Argán es el nombre de un árbol que solo crece en determinadas zonas de Marruecos y del que se extrae un aceite único. Los bosques de Argán son Patrimonio de la Humanidad. De este modo, Carlos Goñi se adentra en la cultura del Magreb para verse embebido por unos ritmos, sonidos y aires tan auténticos que han tocado la fibra del músico madrileño afincado en Valencia. Grabado a caballo entre Marruecos y Valencia, “Argán” es un disco redentor que sirve de hilo conductor entre el blues y la música árabe. Este nuevo trabajo de Revólver es una pieza única y artesanal con la que todos deberían viajar.
Se podría decir que “Argán” rompe con el sonido anterior, pero tampoco sería así estrictamente, pues a tu sonido se la han añadido tintes árabes.
Yo no lo veo exactamente así, fíjate. Pero romper, si que rompo en general con todo lo que he hecho hasta ahora en muchos aspectos, lo que pasa es que una cultura adquirida desde que tengo catorce años hasta ahora… es que estamos hablando de más de treinta años escuchando un tipo de música en concreto, y eso es imposible de eliminar.
Algunos me dicen por ahí que es más de lo mismo, pero es que el problema de la gente a la que no le gusta es que yo tendría que dejar de cantar, de componer y dejar de tocar la guitarra para que sea distinto [risas]. Eso no lo voy a hacer por ahora, la verdad.
Esto me parece que es diferente porque no es una cuestión de canciones en las que haya unos cuantos arreglos árabes por ahí en medio. Las armonías son diferentes y esas cosas. Es más mezcla que añadido, creo yo.
De hecho dices que hay dos notas en la escala pentatónica del blues que también existen en la música árabe.
Esa fue la puerta de entrada, porque cuando empecé a escribir tuve un momento en el que no tenía ni idea de por donde meterme con las melodías de voz, porque no las entendía hasta que me di cuenta de que había un par de notas -dentro de lo que es el blues- por las que me podía colar tranquilamente teniendo en cuenta que los arreglos y las bases iban a ser de una escala que no tenía nada que ver.
Ahí tuviste la ayuda de tu road mánager, Redouane Hamani, el cual nació en Argelia y te traducía las letras.
Lo que hizo fue la adaptación de las letras en español al árabe. Eso estuvo muy bien, porque desde la maqueta ya veía como quedaba el asunto. Eso es lo realmente diferente, que hayan tipos árabes cantando en árabe y que se mezclen las escalas del slide con unos violines que suenan a cualquier orquesta de El Cairo por todos los lados. Yo creo que eso es lo que lo hace distinto.
Lo llamas “Argán” por los bosques de ese tipo de árbol que crece en determinadas zonas de Marruecos, y como un árbol, la música enraíza, pues cuentas con los músicos árabes: Jalal El Alloouli, Amine Hagdag, Noureddine Ennajraoui, Ait Hamitti y Bouzzig Hamid. Es más, la primera parte de este álbum se grabó en Marruecos. ¿Fue complicado encontrar unos músicos adecuados para lo que querías?
Fue muy sencillo, porque anteriormente ya había viajado a Marrakech e iba a un club de manera habitual. La banda que tocaba allí me parecía una maravilla porque hacían cóvers y cosas por el estilo de canciones europeas que en muchos casos las pasaban por su filtro, con lo cual las convertían en otra cosa.
No eran músicos clásicos, aunque si que lo son en realidad, pero no tenían ese clasicismo de lo que es la típica música exclusiva del Magreb, sino que tenían ampliado ese sentido. Me resultaban ideales, así que en uno de los viajes se lo dije, nos pusimos en contacto y el día que nos pusimos a grabar ahí estaban.
Ha sido una de las cosas más bonitas que me ha pasado en la vida, porque como músicos tienen una calidad descomunal, pero es que como personas nunca me habían tratado con tanto cariño. Ha sido precioso, muy bonito.
Claro, esa visión de la vida y el punto de vista que difiere tanto del occidental.
Totalmente, sin duda. Alguien se ha sentido ofendido cuando lo he dicho, yo de veras que lo siento, pero si que es verdad que Marrakech es un sitio donde encuentro un aire que en mi país me falta. Allí me encuentro bien, me gusta la calidez que tienen y su educación. Estoy feliz.
¿A qué te refieres?
