El festival de blues que se viene celebrando en Cazorla desde hace ya dieciocho años es probablemente una de las citas musicales más interesantes que podemos encontrar en este país. Por aquí han pasado músicos como Charlie Musselwhite, Sharrie Williams, Joe Bonamassa, Buddy Guy, James Cotton, Johnny Winter y otros muchísimos más, lo que demuestra que es una de los encuentros ineludibles para cualquier aficionado al blues.
El pueblo de Cazorla está situado en un valle, lo que supone que desde casi cualquiera de sus calles podamos deleitarnos ante unas maravillosas vistas de la sierra que lo rodea. A este entorno privilegiado tenemos que sumar la dedicación de todo el pueblo a este festival, con bares que sacan sus mesas a las plazas coronadas por numerosos toldos que atenúan algo las temperaturas de estas fechas y una gran amabilidad de sus gentes. El festival se estructura en varios escenarios: uno en la plaza de toros (¡qué alegría que estos recintos tengan de vez en cuando un uso cultural de verdad!) en el que se dan cita los artistas de mayor renombre a partir de las once de la noche y al que da acceso el abono; y dos escenarios con actuaciones gratuitas durante el día. Uno de ellos situado en la preciosa plaza de Santa María y el otro en el paseo del Santo Cristo, aunque para esta edición se ha habilitado un tercer escenario para el primer día en la plaza de la Corredera (más conocida en la zona como “plaza del huevo”).
Primer día (19 de julio)
En esa plaza tuvieron lugar el primer día las actuaciones de Paco Duane & AllFreedom, Mississippi Martinez, Sigarrito Joe & Cutxu Maracas y Tofol Martinez & Alberto Gulias, que comenzaron a crear ese peculiar ambiente de blues en un entorno tan alejado de los lugares donde nació el género.
En esta edición la organización se ha esmerado más que en otras ocasiones por darle al primer día un mayor empaque al cartel, quizá buscando que el público no espere al viernes para desplazarse hasta allí. Este año desde luego merecía la pena estar en Cazorla desde el principio. Como hace cuatro años teníamos la oportunidad de ver a Keb’ Mo’ abriendo la noche bastante puntual, aunque en esta segunda visita del excelente músico californiano su actuación fue algo menos intensa que la primera. El repertorio elegido estaba basado en su mayor parte en temas de su último trabajo que, ciertamente, está a un nivel más bajo que otros, y eso seguramente hizo que la sensación general que dejó fuera de cierta indiferencia, a pesar de que clásicos como The Door o Perpetual Blues Machine sonaron excepcionalmente bien.
Los siguientes en aparecer en el escenario fueron Kitty, Daisy & Lewis que repasaron, como viene siendo habitual en esta gira, sus dos trabajos con temas como Don’t Make A Fool Out Of Me, Going Up The Country o Messing With My Life. Quizá por el cansancio de la gira o por los motivos que fuera dieron una imagen bastante desganada que no tiene nada que ver con la banda que hemos tenido oportunidad de ver en España hace unos meses. El sonido no fue del todo malo y lo cierto es que todos se afanan en su trabajo, pero en esta ocasión no parecieron disfrutar mucho de él. Una pena, porque esta familia en un buen día es capaz de dar uno de los mejores espectáculos que podemos ver actualmente.
Como él mismo apuntó en un momento de la actuación, Rosendo parecía estar en este festival “de pegote” y, aunque ciertamente pudiera parecerlo de primeras, este señor es capaz de dar un gran concierto allá donde le pongan. Y así fue también aquí. Después de una primera parte en la que repasó sus discos más recientes, consiguió hacerse con el público con el clásico Mala vida, a partir de la cual se sucedieron otros temas de sus primeros años hasta llegar al enorme final con Flojos de pantalón, Pan de higo, Majete y Agradecido. Aunque este no fuera el lugar propicio para alguien como él, siempre es un placer ver a Rosendo y mucho más cuando comprobamos que se sigue encontrando en plena forma y que, con una puesta en escena austera, sabe sacar el mejor partido posible a unas canciones que se encuentran ya ancladas en la memoria de muchos. Para cerrar la primera noche la organización eligió al sevillano Pájaro, un tipo que ha tocado con Silvio y Sacramento o Kiko Veneno, entre otros; y que venía a presentar su disco Santa Leone.
Segundo día (20 de julio)
El segundo día daba comienzo en la plaza de Santa María con un calor sofocante apenas atenuado por los toldos y los numerosos pulverizadores de agua que mucha gente iba esparciendo por todos lados. En el escenario se daban cita Dago Red, unos italianos que han ganado varios premios a la mejor banda de blues, Tofol Martinez, que repetía esta vez con los Gumbo; y Tío Calambres, una gente que practica un estilo parecido al de Macaco, Ojos de Brujo y similares y que al menos nos deleitaron con una versión del conocido Lonely Boy de The Black Keys.
La noche en el escenario principal daba comienzo con California Honeydrops, una banda que recoge la tradición de la segunda línea orleana para adaptarla a un formato más soul y blues y que han sido una de las más gratas sorpresas del festival. Cualquiera que haya escuchado sus discos probablemente haya caído rendido a la energía y el optimismo que rezuman esta gente, pero nada que ver con el impresionante espectáculo que despliegan en directo. Si Honeydrops Live tiene un buen sonido y en esencia es el mismo repertorio que pudimos ver en Cazorla, lo cierto es que la fuerza, la intensidad y la simpatía que desbordan apenas quedan reflejadas en su estupendo disco en directo. Una gente que sabe como ganarse al público cogiendo en un momento de su actuación sus instrumentos y alejándose de los micros para sonar tal y como deben hacerlo en el salón de su casa, eliminando así la distancia que separa el escenario del público y mostrando su música desprovista de electricidad y cualquier truco del directo.
Bob Margolin fue el siguiente en aparecer en el escenario, precedido por una introducción a cargo del armonicista Tad Walters. Margolin es una de las grandes estrellas del blues desde que comenzó su carrera tocando junto al más grande, pero en esta noche su actuación no hizo justicia a su fama hasta que salió a escena la cantante Diunna Greenleaf, quien consiguió, a fuerza de garganta, poner toda la salsa que el señor Margolin no había conseguido por sí mismo.
Muchos esperaban con ganas la aparición de Johnny Sansone, pero este se hizo esperar mientras la banda y los armonicistas Greg Izor y Emilio Arsuaga entretenían al respetable. Tomando como referente su trabajo más reciente, The Lord Is Waiting The Devil Is Too, Sansone tuvo también el buen gusto de sacar algunos temas del que posiblemente es su trabajo más logrado: Poor Man’s Paradise. La noche acabó de la mejor forma posible con la actuación de Travellin’ Brothers, una big band al más puro estilo de aquellas de los años 30 mezclada con el descaro y el rock de Brian Setzer, que dejaron una magnífica impresión en todo el público.
Festival de Blues de Cazorla — 19, 20 y 21 de julio — 2ª Parte aquí.
Selección de bandas del BluesCazorla’12 en Spotify
Texto: Juan Manuel Vilches.Fotografía: Miriam Navarro
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