Gran idea, la de la promotora Giradiscos y Frontera Círculo, la de presentar a varios grupos en la espectacular Azotea del Círculo de Bellas Artes en un atardecer madrileño de julio. Alejados del ruido que siete pisos más abajo nos separaban del verano de la capital, los tres grupos presentados nos ofrecerían sus dispares opciones; basculando todas ellas en los mundos anexos del folk y sus raíces.
A veces se escuchaban las sirenas de ambulancias, de policías, en definitiva, del armamento de una capital que muchas veces nos sorprende con cosas como ésta: atrincherarse en una preciosa azotea para disfrutar de la música.
El primero en apoyarse en el suelo del tejado del Círculo, como si fuera una cabaña de paja y con la espalda de Minerva a un lado, fue el jovencísimo James Blackshaw.
A sus veintiséis años y sin formación académica, Blackshaw demuestra ser un creador avezado en el uso del “fingerpicking“, la difícil muestra de intentar crear acordes con la maestría de hacerlo sólo con el instrumento que maneja entre sus manos: la guitarra.
Repite incesantemente las melodías, creando algo extraño: conseguir introducirte en una atmósfera inquietante, a base de querer hacer que la repetición no sea algo aburrido sino diferente.
Parco en palabras, este miembro de los siempre interesantes Current 93, ofreció un concierto difícil. Así lo es su último trabajo. “The Glass Bead Game” (Young God, 09) define esa muestra de largas composiciones que parecen nunca acabar. Es curioso que las rápidas y punzantes notas que hace vibrar de su guitarra no produzcan intranquilidad sino serenidad.
Es un admirable y observador guitarrista. Merecería mucho la pena el verle en otro ambiente: con acompañamiento vocal o algún otro instrumento que luzca igual que la guitarra de la que saca tan buen provecho (el mismo que no le separó de su botella de cerveza en toda la noche). Porque si el concierto hubiera durado más tiempo que la hora justa que vimos, sería aburrido. Cosa que Blackshaw salvó con sus intensas composiciones.
Tras él, otros dos miembros de Current 93, Simon Finn y Joolie Wood, defenderían su inminente “Rats Laugh Mice Sing” (10 to 1,09), con la misma mordacidad que el título de su próximo disco.
Ya sólo la voz de Simon Finn le hace puntuar a lo alto desde que en 1969 grabara su primer disco y se apartará de la vida musical para ser recuperado por David Tibet (Current 93) para la música en 2003, tras 30 años de retiro voluntario.
Se nota la clase, la manera de cantar y de estar atento al acompañamiento de la voz femenina que parecía improvisada de su acompañante, una Joolie Wood que tocaba sus instrumentos con la facilidad que le da la experiencia y la seguridad del hombre que tenía sentado a su lado.
Parece un cantante de folk que arrastra el peso de la pérdida con ironía. Así lo señalan las letras de sus canciones, con ese humor que parece fruto de la madurez, la sabiduría y el desengaño. Sus canciones son suaves pero ásperas y la voz de Joolie Wood es una escolta para acompañarle en esos desiertos de amores desenterrados de un pasado impreciso y lleno de interrogantes. Su físico desgarbado y la mirada perdida en el horizonte del cielo madrileño que tenía en frente, escoraban la impresión que escuchábamos de sus canciones hacia la ternura y las ganas de escuchar su disco de estudio en breve.
El frío hacía desertar a muchos y el ascensor del Círculo les llevaba a tierra firme a aquellos que no quisieron disfrutar de los madrileños “Hola a todo el mundo”. Seis componentes que transmitían descaradamente el sentimiento pop-folk enraizado directamente en la música celta. Aunque es compleja su variedad instrumental se identifican claramente sus influencias, en melodías inspiradas en algo natural y profético, como salido de una pluma medieval; instantánea en la forma de cantar y en la perfecta conjunción de los miembros del grupo.
Sin llegar a ser tremendamente festivos, el conjunto de voces, batería e instrumentos ofrece distracción al que se acerque a escucharles. Es un grupo que ofrece ni más ni menos que lo que se puede apreciar desde el primer minuto de su actuación. No desean esconder su empeño en entregar una música que luzca en el deleite y la completa seguridad que sus músicos transmiten desde el escenario. Con un pelín más de tono festivo tienen nuestros halagos asegurados. Y además, se les nota muchas ganas y transmiten ese tono tan natural y simpático al que les escuche, cosa que es muy de agradecer.
Texto y fotografías: Ángel Del Olmo
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