La música rebetika no era un terreno yermo para Vinicio Capossela (Hanóver, Alemania, 1965), autor de “Rebetiko Gymnastas” (La Cùpa/Warner, 2012), el catorceavo disco de su excéntrica y maravillosa carrera musical. Fue en 2007 cuando Capossela inició una pequeña gira que fue bautizada como Oi Rebetiki Minotavroi y que incluyó a Manolis Pappos y a la cantante Kaiti Ntali. Aquello fue base para crear “Rebetiko Gymnastas”, un trabajo detallista que ahonda en la música rebetika, homenajeando tan histórica disciplina que recorrerá España en las siguientes fechas: Domingo 3 (Málaga — Teatro Cervantes), Lunes 4 (Madrid — Joy Eslava) y Miércoles 6 (Barcelona — Luz de Gas). El vino, la anarquía y el error escriben con letras mayúsculas la siguiente entrevista.
TIEMPOS DE COCCIÓN (EL DISCO).
Vinicio, seguro que eres un gran amante de la cocina, ¿verdad?
Sí, sí, claro. Y de la buena cocina además.
¿Y del vino?
También (risas). Pero del buen vino, ¿eh?
Entonces, seguramente, llegamos a la conclusión de que hacer música es como cocinar por primera vez.
[Silencio] La música de la que estamos hablando (el rebetiko) evidentemente tiene mucho de interesante y mucho que ver con lo que me preguntas. Pero la cocina, al final, no es lo principal, sino que es más que una cosa que acompaña. Esto viene por la cultura clásica porque la comida y el vino acompañan siempre al alma. La música estaba presente en los banquetes populares, donde todo el mundo comía. Músicas como el fado, el rebetiko… eran músicas de la gente y que, como la comida y el vino, acompañaban al alma. También era un gran pecado que la música fluyera tanto, más allá de lo que pedía el cuerpo, dentro de las obras teatrales incluso. Esa simbiosis se nutría de cada cosa que sirviera de unión entre la gente. ¿Cómo decís vosotros a esas pequeñas comidas que ponen en los bares?
¿Tapas?
¡Eso, tapas! Las tapas, cosas pequeñas. No sacian pero te acompañan. Como la música y el vino en una comunión o en una eucaristía. Además, ahí se “divide el pan”, se comparte, que viene de “compañeros”.
Aunque nunca venga mal un poco de ejercicio “clásico” (en el libreto vienen poemas en rebetiko, italiano… y una tabla de ejercicios). No lo parece, pero también tiene que ver, ¿verdad?
Sí. El disco se llama “Rebetiko Gymnastas” porque además de tener canciones rebetikas, es también un álbum que sirve para practicar ejercicio y fortalecer la parte menos convencional, anárquica, rebelde, soñadora, fantástica… que tenemos todos. Se trataría de un ejercicio psíquico.
¿Y mental?
No. Diría que es algo más existencial porque el rebetiko no es sólo una música, sino un modo de vida. De acuerdo, es una música griega, pero el rebetiko tiene una historia musical muy grande por eso digo que también es un ejercicio de resistencia cultural y de afirmación del individuo respecto a ser guapo, ser golfo…
¿Cómo hiciste crecer un proyecto así? ¿Surgió la idea al levantarte?
Me surgió la idea hace muchísimo tiempo porque soy un enamorado de esta música. Fue en una taberna, hablando con todo el mundo. Ahí te das cuenta de dónde estás realmente. Esa música hace que hagas las cuentas contigo mismo mientras te libera del demonio. Es como el duende en el flamenco. Ya sabes, músicas que despiertan las sensaciones del alma. Fueron ese tipo de cosas las que me dieron la idea. Luego, estando por Grecia, descubrí a una cantante muy famosa de allí llamada Dimitra Galani y también a Kaiti Ntali. Ellas llevaban muy bien la herencia de la música griega, y eso ha logrado que me interesara más por la música rebetika debido a que cantan a personajes muy “almodovarianos”. Por otro lado está el grandísimo Manolis Pappos, solista de bouzouki. La verdad es que llevar a cabo este disco me supuso un tiempo de adaptación. Pero además de eso, hay un poso claro de actualidad por lo que se está viviendo tanto en España como en Grecia, así que mi intención es que sea un ejercicio de fortaleza por ese otro lado.
LOS INGREDIENTES (LAS CANCIONES).
Es cierto que ‘Abbandonato (Los ejes de mi carreta)’, la adaptación que has hecho del tema de Atahualpa Yupanqui, es una canción que habías tocado con mucha anterioridad.
