El Festival Internacional de Cine de Gijón, que siempre incluye en su programación alguna entrega musical (además de sus conciertos gratuitos), y este año también lo hace con el rockumentary titulado “First we take Milán” sobre la escena musical asturiana desde los setenta hasta nuestros días, en su edición cincuenta menos uno estrena en España una película muy interesante sobre el rescate de un tesoro en los sótanos de la televisión sueca. Se trata de un conjunto de bobinas inéditas que reporteros de ese país filmaron en Estados Unidos entre 1967 y 1975, cuando la explosión del pensamiento de la raza de color tenía en Martin Luther King y Malcolm X a sus exponentes más representativos. Fue el llamado Black Power, cuyo pensamiento salió a las calles, desencadenando revueltas policiales en contra del pensamiento afroamericano de la época, en busca de una identidad perdida por la segregación racial, los pacíficos conceptos humanitarios y de tolerancia de Luther King, el extremismo radical que comunicaba Stokely Carmichael o la necesidad de comunicación tan solícita, arriesgada y en esos momentos tan quimérica de Angela Davis.
Y detrás de todo esto existía una necesidad de identidad social y de convivencia necesaria, en pos de una historia que les debía un lugar en un espacio que les pertenecía como propio y al que habían dado su vida. Y la música, como parte exponencial de esta evolución, es prueba de ello. Por eso, al principio del documental suena “Rockin’ Robin” de los Jackson 5. Y por eso también, una de las voces que transmite todos estos deseos es la gran Erykah Badu. En el apartado musical, también destacan los testimonios de Questlove, autor de la música original del largometraje. En el documental, asimismo, se dejan entrever las formas de vida de una comunidad que, como se cuenta al inicio, no conoce en su parte de población que puebla los Estados Unidos el origen africano de sus ancestros, sino la historia reciente del lugar donde han recibido la cultura y al que le han dado su pensamiento, gestos e ideas.
Y la música, como tantas otras formas de expresarse, se palpa en muchos de los instantes de la vida de la gente de color, en una legendaria exposición de talento que ha llegado transparente hasta nuestros días. Después de que el gospel, el soul y el blues se pegaran en la conciencia de los jóvenes que vivieron como propio el sentimiento de ruptura a favor del entendimiento, el rap, en las últimas décadas, ha dejado más clara la solicitud callejera de la obligación de cumplir un espacio en un país, con arrojo mucho más tajante. Y en Harlem se vivió todo esto. Recordemos que los primeros afroamericanos en llegar a Harlem lo hicieron a inicios del siglo XX, cuadruplicando su cifra en 1919.
Y ahora, esos dirigentes del movimiento que exigían un lugar en la historia, se daban de bruces con un sistema (capitalista) que hacía complicado romper las barreras que hacen que una raza pueda ser comprendida y explicada en todo su proceso a lo largo de su pasado, buscando un espacio equitativo en la sociedad que les pertenece y les es propia.
Y todo esto lo cuenta este interesante documental; pieza más que atrayente para acercarse, una vez más, a una sociedad que ha dado mucho más que una imprescindible época para la historia de la música contemporánea.
Sitio web oficial del documental: www.blackpowermixtape.com
Texto: Ángel Del Olmo
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