Para unos un loco, para otros un prófugo y para los de más allá es un genio. Gustavo Cordera hace un reset y borra de su caché de memoria el pasado con la Bersuit Vergarabat, a quienes entrevistamos esta misma semana, para proyectarse en el camino del conocimiento y del propio encuentro humano con “La caravana mágica”. De momento, van dos volúmenes editados de este proyecto. El primero, más latino; y el segundo, más próximo al Rock. No era la primera vez que se aventuraba a construir un mundo nuevo por su cuenta y riesgo, pues ya demostró aptitudes con “Suelto” (Sony, 2009). Nada interfiere, ni el miedo al fracaso ni el temor a volar alto. Todo lo que tenga que venir… vendrá.
Presentas esta estadía por Europa como “Gustavo Cordera en la caravana mágica”, donde, efectivamente, muestras tu último disco, “La caravana mágica”. ¿Un guiño al “Magical mistery tour” de The Beatles? Aunque ellos viajaban en un autobús “mágico”…
Bueno, tú sabes que, si lo es, no es consciente. Lo que ocurrió es que estábamos festejando un cumpleaños y queríamos ponerle un nombre a la banda y al disco, aunque no queríamos pensar en ellos. Buscábamos capturar el nombre desde las coincidencias. Alguien había bebido, entonces se puso a cantar la canción de la caravana, donde se hace mención al equipo de Peñarol. Mientras, yo estaba hablando por teléfono con unos productores sobre una “experiencia mágica”. Así que se juntó en mi cabeza lo de “la caravana, la caravana” y lo de “experiencia mágica”. Se formó una música del Universo. No tiene más vueltas que eso.
Todo resultó ser un cúmulo de coincidencias.
Sí. Refleja un movimiento. Date cuenta que las caravanas están en movimiento siempre, llenas de gente en su viaje. Puede haber caravanas de mercaderes, de procesiones religiosas… y esta es una caravana que, de alguna manera, está llevando e incorporando música y arte.
También ha cundido para hacer una segunda parte: “La caravana mágica vol. 2”. Con más cercanía al Rock.
Correcto, salió el segundo disco hace cuatro días en Argentina mientras estamos presentando el primer disco en España.
¿Eran canciones estaban ya preparadas o han ido saliendo poco a poco?
Nosotros juntamos en La Paloma, donde vivo en Uruguay, a la artesanía de armar canciones. Tengo mucha facilidad y oficio en la composición desde hace mucho tiempo, pues como sabrás, fui durante muchos años compositor de la Bersuit Vergarabat. No te diré el compositor exclusivo, pero sí el responsable de un ochenta o setenta por ciento de las composiciones que la gente conoce. Pero después seguí componiendo toda mi vida, como ahora mismo hago.
Compongo en el momento temporalmente preciso de mi vida. No traigo canciones del pasado ni me pongo a hacer cosas para ese momento, sino que trato de registrar -poética y musicalmente- ese instante acontecido en mi mente hasta lo que avancé con la síntesis de las cosas que vivo. También, en cuanto a cual es el motor emotivo que estoy viviendo en ese motivo, si la fuente es una relación de pareja, una ruptura, un momento político o social, situaciones que abruman… De acuerdo a eso vamos labrando el género musical que utilizamos.
En el primer disco [“La caravana mágica”], trabajamos muchísimo la cumbia electrónica. Hicimos mucho trabajo en juntar las cuerdas de nylon que tienen que ver con la milonga, con la murga y demás.
Milonga-cumbia electrónica techno pop, se le ha llamado desde un principio, ¿verdad?
Totalmente. Lo juntamos con la cumbia y con las bases que trajo Matías Méndez “El Chávez” para generar ‘La bomba loca’, ‘Asalto de cumbia’, ‘Es real’, ‘No es que sea viejo’, ‘El lisiadito’,… son canciones que tienen un sabor bailable pero que tiran también una letra de contenido social y buenos trabajos con las cuerdas.
De alguna manera, en Argentina, se inició el despegue con este proyecto porque después de que se disolviera Bersuit yo hice un disco llamado “Suelto”, de corte Pop por lo rebelde que soy; así que hice esto para ver que le pasaba a la gente con un artista rockero contestatario que hace canciones Pop y amor.
De hecho, ‘La retirada’ es un corte que recuerda mucho a la época de “Suelto”.
Sí, tiene mucho que ver con esa época. Cuando la gente le dio la espalda masivamente al proyecto fue cuando tuve más ganas de hacerlo. Era empezar desde abajo. Una banda nueva, sin convocatoria y sin historia, más allá del propio peso que yo traía de mi pasado, habiendo formado parte de una de las bandas más masivas de Argentina. Entonces, empecé a hacer un trabajo artístico nuevo que comenzó con el primer volumen de “La caravana mágica”. Tuvo mucha aceptación, así que la gente volvió a confiar, por lo que salió una segunda parte. Además, ha sido disco de oro.