Me refiero a todo el tema mediático que hay con la política. El tema de lo político y de lo social que hay en este país últimamente me da ganas de vomitar. Por ejemplo, allí no tengo ese problema, quiero decir que es todo mucho más cercano, muy primario. Me puedo tirar como tres horas tomando un té con Noureddine [Ennajraoui] en la plaza Djemaa el Fna o simplemente dándome un paseo, y eso es una cosa de la que no me aburro.
Cada vez que cuento esto en España siempre hay algún listo que me salta con la corrupción. Vamos a ver, ¿nos atrevemos a hablar los españoles del tema de la corrupción de otro país? Es que… de verdad. La diferencia que hay entre Marruecos y nosotros es la cantidad de ceros a la derecha que tenemos aquí y que no tienen allí.
En fin, hay mucho de social y de político, por lo cual estoy feliz en ese sentido. Las mezquitas están llenas, pero los bares también.
Y todo esto ha influido en las letras y en la tónica de algunas canciones.
Si, mira. El tema de la inmigración es una cosa que yo tengo muy cerca de mi familia. Mi padre se fue de casa cuando yo tenía catorce años, se marchó a Venezuela y ya no lo volví a ver. Quiero decir que el tema de la inmigración en mi caso no es figurativa. La he sufrido claramente. Además, se fue allí y el primer año le quitaron el pasaporte. Las pasó putas. Y mi mujer nació en Francia porque sus padres se fueron a trabajar allí en los años sesenta.
Es una cosa con la que he convivido toda mi vida. Es muy duro que tengas que irte de tu país cuando no te quieres ir. Otra cosa es la gente que quiere irse porque no le gusta estar ahí y se van a buscar otra cosa mejor con ánimo de crecer en su vida en otro lugar. Eso es una elección de cada una. Pero que no te quieras ir, que te tengas que ir por narices es realmente duro.
Es ese “puente” que existe entre Marruecos y España y que me preocupa. Me preocupa eso y me preocupa de que aquí en España da la sensación de que tenemos dos nucas, en lugar de una nuca y una cara. Le damos la espalda a nuestros vecinos del sur, a nuestros vecinos del norte, del oeste… es una cosa tremenda. Así no vamos a llegar muy lejos, desde luego.
De España siempre se ha dicho que se mira mucho el ombligo.
Pero es curioso, porque de los franceses también se dice eso. Es cierto, pero eso repercute en que cuidan de su música, cuidan de su literatura, de su cine, de su tele… ¿y aquí? Nos miramos mucho el ombligo, pero no cuidamos nuestra música, ni nuestro cine, ni nuestra literatura, y por supuesto, tampoco cuidamos de nuestra asquerosa televisión.
Observo que las canciones ‘Reconozco la frontera’ o ‘Manos arriba’ tienen una letra que desprende ese tipo de mensaje. Exactamente en ‘Manos arriba’.
Si, si. ‘Manos arriba’ es aquello de que basta que vengas de fuera como para que te pidan la documentación. Entre un tipo de Valencia, de Cuenta o de Albacete y un tipo marroquí, la policía le pedirá directamente el carnet al marroquí.
Es otro tema, pero tengo una hija adoptiva de Camerún que es guapísima. Y yo si se lo que es el tema del racismo en España porque lo he vivido. Y sigue pasando, porque de vez en cuando te encuentras al idiota que siempre tiene que acabar fastidiándolo todo.
Lo que antes hemos dicho, mucho de mirarse el ombligo, muy egoístas…
Si, y también tener mucho miedo a lo desconocido, en cuanto desconoces algo ya te provoca miedo. Como dice esa frase: «el nacionalismo se cura viajando.» Y esto es así.
Ahora que dices del miedo; te has atrevido con el mandolute, un instrumento árabe de cuerda.
En realidad es argelino, pero era fundamental para todos los arreglos que había escrito. Una vez lo encontré, llegó a casa y me puse a tocar todos arreglos que previamente había hecho con la guitarra acústica y que no terminaban de quedar bien. Si sonaban bien, pero no tenían la sonoridad que tenían que tener. Cuando cogí este instrumento y me puse a hacerlos…
Es que ha sido muy bonito, he pasado una de las mejores épocas de mi vida por el proceso de composición. Ha sido muy dulce, muy agradable, sorprendente y especial, muy especial.
