Cordera se despide de sus canciones de fragilidad, baile y resurrección
Es muy difícil definir a Gustavo Cordera. Hace 15 años, tras más de dos décadas liderando Bersuit Vergarabat, inició una carrera en solitario que ha ido evolucionando a trompicones, con discos de enfoque disperso y larga digestión. Aunque siempre consiguiera imprimir en ellos el sello de su personalidad arrebatante. Su último largo De la cabeza al corazón fue editado hace unos meses y en él repasa temas de todas sus épocas, incluyendo también algo de material nuevo.
El pasado 5 de octubre visitó La Maraka de Ciudad de México para decir adiós con su gira “Bienvenida la Despedida”. En este punto de su trayectoria artística Cordera ha decidido poner punto y aparte a todo su pasado -dejando atrás 17 discos en 35 años- y se despide “de todas las canciones que estuvieron acompañando mucho tiempo”.
El argentino empieza a cantar en una silla -mal presagio- y temas como ‘Canción para mi cabeza’ o ‘El gordo motoneta’ son interpretadas en la versión de su último álbum. Revisiones con la fiesta muy opacada y con un poso latente de oscuridad. El pelado siempre ha sido reconocido por su sarcasmo lacerante, pero en su discurso actual resuena una inquietante fragilidad, como cuando presenta ‘De ahí soy yo’: “El lugar donde yo nací es un lugar de mierda, como yo”. Tras el inicio sombrío hacía falta una chispa que enganchase al público con la banda, y ésta llegó con ‘Mi caramelo’, tema favorito de Bersuit desde sus inicios que siempre emociona hasta la lágrima.
Esta retroalimentación con sus seguidores parece revitalizar al argentino, que sonríe y prosigue con el nacionalismo crítico en ‘Otra sudestada’, la preciosa confesión ‘La soledad’ o la adecuada ‘Perro amor explota’, arreglada en directo con guitarra jamesbondiana y que recordamos por su presencia en la película Amores Perros. El ambiente ha ido de menos a más y da otro salto cuando Cordera abandona “la silla de mierda” y baila el resto del recital. ‘Hablándote’ y ‘El baile del error’ trajeron la cumbia y la danza, aún con la frialdad de las programaciones de trompetas y acordeones.
“¿Quieren rock o quieren cumbia?, ¿lo quieren todo, no? Insaciables jóvenes de mierda”. El pelado parece revivir con los temas de la primera caravana mágica, un ‘Asalto de cumbia’ en el que juega a ‘La bomba loca’, donde sintetiza el poderío de la música como una religión más. La parte rock llegó con ‘Yo tomo’ o ‘Se viene’, himnos de la Bersuit que instan a descamisarse y a tomar sin medida.
La terapia musical es eficaz, Cordera se ve feliz por primera vez y se muestra agradecido: “México no me deja morir”. Cánticos de “Se siente, se siente, la caravana se siente” solicitan un bis. La respuesta llegó con ‘Soy mi soberano’, un soliloquio brillante que gana con el referente a pocos metros, y con ‘Un pacto’, la Redemption Song de latinoamérica que deja con ojos llorosos a la concurrencia.
Seguimos sin poder definir a Gustavo Edgardo Cordera, un artista funambulista de la locura, que transforma en canciones sus fobias, paranoias y ruidos en la cabeza. Un ser cuya dicotomía entre artista y persona es difícil de delimitar, que en un momento nos descubre los demonios de su mente y al siguiente busca con una sonrisa la mirada cómplice de su mujer. Una Stella Céspedes (hermana de Pepe de Bersuit) que aportó coros, varios duetos y una magnífica interpretación de ‘Sencillamente’, que en la situación actual sonó totalmente resignificada.
Nos despedimos de las canciones sabiendo que este adiós traerá como consecuencia la llegada de nuevas cosas. Y alegrándonos de que Gustavo pase página de unos años muy complicados e intente ser feliz. Y es que no hay nada más antiecológico que un infeliz. Que un infeliz.
Gustavo Cordera – La Maraka, Ciudad de México – 5/10/20243 thoughts on “”
Me encanta. Fue un concierto melancólico
Tomo para no enamorarme, me enamoro para no tomar. Quien sos como SOS cuando veniste cuando te vas, una canción de Bersuit que para mí fue una canción increíble. No hay nada como dar paso a ser feliz… Excelente crónica.
Muy buena crónica, sin duda un concierto melancólico