo sabemos, entonces, a lo mejor, te comes una… y ya. Cuando eres adolescente los excesos no tienen fin, y cuando te haces mayor ya tienes cuidado porque al día siguiente el cuerpo no reacciona de igual manera a como cuando eras adolescente.
Hay dos canciones que parten de esa base, a mi parecer: ‘Rompe el espejo’ y ‘Dame más veneno’. Y por cierto, esta última me ha recordado a ‘Dame veneno’ de Los Chunguitos.
¡Pues mira! Para mí esa canción tiene algo de copla. Nos la hemos llevado a un terreno más eléctrico y más blues, pero “tiene” algo de Martirio con un guitarra flamenco. Me gusta la copla y la canción española porque la he mamado desde pequeño y eso está dentro. Me gusta que esté porque soy de aquí, no soy de Londres. Pero lo importante de esa canción, a parte de que hemos conseguido mezclar algo interesante, es que la grabación fue muy chula también. Yo sé que ese tema va a ser el que me va a llevar a hacer el siguiente disco. Será un puente por todas las cosas que pasan. La voz es la primera toma, hay otras tomas que metimos que están hechas sin saber que estábamos grabando, la batería está tocada la primera vez en la que se escuchaba esa canción… y todo está ahí. Hay guitarras que aparecen pero que normalmente pones a otro nivel porque se salen de plano, por ejemplo. Eso es lo bonito de esa canción. Rompe cosas. Me da una pista y me abre muchas puertas para futuras cosas.
¿Un disco vomitado?
Sí. De hecho, entramos al estudio sin haber enseñado las canciones a nadie. Cuando tú estás en una primera toma no piensas, solo tocas. Es como si alguien te pone una pistola en la cabeza; no puedes pensar, tienes que actuar. Algo pasa por tu mente sin que pase por tu razón. Creo que eso en el arte es muy importante. Cuando te pones con un músico a repetir tomas llega un momento en el que estás más pendiente de la ejecución que de hacer sentir o vivir la canción. No me interesaba hacer un disco perfecto, me interesaba un disco que transmitiera algo. Esa forma de trabajar era muy importante y sé que ese modo de trabajo me va a acompañar de ahora en adelante.
Y para eso hay que tener mucha afinidad con los músicos.
Mucha. Y para eso tienes que confiar y perder un poco el miedo y la inseguridad. Yo soy una persona muy insegura y es por eso por lo que soy músico en realidad. Poco a poco me voy deshaciendo de cierta inseguridad. Creo que eso permite confiar en los demás. Al final es una rueda.
Supongo, entonces, que es por eso por lo que vuelves a contar con Julio Cascán.
Claro. En este disco hay gente que para mí son muy importantes. No nos une solamente la amistad, sino una visión común de muchas cosas y experiencias comunes. Los productores [Fluren Ferrer y Santos Berrocal] son claves en este disco. Gran parte de lo que es este disco es mérito de ellos. Nos conocemos desde hace mucho tiempo y he confiado tanto en ellos que el resultado que han dado es, curiosamente, mi disco más personal.
Por lo tanto, ¿seríamos lo suficiente mente maduros como para poder comportarnos como tal?
La palabra “maduro” se me hace muy difícil porque no sé lo que es ser maduro. Sí que es cierto que hablo menos que antes y pienso más las cosas que digo. Si eso es madurez… pues probablemente sea más maduro. También es lo que hablábamos antes de encontrar esa espontaneidad. La palabra “maduro” es como un freno y no sé como tomármela. No sé si quiero ser maduro o no sé si es algo a lo que la vida te lleva.
Texto: Charly Hernández
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