Esto me ha recordado (salvando las distancias) a cuando Camarón grabó “La leyenda del tiempo” usando el sitar hindú.
Claro, es que se trata de moverte. Joder, es que compararme —salvando las distancias como dices- con Camarón y esto, es de las cosas más bonitas que me han dicho en mi vida [risas].
Creo que la música es enorme, nosotros no entendemos ni de barreras ni de fronteras de ningún tipo. Entonces, ¿cómo voy a ponerme barreras en la música? Es todo lo contrario. Yo es que recomiendo a todo el mundo que le eche un vistazo a esto porque va a descubrir otro planeta completamente distinto con muchas cosas muy bonitas que te llenan en seguida. Muchas sonrisas gratis, que digo yo.
Para la gente que lo escuche por primera vez puede chocarle este sonido, bien con el single ‘Quiero aire’ o con el primer corte que abre el disco; ‘No hay mañana’. ¿Fue esta pieza elegida especialmente para que diese comienzo al disco?
Si, si. La elegí especialmente, era como una declaración de principios. El disco va por aquí, y a partir de ahí ya es cosa de cada uno.
Hay una cosa que es como una Biblia para mí, y es que yo no creo en una verdad universal, sino que creo en una verdad por cada individuo. Y así lo creo. Como músico, cuando lanzas una propuesta no la lanzas para gustar, sino para que le guste a tu corazón, y ojalá que al público le guste y se comparta entre todos.
Yo hasta ahora he encontrado pocas críticas en las que se me hayan dicho cosas negativas en cuanto al disco en general. Yo creo que este está teniendo la repercusión más positiva de todos los que he grabado en mi vida. También puede ser por sorprendente, porque estamos en un momento en el que tirarte al monte haciendo un disco así no es tan habitual. Pero yo sigo otro ritmo, ahora es cuando tocaba y ahora es cuando lo he hecho.
De hecho ya algunos músicos nacionales que han hecho cosas parecidas en mayor o menos medida.
En flamenco se ha hecho muchísimo, también en el pop y en algunos trazos de hip-hop, pero en el rock yo creo que no se había hecho todavía. Porque no se trata de escribir las canciones y de que luego metas un par de músicos marroquíes encima, es que yo no he hecho eso, no tiene nada que ver porque lo que yo he hecho ha sido otra cosa. Es que si me apuras el instrumento más árabe de todos lo he tocado yo, que es el mandolute.
De lo que se trataba era de coger todo lo aprendido de la música del Magreb y todo lo aprendido de la música americana, como el blues, y juntarlo. Encontrar los nexos de unión. Luego te pones a leer y te das cuenta de que así como en el Caribe o en Brasil siguen con el mismo concepto de percusión que tenían en África a raíz de que llegaran los esclavos a América.
Te preguntarás por qué en Estados Unidos no son los mismos ritmos de percusión, pues porque prohibieron la percusión ya que se supone que era la forma que tenían los esclavos de comunicarse con sus espíritus. Allí les prohibieron la percusión, así que como la música es algo que llevamos dentro y es algo que va creciendo, se pusieron a tocar la guitarra y otra serie de cosas.
Te das cuenta de que la música no es tan distinta a como ocurre en el desierto de Mojave como pueda ocurrir en el desierto del Sahara o en Malí. Al final no está tan lejos.
Como la música, todos venimos de un mismo padre.
Sin duda.
Finalmente, esto es una redención, una forma de encontrarse.
Para mi sí. El viaje más redentor que he podido tener en mi vida fue la primer vez que fui a Senegal, ahí me cambiaron muchas cosas. Un viaje que me cambió muchas cosas a nivel perceptivo. Me gusta mucho África, especialmente Camerún. Mi hijo acaba de pasar siete meses allí para conocer el entorno de su hermana. Tengo una relación con África bastante estrecha.
Y esa es la mejor forma de crear música, creciendo como persona. Luego se puede crecer interiormente y artísticamente.
Por lo menos creciendo como persona, sin duda alguna. Como comento alguna vez, ocurra lo que ocurra con el disco yo ya he ganado porque he conocido un país, una cultura y una gente maravillosa que creo, me enriquecen a mí como persona. Aunque haga cien discos, nunca terminaré de pagarles todo lo que creo que me han aportado ellos a mí.
Yo ya estoy feliz, solo por el mero hecho de haberlo podido hacer.
Texto: Charly Hernández
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