En la industria musical hay dos vertientes, la comercial y la indie. Dejando a un lado el tema del contenido (¿qué encuadrar en cada categoría?: el debate podría ser eterno), estas dos líneas están marcadas por los medios, que por un lado o por otro escogen a los artistas que quieren aupar. Después tenemos a los que se encuentran en tierra de nadie, que no suelen tener la presencia mediática de unos Maldita Nerea o unos Triángulo de Amor Bizarro (cada uno en su ámbito, claro), pero que por el boca a boca se hacen un hueco en la escena nacional y pueden acabar obteniendo más éxito que el sector indie y a veces hasta que el comercial. En este grupo podría encuadrarse
Freedonia, formación especialista en soul que poco a poco se han ido ganando un público fiel que agota las entradas de sus conciertos.
Así sucedió el martes en el Sol en Madrid, con la sala hasta arriba de un público que durante todo el concierto lo dio todo y más. Es curioso, por no decir extraño, ver a una audiencia tan entregada y más sin haber lanzado aún un primer álbum. Ahí es donde radica la magia de la banda: aparte de su profesionalidad sobre el escenario, saben generar como pocos un ambiente cercano, hasta familiar, y sobre todo buenrollista. Efectivamente, su soul tiene alma, además de un envoltorio digno de mención. A la llamativa sección de viento se le une la percusión con bongoes y bateria, bajo, guitarra y teclado, con armónica y flauta en determinados temas. Un conjunto muy completo en donde no falta ni sobra nada, y en directo la compenetración es concisa y funciona a las mil maravillas para acompañar a la potente interpretación de Aurora. La chica tiene la fuerza vocal y la actitud de cualquier cantante negra de los sesenta; un torbellino que alenta al público a entregarse al 100%.
El setlist iba entre temas que los que hayan asistido a otros shows de la banda ya conocerán, los nuevos temas y versiones como “Under my zumb” de los Rolling Stones en clave soul o “25.000 miles” de Edwin Starr para acabar la velada. Hay que destacar highlights como el momento en el que Aurora se lanzó al público para hacer una especie de groove espontánea con los que se atrevieran a acompañarla (un chico que se animó parecía salido de Fama).
No pudo haber sido un mejor regalo para los trabajadores y los que no tienen la suerte de tenerlo, ya que además el directo tenía como título Working Class Show y las entradas estaban a precio especial. Porque ellos son los primeros trabajadores que intentan salir adelante en un entorno cada vez menos propicio para ello. En septiembre comprobaremos su talento en estudio con la publicación de su debut (financiado a través de
goteo.org), y quién sabe, puede que sea otro de los grupos (cada vez hay más) que coronen la lista de ventas sin el apoyo mediático con el que otros cuentan; porque un nuevo modelo es posible.