Tras un cierto retraso propiciado por la extensa prueba de sonido (sobradamente justificada en ambos conciertos por una calidad acústica que dejó en pañales a las que habitualmente se sufren en cualquier sala de Madrid), abrieron plaza en lo que a rock n’ roll se refiere los madrileños Electric Fence, poderosísima formación que ya nos había dado fehacientes muestras de su buen hacer en sus actuaciones como invitados de Super 400 o Blackberry Smoke y que aquí volvieron a destaparse como sólidos depositarios de los códigos de aquellos tiempos en los que el hard rock era algo magnético y esencial. Es el suyo un monolítico y vibrante sonido que nace en el más profundo Sur, se pasea cuando quiere por Noruega y estalla en tus narices en forma de temazos tan robustos como “Look Out”, “Burn Out Blues” o “Why?”, configurando un efusivo y estimulante directo que les refrenda en todos y cada uno de sus shows como una de las apuestas más serias que nuestro rock ha dado en lus últimos años. Si aún no lo habías hecho, apunta su nombre.
No fueron Electric Fence los únicos que tuvieron ocasión de mostrar músculo, pues si bien el tema de los juegos y concursos se vio reducido a la mínima expresión por la pinza que hicieron en todos los horarios la mencionada prueba de sonido y el dichoso fútbol, sí hubo lugar para el campeonato de pulsos, tumultuosa exhibición de sudores, gruñidos y venas del cuello que puso los tendones a punto para la entrega de premios y trofeos del Show Bike & American Cars y para los diversos sorteos, incluido el de la moto por la que todos suspiraban.
Los aguerridos moteros y moteras aún estaban luchando por la gloria en el campeonato de pulsos cuando Red House habían ocupado ya su sitio en el escenario, desde el que asistían divertidos al espectáculo que se les estaba brindando. Poco habríamos de esperar para el comienzo de la enorme actuación del grupo de Jeff Espinoza y Francisco Simón, en esta ocasión junto al saxofonista neoyorkino Lou Marini, famoso por pertenecer, entre otras formaciones, a los Blues Brothers. Marini aportó su notable experiencia para acentuar aún más la esencia Blues de un espectáculo que oscilaba entre la vertiente más festiva de este estilo y un Rock and Roll salvaje, sudoroso y guitarrero que supo conquistar al heterogéneo público asistente (desde los propios moteros hasta curiosos y paseantes arrastrando carricoches de bebés). Tanto la ya mencionada extraordinaria calidad técnica de la sonorización como la inmejorable colleción de temas clásicos (“Sweet Home Chicago” de Robert Johnson o “I Guess I Showed Her” de Robert Cray) y propios (“Rattlesnake Road” o “Red House Shuffle“) convirtieron a este evento, celebrado a hora extraña (las ocho de la tarde), en localización extraña (escenario sobre camión en mitad de un polígono tomado por motoristas), en uno de los conciertos más notables del mes.
Finalizada la actuación, y dado que en esos momentos la atención de casi la totalidad de los presentes se dirigió directa y exclusivamente hacia el Santiago Bernabeu, se dieron por concluidas las actividades de un evento que no cabe calificar sino de rotundo éxito, habida cuenta de que los objetivos marcados para la jornada (comer, beber, divertirse y disfrutar de las motos, los coches y la música) fueron sobradamente alcanzados por los cerca de 1500 asistentes y por una organización ante la que hay que quitarse el sombrero.
En septiembre, más. Allí estaremos.
Texto: Raúl Ranz y Almudena Eced
Fotos: Almudena Eced y Raúl Ranz