Que Hidrogenesse sea el dúo más divertido del panorama musical español (con permiso de “Chico y Chica“…, por Dios, ¡disco nuevo ya!) lo saben todos los animalitos indies de nuestra tierra, y estafa-tal que no les hagamos justicia hablando de sus divertidos directos. Lucieron sus canciones, -ese velo de lentejuelas de Genís-, bajo el mismo calco que habían presentado el año pasado en la sala Charada madrileña: referencias a la naturaleza viva (perros, gatos, orangutanes, ponis, perezosos…) y muerta (sus gozosas alusiones al Deutscthe Bank y la mala situación de la música actual) en estribillos contagiosos, donde cabe la misma ironía que surrealismo electro-pop. Así, se pasean en sus temas, la tramontana festivalera de “Eres PC eres MAC“, “Vuelve conmigo a Italia” y el ventarrón divertidísimo de la mejor canción de Gimnástica Pasiva, “No hay nada más triste que lo tuyo“. Exaltación de júbilo ante la canción más esperada de la noche, esa “Disfraz de tigre” de la que contaron van a vivir por mucho más tiempo.
Como en su anterior visita, hubo cabida para la versión de “Tazas de té“, del imperecedero “Indicios” de Carlos Berlanga y un par de canciones nuevas: “El artista” y “A los viejos“, presentada por Genís, a propósito de la falta de cariño a nuestros mayores y el abuso del culto a la juventud imperante.
Si “Bestiola” es un juego de una y mil vueltas sobre drones electrónicos y la revisitación de cinco canciones de The Hidden Cameras acerca de su “Origin: Orphan” un laberíntico tratado de yuxtaposición melódica donde exprimían el original, el conjunto de sus temas dejan un poso igual de alegre que de falto de pretensiones. Parece que sueltan las letras como les viene en gana y, lo mejor de todo, es que el resultado es magnífico. Y, además, se despidieron con la canción más Delorean que tienen (¡toma ironía!), “Échame un kiki amor“. A todo esto, Carlos Ballesteros cada vez canta mejor. Fuerza bruta.
Sí así se baila el siglo XX, el regreso al futuro en forma de post-punk a mil por hora, se presentó después con los guipuzcoanos Delorean.
Único grupo español que formará parte en el imponente cartel del festival californiano Coachella, el próximo abril (junto a artistas de la talla de Kanye West, The Strokes, PJ Harvey, Crystal Castles y The National, ¡hasta unos olvidados Letfield!, entre muchos otros), los queridos de Pitchfork (un 8.4 alcanzan en su web del último “Subiza“), fueron bendecidos con un “ongi etorri” madrileño de su público entregado en la aproximadamente hora y cuarto de su directo (sin bises, igual que Hidrogenesse).
Los cuatro mosqueteros de Zarautz ofrecieron un calculado concierto (guitarras, teclados y batería), con un volumen brutal, donde su actitud bailable no se riñe con la fuerza de las melodías de su mejor y último álbum, a pesar de que las voces quedan muchas veces escondidas ante la magnitud de la propuesta. Al que no le acaben de convencer sus álbumes, debe rendirse ante la explosión consecuente que han venido madurando en sus discos y que reflejan ante su público de forma arrolladora. De ahí los brazos en alto ante los primeros síntomas de “Real love” y “Stay close“, aunque con el resto tenían al grupo ganado de igual forma. Acompañados de un buen sonido de la sala (cosa difícil de conseguir en la capital, todo sea dicho), a Delorean les sobran ganas y nervio para demostrar que con sus canciones son capaces de arrojar toneladas de energía y plantar cara al más valiente de los grupos foráneos. Eso sí, con permiso de la descarga inigualable de los hasta ahora inalcanzables Crystal Castles. A por todas.
Texto y fotografías: Ángel Del Olmo
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