Como niños en su cumpleaños. Tal y como si todos los que llenábamos el Teatro Lara escondiéramos piedras en los bolsillos, para lanzarlas hacia aquellos que nos impidieran entrar. Con las sombras arrimadas a nuestros pies y de ahí, pegadas a los asientos. SON Estrella Galicia cerraba, por el momento, su calendario de conciertos con un portazo espectacular a su exquisita selección de artistas. Aterrizó la segunda visita de John Grant este año, tras el impacto emocional que supuso la presentación de su obra maestra en Madrid, “Queen of Denmark“, en el Día de la Música hace unos meses. Y confiando en repetir el calco de esas canciones que siguen pegadas a nuestros oídos, más unas cuantas nuevas que comenzará a grabar el próximo enero, en el que será su segundo trabajo en solitario; el rey del soft-pop soltó sus lanzagranadas desde el primer centímetro al último de lo largo y ancho de las figuras que tenía delante. E hizo explotar con su fulgor conmovedor de la primera fila a la última los tímpanos afectados con ese lirismo que le han hecho tan característico y carismático, con un piano, sonidos pregrabados y un teclado para dar forma a unas canciones donde alguien le ha encargado un hueco propio y distinguido en la otra parte de lo que puede ser el “crooner” de la nueva era. Aquella donde no se ve atisbo de fingimiento con la sencillez. Y el silencio fue unánime y respetuoso. Tenía delante a su pandilla de incondicionales. La ocasión pintaba clara; el disco estaba rodado y sólo cabía dejarse llevar. Él y su pareja en el escenario se encargarían del resto.
Con su castellano entrañable, saludó a su público con un “¿qué tal?, ¿cómo habéis estado últimamente?”, y de ahí comenzó a caer el granizo de sus estrofas, marcadas por esas melodías pegadizas que producen esa combustión instantánea en cuanto abre la boca. Hay que ver el magnetismo que tiene el hombre.
La primera de su excelso álbum fue “Sigourney Weaver“. Desde ahí en adelante quedábamos entregados a, por una parte, las pocas sorpresas de la noche y, por otra, aquellas que no nos hacía falta escuchar.
Es cierto que hasta ahora, el sonido del Teatro Lara ha sido perfecto. Esta vez, un pitido fastidioso impidió la sobresaliente candidez de algunas canciones. De la malicia se encargaron los comentarios del artista, con su humor revoltoso y cercano. Otras veces, para dedicar una emotiva canción a su abuela fallecida un par de años antes.
Será que en un país tan tibio, el que se acerque a nosotros un señor con tanta presencia, sea una noticia la mar de agradable. A más de uno le hubiese servido de hazaña personal el conocer a este señor. Y si no, así nos luce el pelo.
Sigamos. Tras ellas, impactaron “Marz“, las suaves notas de vocoder con las que iniciaba la crepuscular “Where dreams go to die” y los dos ases del tamaño de un castillo que, en el mismo orden del disco, tocó en esa noche: la que para el que esto suscribe es la mejor canción de su álbum, “It’s easier” y, tras este descomunal canto de cisne, “Outer Space“, otra de sus muestras de lo que puede ser un estribillo que anega toda una canción.
También hubo un espacio para el gancho del pop casi saltarín de la canción más “simpática” de su trabajo; “Chicken bones“, así como para la ensoñación casi espacial de otro acierto, “Caramel“. Antes, también había marcado la pausa firme de la que, quizá, es la pieza más inmutable de su repertorio y la que más caracteriza su estilo: “TC and Honeybear“, que puede afinar el conjunto de sus temas.
Pero esta vez, si tengo que quedarme con una, habría que escoger, por su crescendo que cantó de forma tan dramática como espectacular, “Queen of Denmark“, que cierra su disco y casi una noche al borde de un abismo donde lanzarse a una incondicional escolta de aquí en adelante.
Tras los encendidos aplausos volvió a salir para entregar, con su declaración de intenciones, “Jesus hates faggots“.
Esperando ansiosos su segundo trabajo nos vuelve a dejar con los brazos en alto.
Como dicen que afirmaba Truman Capote: “Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio”. Aquí se podía cambiar por: “Soy un señor. Soy entrañable. Soy homosexual. Soy otro genio”. El que no lo comparta, allá él. Que siga igual de tibio y sin piedras en los bolsillos.
Texto: Ángel Del Olmo
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