La chilena Javiera Mena vive asentada en una suerte de tecno-pop que le ha garantizado la adhesión incondicional de cierto segmento de seguidores. Aquellos a los que les puede gustar tanto la música de Hidrogenesse, de Amaral cuando no son tan derrengados o incluso los Fangoria menos cáusticos y dramáticos. Por eso, Hidrogenesse han tenido la audacia de elaborar una tremenda remezcla para una de las mejores canciones de su segundo álbum de estudio, “Mena“, publicado el año pasado. Nadie mejor que ellos para encauzar el pop bailable y etéreo de su elevada “Luz de piedra de luna“.
La canciones de esta briosa cantautora circulan por unas sendas que fluyen entre los sueños del pop más bailable hasta esos atajos de letras llevadas por el amor más cándido, inutilizando lo sencillo hacia el clamor de lo positivo, alegre en todos los sentidos, y deshaciendo lo que de infantil pueden ser sus letras hasta una pericia registrada que, desde aquel 2001 tocando en circuitos de rock independientes de Santiago de Chile, han cubierto un hueco para el “hazlo tú mismo”, que ahueca hasta ensancharlo de alborozo electrónico.
Javiera Mena ya se había paseado con su música por Madrid, una de las veces acompañando a “Kings of Convenience” hace casi dos años. Allí algunos conocimos el entusiasmo de su pop acústico en un concierto desconectado de esquemas electrónicos, a esperas de un siguiente disco que centralizó las vistas en las tareas que le han hecho popular.
SON Estrella Galicia la ha traído a ella solita a España ( A Coruña, Ourense, Madrid, Vigo y Valladolid) para presentar sus canciones y se agranda el círculo, desde los circuitos independientes de México, donde es conocida, hasta los de España, donde en esas mismas órbitas de ocurrente tecno-pop (entre varias cosas), es tan querida.
El directo de Javiera Mena, ahora, tiene tres caras muy diferentes. La primera, su pop más accesible y comercial, en el que paseó sus canciones la primera (y más aburrida) media hora de concierto. Utilizando tácticas donde los esquemas más sencillos del pop que ahonda en lugares comunes de estribillos y letras no consiguen levantar el aliento de un público que pedía más. Comenzó con “Perlas“, “Un audífono tú, un audífono yo” y “Está en tus manos“. Quedábamos a la espera de más. Los primeros minutos no descubrían nada nuevo de la verdadera cantante.
De ahí en adelante y sobre todo a partir de “Como siempre soñé“, se vio la otra cara de la chilena; la más petarda, divertida, bailable, contagiosa y cachonda. Y el concierto levantó el vuelo. Con “Sufrir“, “El amanecer“, “La comida” (y su segundas intenciones: “La comida es lo primero, la moral viene después) y “Yo no te pido la luna” (y su público ya en pie) fundiendo el italo-disco en una fortuna de identificación ochentera hizo que saltaran los botones, las melenas y la brillantina, desde el indie menos pretencioso hacia el vértice mismo de la fiesta sin prejuicio alguno. En este sentido, cerró el concierto como mejor sabía, con “Luz de piedra de luna“. Su valor seguro para dejar un buen sabor de boca.
Entre medias, la otra jugada de Javiera Mena, donde su estupenda voz cobra fuerza en acústico, que juega al contraplano de sus dos otras imágenes. De ahí que la variedad de su directo puedan hacerse vanagloriarse de un repertorio variado, donde tengan cabida varias cuadrillas de entusiastas, sobre todo aquellos (mayoría de público joven, como ella decía, había pocos casados entre el público) a los que no les cuesta soltar las palmas a ritmo de sus mejores canciones. Me refiero a las más rítmicas de sus dos trabajos de estudio.
Con un magnífico sonido, los arreglos electrónicos no tapaban la diáfana voz de la artista. La calidad de su voz quedó patente en todos los sentidos.
Ni que decir tiene, en España existe una pandilla que se complace en verla pasear su música. Y se lo tiene bien merecido.
Texto: Ángel Del Olmo