James Vincent McMorrow. Sala Joy Eslava, Madrid. 24 — 10 -2014

Lo que hubiese ocurrido si no tendríamos en escena a Bon Iver y su folk cósmico crepuscular. La mueca quedaba suspendida en el aire.
Quizá eso es lo que se repetían los seguidores del irlandés James Vincent McMorrow al término de su imponente concierto madrileño. Las comparaciones, más que odiosas, eran tan claras que enfrentarlas significaba una seña inequívoca del guiño malintencionado. O cómplice, según se mire.

No era la primera vez que McMorrow visitaba la capital española; lo había hecho hace algunos años, con motivo de la presentación de su flamante primer álbum en el Día de la Música, en un concierto fantástico. Fue lo mejor que un servidor vio durante esos dos días de conciertos. Su “Early in the morning” merece un redoble de tambores en toda regla, desde que hace cuatro años despejó las dudas ante la calidad de un debut sobresaliente. Pero quedó empañado con lo último de Bon Iver, claro está, y las comparaciones desde entonces, no sólo por el adorno de sus canciones al llevarlas al directo, sino por el falsete inequívoco de su voz, hicieron presentar sospechas ante su siguiente álbum. Igual por eso el “Post Tropical” publicado este mismo año, es más luminoso y sus arreglos son más pomposos en coros, voces y electrónica. Los dos artistas parecían caminar al unísono.
Si en aquella visita anterior, James Vincent McMorrow se hizo acompañar sólo por su guitarra, ahora trae de la mano a tres músicos, (teclados, batería y voz femenina). Si se ha perdido la espontaneidad de “Early in the morning“, ha querido ganar en fogosidad armónica al conjunto. Y alumbra su escenario con una luna con pirámides pegadas a su base, así como un conjunto de luces en el suelo para constatar las intenciones de su presente.
Las dos caras de esta luna eran sus dos trabajos de estudio, y las pirámides esas aristas que embellecen el resto. Más claro el agua, lo trasparente era el juego que le diera a su segundo trabajo y cómo saber llevarlo al vivo; y las canciones ganan en proyección y amplitud sonora, no cabe duda. El truco de los adornos, no restaría hermosura entre las comparaciones de su primer trabajo y el segundo que venía a presentar. Con esa excusa, se sirvió en traer el nuevo mensaje de su música.
Lo malo es que uno se quede con el primer trabajo antes que con el segundo; que no se deje despojar de la naturalidad de ese debut y, de hecho, no le impresione sobremanera todo ese juego de luces y ese espacio que ha querido crear. Que se emocione con “If I Had a boat“, con “Hear the noise that moves so soft and love“, la estupenda “This old dark machine” o con el country- pop de “Sparrow and the wolf” y el resto no desentone, pero no le llegue de la misma manera. Una tras otra, las canciones de su primer álbum no dejan de existir como clásicos imperecederos del concepto de “americana” a las nuevas incorporaciones musicales de esta clase de artistas. De nuevo, “Breaking hearts“, se pega instantáneamente con su dulce melodía al transmitirla en vivo. El primer álbum es tan excelso que el segundo, ay!…le falta esa pizca de algo mágico. Me deja un poco helado. Para mí en el segundo no hay un “Follow you down to the Red Oak Tree“.


Igual es cuestión de gustos, pero verle cantar a dos metros del micrófono sin ningún tipo de acompañamiento musical, nada más que con su guitarra, si hizo emocionarse de esa manera a su público, lo quiere decir todo.

Lo bueno, por ello, es que esa voz te embriaga de tal manera, que acabas sucumbiendo a su encanto. Y las toca tan bien en vivo que te rindes, y el conjunto te deja con una más que agradable sensación de haber pasado prácticamente dos horas de concierto con un artista al que le queda mucho, mucho futuro por contar.

Dejémosle un espacio y quitémonos de prejuicios. O no es verdad que… ¿No hubiese sido lo mismo de Belle and Sebastian sin el “Forever Changes” de Love?. ¿Es que no es tan bueno lo último de Camera Obscura que los tres últimos de Belle and Sebastian?. ¿El nuevo de Alvvays le hace sombra a los escoceses?. Pues eso.

Abrió, por otra parte, el también dublinés “I have a tribe“, que con un ep en el mercado “Yellow raincoats” aplicó sus esencias (un tanto bajas en la voz) de folk desnudo al que le faltaba un punto en unas melodías más trabajadas pero gratificantes y ensoñadoras para abrir boca ante su cabeza de cartel.


Texto: Ángel Del Olmo

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