Inhabitants + Clem Snide + Arizona Baby — Sala Heineken (Madrid) 17/03/2010 — Sonidos vaqueros

Tres bandas con sonoridades americanas para una noche donde el ciclo Heineken Music Selector tiró de sabores añejos y hedor a destilación de aguardiente. Abrieron la noche los madrileños Inhabitants, un sexteto madrileño que cuenta muchos argumentos y gran buen hacer, cuentan con canciones bien labradas, donde la guitarra resalta y brilla por encima del conjunto. Su cantante, Jesús Vassallo, recuerda a Eddie Vedder y a Nick Drake, con un registro profundo que da cuerpo a sus canciones de inspiración rock (Neil Youg o The Jayhawks) y sonidos alternativos (Red House Painters, Giant Sand) bien aderezados por capas de teclados. Su guitarrista solista es francamente excelente. Su concierto se basó en su tercer y último disco ‘A time for giants’ (Foehn, 2009), y nunca menos oportuno en el momento que nos ha tocado vivir. Un disco que contiene canciones soberbias, como la que da título al disco, “Rain or shall”, “Land of cannibals” que tiene un halo de Johnny Cash, la radiante “Bright as the sun”, el toque a lo Nick Drake de “Early bird blues” o la letanía de “A swallow grave”. Quizá les falte algo de chispa escénica, aunque eso se gana con el tiempo, pero son un grupo con un directo muy sólido y con canciones emocionantes. Su versión del “American Girl” de Tom Petty fue brillante y evocadora.

Los cabezas de cartel eran Clem Snide, el cuarteto liderado por Eef Barzeley (guitarra, bajo, contrabajo y batería). Y ofrecieron un repertorio corto, poco más de una hora, pero intenso y enérgico, ofreciendo otro perfil con mayor portento, más ruidoso, escapando de la contención y de la intimidad presente en sus discos. Presentaron los temas de su séptimo y último trabajo ‘The meat of life’ (Houston Party, 2010) un disco notable que destila lo mejor del cruce entre pop elegante con americana y que cuenta con arreglos exquisitos y de lujo, aunque no sea tan sobresaliente como ‘Soft spot’ (2003), ‘The ghost of fashion’ (2001) o ‘Your favorite music’ (2000). Canciones como “The meat of life”, “I got high”, “Denise”, “Denver”, “Forgive me love”, el medio tiempo de “Please” o de “Anita”, o la energía de “Bff” son sencillamente preciosas canciones atemporales con un deje de levedad e ligereza de la vida y sus devaneos. Y recuperaron canciones de discos anteriores como “Don’t be afraid of your anger”, “Tuesday, october 24th”, “The diary queen” con un chelo embriagador. Eef tiene alma de escenario, es un excéntrico que está colgado: le gusta provocar al público con sus gritos, con sus frases. Fue apoteósico ese final del concierto haciendo corear al público un mensaje tan positivo como “You can always get what you want” (Siempre puedes conseguir lo que quieres). Un pasote los Clem Snide.

Lo del trío vallisoletano Arizona Baby es increíble. Hace unos años nadie apostaría por el triunfo de un trío que practica música añeja, basada en el género de la americana, frontera entre el country alternativo, el folk y el rythm n’ blues. Y eso con tan sólo dos discos, y sobre todo por el revuelo que ha causado ‘Second to None’ (Subterfuge, 2009). La fórmula funciona cuando los ves la primera vez porque tienen tablas en escena pero a la segunda ya no te sorprenden. Eso guiños a la música flamenca se los podían ahorrar porque desprestigian la grandeza de la música gitana. Se echa algo en falta el bajo, porque si en casos como el de Jon Spencer Blues Explosion las dos guitarras dan de tanto de sí que parece que incorporan al bajo, aquí no. Pero la percusión es un tanto cargante porque tira mucho de caja bombo y alguna percusión y a veces hasta parece que generan ritmos de reaggaeton (“A tale of west” que recuerda a los Eagles del “Hotel California”). El cantante tiene salero hasta que su lado enrollado ya satura, espeta a la audiencia “existe el género americana pues ahora os tocamos una canción alemana”, y hacen una versión de “The Model” de Kraftwerk. La gente baila de lo lindo con “The truth”, o sintoniza con la mala mujer que protagoniza “Shiralee”, “Ouch!” o “Muddy river”, o se menean con “el blues de “Lucille” de Little Richard. Desde luego la gente baila de lo lindo pero el resultado es desigual. Como siempre las modas potencian creaciones que antes pasaban desapercibidas, y no siempre se premian a los mejores. En definitiva una velada donde la música americana flotó por la sala Heineken para dar cuenta de distintas e interesantes propuestas.


Texto: Andrés Castaño

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  • La cronica(critica) mas subjetiva e inculta que he leido en mi vida! Jajajaja...la percusion es cargante porque tira mucho de bombo y caja! Jajajajaja....canciones atemporales con un deje de levedad e ligereza de la vida y sus devaneos! Chaval, el que te paga esta claro que no lee tus articulos!

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