El concierto empezaba a los acordes de “Slippin´and Slidin´” de Little Richard, pero Jerry Lee todavía no aparecía en el escenario. La banda de acompañamiento del pianista de Ferriday era la encargada de calentar al personal. Media de hora de actuación en la que repasaron varios clásicos como “Memphis Tennessee“, lugar del que son originarios los músicos del ‘Killer’, o “Wooly Bully“. Una actuación apañada pero sin demasiada garra. La grada esperaba ansiosa la aparición del viejo Jerry. Así que cuando lentamente la estrella de la noche se dirigió hacia el piano una gran ovación atronó en el escenario de Puerta del Ángel.
La imagen del rockero más salvaje de los años 50, caminando como un ancianito hacia su instrumento no hacía presagiar nada bueno. Pero en esto del rock hay gente que lo tiene y gente que no. Afortunadamente Jerry Lee es uno de los que lo tiene. ¿Y qué es lo que tiene? Pues algo que los flamencos llamarían ‘duende’. Fue sentarse al piano y atacar los primeros acordes de “Down the line” y al anciano Jerry se le quitaron veinte años de encima. Aunque no nos engañemos, tampoco vimos al mejor Jerry Lee, para ello deberíamos haber nacido algunos años antes.
El espectáculo continuó con “Georgia on my mind“, la célebre balada que popularizara Ray Charles, y es que Jerry Lee tuvo la ocasión de homenajear a algunos de los más ilustres compañeros de su quinta. Sonaron también “Sweet little sixteen” y “Johnny B. Goode” de Chuck Berry o “Chantilly lace” de Fats Domino. Sólo un recuerdo para sus compañeros en Sun Records, el “Matchbox” de Carl Perkins, pero nada de Elvis, Johnny Cash, o Roy Orbison. En cambio si que sonó el “You win again” de Hank Williams, uno de sus compositores fetiche. Y es que el country siempre ha sido una de las debilidades de Jerry Lee. En estos territorios más pausados es donde mejor se mueve el actual Jerry Lee. La clase nunca se pierde pero sería demasiado pedirle que tocase a la misma velocidad que en su mítico directo en el Star Club de Hamburgo.
“Drinkin´Wine spo-dee-o-dee” dejo el momento de la noche, cuando una pareja se marcó un baile de película que se llevó todos los focos. En esas estábamos cuando “Great balls of fire” levantó a toda la gente de sus asientos. Una versión impetuosa que nos transportaba a 1957 el año en que el ‘asesino’ se convertía en el más serio aspirante al trono de Elvis. Sin tiempo para recobrar el aliento “Whole lotta shakin´ goin´ on” convertía el escenario de Puerta del Ángel en una caldera. Hubo alguno que pensó que el piano de Jerry se iba a incendiar por combustión propia y que Jerry acabaría aporreando el piano con los pies.
Pero el milagro no se produjo y mientras la banda seguía tocando nos dimos de bruces con la realidad, Jerry Lee se levantaba del piano, tras una hora escasa de actuación, y abandonaba el escenario renqueante. El ‘asesino’ se ha hecho mayor pero para las más de dos mil personas que casi llenaban el recinto no pasaba nada. Dentro de algunos años podrán decirle a sus nietos, “nosotros vimos a Jerry Lee Lewis”. Amén.
Texto: Sergio Ariza
Fotos: Raúl Ranz
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