Artista: Fargo Avenue
Título: La violencia elegante
Sello: La Produktiva
Fecha de publicación: 2011
Más información: http://www.myspace.com/fargoavenue
Listado de canciones:
Historia de pequeñas historias
9.10
Invitados de honor
Cuarta planta
A cuchillo
John Rambo
Ahógate
El aviador
La hora del show
Todo es frágil
Lágrimas fáciles
Diablo
Nana nº1
Tras el nombre de Fargo Avenue encontramos el talento artístico y creativo de Mario Rico y Eduardo G. Oñate, un dúo que se encuentra tan a gusto entre los sonidos negros del rock cómo Robert Johnson en un cruce de caminos. Su música abarca desde el blues hasta el country, pasando por el folk, el soul e incluso por el sonido cajún más oscuro. Admiradores del que denominan su maestro musical, Andrés Calamaro, ambos artistas basan en la honestidad el sentido de su proyecto. Una honestidad que ha dado fruto a un flamante álbum que parece recoger en su título una declaración de intenciones disfrazada de filosofía: La violencia elegante.
Para la grabación del disco, Mario y Eduardo se encerraron con los miembros de su banda (Gerard Pà mies, Alex Albalà , Daniel Medina y David López) en los estudios del omnipresente y siempre trabajador Paco Loco, poco antes del verano de 2011. De éste colaboración catalana-gaditana surgió un disco del cual los artistas barceloneses pueden considerarse orgullosos. La elegancia radica en su sonido, en las composiciones de las melodías, en la manera de interpretarlas, dejando la violencia para la crudeza de sus letras, un reflejo escrito de la realidad en la que cohabitamos, cómo animales que somos; racionales, sí, eso dicen, pero cómo las cabras, tirando hacia el monte. Por eso no es casualidad que para la portada del álbum la banda haya recurrido a la mirada y colmillos de un lobo.
La cita de Joseph Conrad en la primera hoja del libreto nos remarca lo que nuestros oídos ya están escuchando. Edulcorar no es propio del rock, para eso ya está el pop, o la música chicle que gusta de ser masticada y escupida. Aquí las canciones se mastican casi crudas, cómo han de saborearse, consiguiendo el efecto del deleite a cada bocado. En el menú hay de todo y para todos los gustos; para aquellos que el ansia les apremia pues nada mejor que disfrutar de “Historia de pequeñas historias” o “El aviador“. Para los amantes de la comida campestre: “A cuchillo” o “9.10“. Y para los que gustan de saborear sus platos sonoros con la calma de un comensal con afán socializador “Invitados de honor“, “Cuarta planta” o “John Rambo” no son una mala elección.
Ahora que el folk y otros sonidos típicos de la cultura musical tradicional norteamericana parecen (re)emerger de nuevo entre las predilecciones de nuestros artistas estatales, es motivo de alegría encontrar que la afición puede conjugarse con el talento y que no todo aquello que nos venden es bueno, pero que sí que existe mucho bueno que debería venderse más. Y si no, cómo mínimo, sonar más, mucho más.
Raül Ruiz