En la búsqueda desesperada de una etiqueta con la que clasificar, delimitar y definir absolutamente todo lo que nos rodea, forma como otra cualquiera de defenderse contra lo desconocido, algunos críticos decidieron nombrar a Jason & The Scorchers como grupo de “Cow-Punk“, pues fueron los primeros en fusionar el Country y el Bluegrass con las actitudes y ritmos más gamberros propios del Punk. Atreverse a mancillar el sacrosanto estilo de las profundas tierras americanas les puso en el punto de mira de muchos, para nuestra fortuna, ya que, merced a esa inesperada pero inestimable publicidad, treinta años después y a este lado del océano seguimos pudiendo disfrutar de su divertidísimo espectáculo, se llame éste como quiera que se llame.
Diez años después de su última aventura en estudio como grupo, los Scorchers regresaban con una nueva formación, que incluye a Al Collins al bajo y al gran Pontus Snibb a la batería, presentando de la mejor manera posible el recopilatorio Emi Years: a través de un buen repaso de alguno de los temas más emblemáticos de su carrera y, sobre todo, merced a un entusiasmo y a una pasión encima del escenario sólo equiparable a la calurosa respuesta que obtuvieron a cambio por parte del público de la madrileña sala El Sol. También presentaban su último trabajo en estudio, Halcyon Times, cuya “Mona Lee” abriría un espectáculo mucho más basado en el repertorio tradicional que en las novedades, concesión sin duda a la media de edad del público que abarrotaba la sala.
Con un show dividido en tres partes claramente diferenciadas: una primera del más brillante y saltarín Bluegrass-Rock, con temas como “Shop It Around” o “Land Of The Free”, una segunda más nutrida de medios tiempos, fantástica “Pray for me, Mama (I’m a gypsy now)”, para cerrar con una auténtica tralla de Rock and Roll de tintes Hard, donde el guitarrista Warner Hodges exhibió talento y un estilo al tocar casi metálico, como en la potentisima “Better than This” en la que su compañero Jason Ringenberg se retiró cediéndole el absoluto protagonismo a los micros.
Dos bises cerraron la velada; “White Lies” y “Help! There’s a fire” el primero, y uno final y totalmente improvisado, si no fue así lo fingieron muy bien, con “Lost Highway”. Una divertidísima noche en la que hubo whiskey, cerveza, chistes (terribles, por cierto) y mucho, mucho, ROCK AND ROLL.
Texto: Almudena Eced
Fotos: Raúl Ranz
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