Havalina y Maika Makovski — Sala Apolo (Barcelona) — 18/12/10

Resultan gratas las sorpresas cuando no se tienen ideas preconcebidas. Cierto es que uno era conocedor de que Maika Makovski compartiría algo más que escenario con los chicos de Havalina, pero cuando la colaboración se convierte en una fusión de artistas el resultado puede trastocar el concepto de concierto. En este caso, esa perturbación resultó positiva y enriquecedora.

La velada comenzó con permisivo retraso. La vespertina hora en la que estaba programada la actuación, así como su coincidencia horaria con el derby futbolero por antonomasia en la ciudad condal, hacían peligrar la afluencia de público. Reconozco que fue maravilloso comprobar que no solo de fútbol vive el hombre y que la música en directo parece haber recuperado/despertado interés entre sectores generacionales progresivos. No puedo afirmar que la sala mostrase un aforo completo, pero más de media entrada ya es algo a tener en cuenta con los handicaps mencionados. Comenzaron Havalina, y lo hicieron francamente bien. Manuel Cabezalí es un gran músico, un guitarrista excepcional, y un artista de los que no necesitan fuegos de artificio para demostrar su valía. Su semblante serio y los sonidos oscuros que rodean a las canciones de Havalina, se dispersan en las distancias cortas, donde Manuel muestra un rostro afable, un trato cordial y una ilusión por la música que hace brillar a los verdaderos artistas. La formación ofreció un recorrido por los temas que confeccionan su laureado Imperfección, así como las nuevas ráfagas sonoras que recoge su flamante Las Hojas Secas.

Con el “No se vayan todavía, aun hay más” revoloteando por mi cabeza, hizo acto de presencia la mallorquina Maika Makovski. Vistiendo “traje chaqueta”, pero cambiando el traje por un body y unas medias con motivos transparentes, la artista se sumó con su teclado al bis del trío masculino. Al momento ya teníamos a todos los integrantes de ambas formaciones dándolo todo ante un público que estaba disfrutando de lo lindo con lo que sus ojos contemplaban y sus oídos saboreaban. Luego llegaría el momento de disfrutar de Maika en exclusiva; Havalina se retiró de manera temporal para que la artista se convirtiera en protagonista absoluta de una noche donde su último álbum adquirió especial protagonismo. De ella se dice que es la PJ Harvey estatal, pero a mí me suele recordar mucho más a un híbrido entre la primeriza Patti Smith y el Nick Cave menos comedido.

El tiempo pasó fugaz, y al final de la actuación regresó Manuel Cabezalí para escudar el flanco izquierdo de su compañera de fatigas. El final llegó demasiado pronto para mi gusto; y es que, pese a que el concierto no fue corto, la energía transmitida y su empatía con los espectadores transformaron los minutos en la estela de un fugaz reloj de arena.


Fotos: Señora Candy Killer

Crónica: Raül Ruiz
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