Más rockera esa segunda parte, por cierto.
Cierto. Cambiamos el nylon del que te hablaba por los riffs. Es muy rockero y muy visceral, devolviendo esa impronta y esa característica de rockero que yo tenía. Eso sí, transformado.
Acabas de comentar la confianza devuelta con “La caravana mágica”. Me pregunto si esa confianza fue sobre tu música o sobre tu persona.
Las dos cosas, no van separadas. Creo que, cuando una pareja se rompe y uno vuelve a la casa o a los lugares donde fue con esa pareja, la gente te va a mirar con desconfianza hasta que acepten tu nueva situación y condición.
Eso es lo que se le llama volver a la escena del crimen.
Exacto. Cuando una banda se disuelve, lo más fácil es que la gente piense que la culpa fue del cantante. Yo asumo que eso es posible, aunque nunca salga a dar la cara a los medios para contar lo que pasó interiormente. Pero cuando eso ocurre no es por una persona, sino por una serie de enormes cantidades de situaciones.
Un ciclo tan grande y tan exitoso que duró veintiún años tenía que terminar. De hecho, el proyecto no termina porque no vendamos discos o porque la gente no venga a vernos, el proyecto termina porque hay un agotamiento artístico y de relaciones humanas, que eso es a lo que yo le doy más importancia. Ahora estoy formando un proyecto que no tenía la penetración ni la convocatoria que tenía Bersuit, pero volví a tener la creatividad y volví a formar parte de un grupo donde volvía a reinar la diversión, el amor, la pasión y la alegría.
Entonces, ese es para mí el ámbito de recreo y de juego como para poder hacer arte. Sin eso, te conviertes en un escenario que se sube a un escenario sin ganas y aburrido. Empiezas a quejarte de los aviones, de los hoteles de cinco estrellas, de las giras… Ahora he vuelto a girar en bus. Con cincuenta años que tengo y después de veintitantos de gira, volver a viajar así para tocar en lugares chicos, es para mí la felicidad total.
Vamos, que se rompió el amor de tanto usarlo, como dice la canción de Roció Jurado.
Totalmente. Se rompió de tanto usarlo.
Aunque en ‘Asalto de cumbia’ dices ser un ladrón. ¿Haber “escapado” a Uruguay te convierte en un prófugo?
Sí, sin duda, la gente lo tomó así. Es una de las grandes tradiciones. Me preguntaban por qué no me había quedado en Argentina. Las personas que ponen fronteras son la misma gente que consideran que hay fronteras entre un hombre que desarrolla su masculinidad con otro hombre que desarrolla su feminidad, o fronteras entre una persona y un árbol. Todos formamos parte de la misma casa, esa casa llamada Planeta Tierra. Desde luego, para mí no existen las fronteras.
Me rebelo contra la nacionalidad (con Z). No creo en las banderas ni creo en las naciones más que como formas de separación y de fomentar las ideas absolutas. Como rockero, digamos, utilizo mi rebeldía para volcar mi forma de pensar aunque a la gente no le guste, porque no soy complaciente con mis fans, sino con el arte. Y si por eso me consideran un prófugo, sólo puedo decir que me parece el mote más hermoso que me puedan dar. Lo acepto y me encanta.
¿Has escuchado el nuevo disco de la Bersuit [“La revuelta”]?
Sí.
Entonces, doy por hecho que has oído lo que te dicen en ‘Afónico’. Hablan de ti como parte de la familia.
Sí. Pero lo hacen en un sentido mafioso, dando a entender que me he ido de la familia. Eso me convierte, según cuentan, en un traidor porque he roto los códigos. También me rebelo a eso. Creo más en el amor y en la libertad.
Pero las piedras que te lanzan son duras.
Conozco perfectamente los códigos mafiosos porque los practiqué durante muchos años siendo el líder de una banda mafiosa. Así que sé perfectamente lo que es ser un mafioso. Pero también quise salir de todo eso porque, como todo mafioso arrepentido, siempre estaré dispuesto a ser atacado o asesinado.
¿Como Bowie y Ziggy Stardust? ¿Renovar un personaje?
Así es. Esa es la idea. Terminar con el personaje para darle vida a una cosa que tenga que ver con el ser real, con el corazón y el alma. Es la impronta del Rock; la rebeldía y el renovarse constantemente.
Aunque de entrada, la participación del gran Palito Ortega en ‘No es que sea viejo’ ya puede ser una garantía. Hablan de la vejez. ¿Ya se sienten viejitos? ¡Si la juventud va en el espíritu!