Y es verdad. La mayor parte de estas canciones ya habían sido tocadas. ‘Abbandonato (Los ejes de mi carreta)’ me encanta, tiene una melodía que me da mucho pálpito. La versión no es exactamente como la original, pero sí es una adaptación libre. Atahualpa es más que un paradigma y más que un símbolo: es un gran compañero. No quería hacer una canción estrictamente política, pero por el género que toca y por los autores que cita sí que se convierte en una canción política.
Dices que tuvo que pasar mucho tiempo para que el rebetiko se convirtiera en algo noble. ¿Cómo se consigue eso, bajo tu punto de vista? ¿Es gracias a la letra o por el tiempo que se toma la gente en popularizarlas?
Bueno, el rebetiko es una música marginal, un poco mal vista y hasta ilegal, como el tango, ¿no? Ambos tuvieron un tiempo de clase, como de autor, como la música clásica. Es una música en la que no se innova, pero se conocen muchas clases y formas por muy clásica que sea. Hablar de nobleza es como hablar de clases políticas, pero tiene que ver con la contemporaneidad. Lo clásico pone música a lo que está pasando ahora, al momento contemporáneo, como un simple ruido de fondo (risas). La “cosa noble” no embrutece al que lo escucha.
Aunque el rebetiko tuvo tres periodos, empezando por el 1922. Pero no fue hasta el 1942 y el 1952 cuando se popularizó y se aceptó.
Correcto. El primer periodo, el periodo clásico, hablaba de la delincuencia y de la mala vida… hasta el 36, cuando llegó la dictadura de Ioannis Metexás y toda esa música fue prohibida. Esa ilegalidad pasó a ser una autocensura por parte del autor puesto, así que sufrió un cambio que se tornó hacia algo más legal. Los textos de grandes compositores como Tsitsánis se popularizaron después de que Grecia fuera liberada por los aliados, y llegados a los años 50, su temática marginal fue diluyéndose para aproximarse a la canción popular.
¿Crees que hay generaciones griegas que rechacen el rebetiko?
No, no. Creo que nadie se puede saltar el rebetiko teniendo al patriarca del rebetiko, Márkos Vamvakáris. Pero sí es cierto que con la llegada de los jukebox en los 60, los jóvenes estudiantes se identificaron mucho con esa música ya que el rebetiko era por entonces música popular. Además, había compositores que hacían algo a lo que podríamos denominar rebetiko-punk. Gracias a eso el rebetiko pudo seguir vivo.
Acabas de nombrar a los jukebox, así que es de recibo que ‘Misirlou’ salga a relucir. Por cierto, te ha quedado muy árabe. No obstante, esta canción, popularmente griega, data de los años 30.
Sí. ‘Misirlou’ tiene un significado parecido al que tiene la palabra árabe habibi para referirse a una figura femenina querida. Es una canción de pasión y amor para una mujer árabe porque todo el rebetiko viene de la Asia Menor, con un componente oriental muy fuerte.
LA DEGUSTACIÓN (ANTECEDENTES).
Como canción oculta está ‘Come prima’, una versión de Tony Dallara. ¿Por qué es ‘Come prima’ precisamente?
Sale un poco de concepto del disco y porque además la canta también Kaiti Ntali. ¿Y por qué ella y no otra? Pues porque le recordaba a su juventud en América, cuando era novia de un famoso mafioso llamado Gambino. Kaiti tiene muchos recuerdos con esa canción [Vinicio canta unas líneas]. Parece más una amenaza que una promesa (risas).
Encuentro una conexión muy mediterránea entre “Mariani, profeti e balene”, tu estética de marinero y la música de puerto mediterránea.
Efectivamente. Y es más: el rebetiko es música de puerto mediterráneo o de Cádiz. Tiene un espíritu común, como lo puede tener el bolero también.
Y errante. Eso me lleva a pensar en los inmigrantes irlandeses que fueron a América.
Acabas de acertar, amigo. El bouzouki forma también parte de la música irlandesa, y de hecho, el rebetiko tiene muchos nexos comunes con la música irlandesa. Todos somos errantes, todos venimos del error. La palabra “bouzouki” viene de la palabra turca “bozuk”, que significa roto o error. Eso es debido a que era un instrumento que era difícil de tocar, así que siempre llevaba al error. Es música del error.
¿Y tú, Vinicio? ¿Haces música del error o eres un músico del error?
(Carcajada) Yo soy un músico del error.
Texto: Carlos H. Vázquez.