Los cuatro músicos subieron al escenario encapuchados y comenzaron a tocar El enemigo, el primer single del álbum Que vienen. En ese mismo instante, se abrió una puerta y el público entró a ese mundo paralelo que es Kitai, donde no importa quién seas ni de dónde vengas, que al llegar estarás acompañado de otros seres humanos que sienten lo mismo que tú. Así, el grupo Ë—ya con el rostro descubiertoË— continuaba con otros temas de este mismo álbum, como Sur y Nº1. Todas ellas son canciones más inmediatas que en sus trabajos anteriores, temas que en directo se disfrutan y te sacuden, como una marcha militar, como un sonido bárbaro y claro que llama a las filas.
Después la banda rescató canciones de sus dos EPs. Los focos se apagaron y la sala se iluminó únicamente por los mecheros, linternas y flashes del público: la noche brillaba como el día y las tinieblas se volvieron Luz artificial. Y al igual que la luz llegó el agua; H2OÂ empapaba el escenario y empapaba el público, empapaba de una manera física y también mental. Como si de un ritual mágico se tratase, Alexander temblaba bajo el agua y la esparcía también debajo del escenario entre algunos de los atónitos asistentes, mientras las potentes líneas de bajo de Fabio se mantenían. Entre estos temas más antiguos, se mezclaban otros más nuevos como Sientes el golpe, un canto a la vida y a la muerte a partes iguales, una invitación a disfrutar de cada instante como si fuese el último. También el que da nombre al disco, Que vienen, sonó esa noche de jueves enloqueciendo a los asistentes, así como Boom, un tema rescatado de la primera maqueta de la banda, conocido sólo por un pequeño porcentaje de los asistentes.
Otra de las canciones interpretadas esa noche fue Kitai, un tema mucho más íntimo que los que le acompañan en este último álbum, con Alexander tocando una acústica y describiendo ese extraño concepto que es Kitai, en el que hay límites cuánticos y cuentos de plástico, en el que es tan difícil respirar y, desde luego, en el que no se rinde uno fácilmente y se continúa hasta que salga el sol. Y es entonces, cuando se pronuncia la frase “y es que en Kitai no existe Dios”, cuando entra el resto de instrumentos, entre los que destacan la guitarra de Edu, que traza un dibujo puro que conduce al que lo escucha hasta ese mundo paralelo del que nos habla la letra.
Para cerrar, Kitai recurría de nuevo a canciones de Origen y Viral, estos dos EPs publicados en 2013 y 2014 respectivamente, como Melodrama y Chikinouva, dos temas enlazados a la perfección, con melodías de una elegancia y una potencia que rara vez se combinan en una misma composición. El grupo terminaba con Superior, single de su segundo EP, acompañándose en el escenario por miembros del público a los que Alex iba reclutando. Con media sala sobre el escenario y la otra media gritando desde abajo, nos despedíamos de Kitai, que dejaron caer a lo largo del concierto que tocarían en la Joy Eslava el próximo año. El círculo parecía cerrarse, pero no, no era un círculo, sino una espiral llamada Kitai, que sólo puede expandirse más y más hacia afuera.
Texto: Ana Martínez Bautista
Fotos: Beatriz H. Viloria
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