No me siento viejo, al contrario. En algún momento sí que me sentía así… durante un tiempo. Pero en este momento me siento con mucha energía porque he retomado esa fuente que tanto tiene que ver con la creatividad y las ganas. Date cuenta que he dejado un espacio para que las cosas sucedieran. Aquellos veintipico años contenían tanta información que en mi cabeza apareció el mensaje de “data no entry”, así que tuve que eliminarlos. Es tal la cosa, que si vienes a ver un concierto de “La caravana mágica” no vas a encontrar canciones de Bersuit.
Cosa que se entiende, por otra parte.
Sí, pero lo que hace la mayoría de los solistas cuando se separan de una banda es hacer la misma música que hacía antes pero con otra gente. Entonces, ¿utilizan esta oportunidad solamente para mendigarle a su pasado lo que fue y usarlo en su propio beneficio? No me parece ético. En mi caso, hacer eso, sería una falta de respeto a nuestra historia y a los seguidores.
¿Y no has visto este cambio como un suicido social? Se me viene a la cabeza‘Cerca de la muerte’ con (Juanito El Cantor).
Total. Para mí fue así. Aunque entiendas la palabra suicidio con la muerte, en mi caso suena a transformación. Cuando inicias una transformación, lo primero que se siente en esa crisis es que hay cosas que están muriendo. Antes de nacer tienes que abrir las puertas de la muerte. Imagínate estar tocando en estadios y al mes estar haciendo una gira por Uruguay en sitios para cincuenta personas que ni nos conocían.
Es un suicidio, pero yo lo veía como algo necesario. Tampoco había que comparar, porque las comparaciones son odiosas. Pero mira, puedes comparar poniendo en una cancha de tenis a Federer y a un niño de ocho años que recién empieza. ¡Son incomparables! El niño de ocho años todavía tiene una vida por delante llena de experiencias para, tal vez, ser Federer algún día. Por eso te digo que las comparaciones son odiosas, porque cuando eres inferior te mutilan. Incluso tampoco te sirven cuando tú eres inferior, porque no ayudan a superarte. Es por esa razón salí de todo aquello. No quería dejar que la gente entrara en esa estupidez del antes y el ahora. Y aunque quisiera, yo no podría ser el de antes. ¡Ni imitándome! La repetición es un envejecimiento indeclinable, así que repetirme era condenarme a una muerte artística.
“Dios es música”, dice la canción. ¿Se puede entender la música como a un dios? ¿Aunque no se crea en Dios?
Para mí, Dios es música. Tú pones música al lado de una planta y dará los mejores frutos. Pones música en la panza de una embarazada y compruebas los estímulos que eso produce. Hay que escuchar música para sentir lo que nos pasa en el cuerpo. Es inexplicable que la música movilice las emociones, que te conecte con tus antepasados, que te lleve a lo trascendente, que te haga pensar, que te transforme, te modifique… La música es un evento de creación y de propulsión inusitado. Todos los planetas suenan, todos. Si no sonáramos no estaríamos vivos.
“La vida, sin música, no tendría sentido”, decía Nietzsche.
Es que no sería absolutamente nada.
Mismamente, en ‘La retirada’ se escucha recitar a Ahijuna Añan Güere (gurú charrúa de la medicina ayahuasca): “Encuéntrate dentro de tu corazón, encuentra allí tu soledad, en el camino que conduce al sol de tu ser, lleno de luz, lleno de amor…”.
La música nos invita a conectar, porque el que está sintiendo y pensando, está viviendo eso mismo. Yo hablo de lo que me pasa a mí para que tú puedas conocerte en mí, como un espejo. Pero hablo de la parte humana, como yo reconozco a mía. Cuando charlas de tú a tú con una persona, lo primero que tienes que hacer es desnudarte y decir lo que realmente sientes para que la otra persona también lo diga. En cambio, si te pones una careta y me pongo a hablar de política y demás, lo que voy a conseguir es activar tu sistema de defensa para discutir y no para hablar de corazón a corazón.
“La caravana mágica vol. 2” es un disco que invita justamente a desnudarte, a sentarnos tú y yo para hablar de verdad. Podríamos hablar de política, de temas sociales, del euro… pero eso ya lo hacen los diarios.
¿Habrá una tercera parte o muchas más continuaciones?
Sí. Cada dos años o año y medio haremos distintas entregas. Siempre pintando el mundo desde el lugar en que lo ves. Unas veces contrarias desde el punto de vista en que lo veías antes, porque una de las cosas horribles que tiene el Rock es que la gente, por la calle, te dice que no cambies nunca. Se vanaglorian señalando a esa persona que desde hace veinte años siguen en la misma esquina. ¿Qué tiene eso de bueno? La gente aplaude eso porque el Rock pide que seas así, por lo que las bandas terminan siendo complacientes tocando cincuenta mil veces las mismas canciones.
Es curioso, porque el Rock, se supone, invita a la revolución y al cambio.
Sí, pero tienes que ir contra ello, no ser parte de ello.
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Texto: Charly Hernández
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