Si alguien había disfrutado de Aphrodite Tour, la anterior gira de Kylie Minogue, posiblemente tenía puestas grandes esperanzas en Kiss Me Once Tour tras el buen hacer de la anterior (si uno sabe apreciar el buen gusto de lo hortera bien ejecutado). Dejémoslo en suspense hasta el final y ya me diréis que conclusiones obtenéis tras esta crónica (dentro de la subjetividad que esto conlleva). Eso o saltaros el rollo e ir directamente al último párrafo. El caso es que tras posicionarme en la zona de invitados y prensa y poder contemplar el escenario de manera lateral pero tampoco en escorzo, y tras un par de insulsos djs que aportaban lo mismo que la música del hilo, la australiana salió en un escenario de gran tamaño pero algo vacío. ¿Drama? Un poco, que en general se extendió a todo el concierto en el aspecto visual.
Se echaban de menos bailarines o elementos que llenasen el espacio, dando una sensación de desangelado desde que abrió con “Les sex”, por mucho que ella saliese tumbada sobre unos llamativos labios enormes. Pero tampoco se basaba en cantidad, sino también en calidad, en buen gusto y diseño, que fallaron en “In my arms”, “Wow” y “Timebomb” (horrible la referencia a Dalí en las proyecciones de esta última). Y Kylie estaba todavía calentando, sin llegar a conectar del todo con la audiencia. Tras el primer interludio la cosa mejoró, gracias a una estética mejor resuelta, muy influenciada por el synth pop de los ochenta, y por enlazar del tirón tres hits incontestables de Light Years, un disco claramente infravalorado: Spinning around, On a night like this y Your disco needs you. Volviendo al tema de la estética, en la segunda, en una versión más disco, no hubo grandes artificios pero la sencillez entre oscuridad y luces destacaron sobre puestas en escena más recargadas.
Tras una “Slow” que acabó guitarrera, casi hard rock, otro interludio, y después uno de los momentos más deliciosos de la velada. Puede que un poco decepcionante para los que busquen éxitos de sus primeros años (en general se centró de los 2000 en adelante), pero la experiencia mereció la pena. Y es que llevó a cabo un popurrí de ”Hand on your heart”, “Never too late”, “Got to be certain” y ”I should be so lucky”, que aparte de muy divertido a nivel musical, recreó de manera certera los elementos clave de sus vídeos, incluyendo también flashes con imágenes de ella descaradamente joven. Una maravilla la mar de hortera, en su mejor acepción. Después la cosa perdió fuelle culpa de una versión de “Need you tonight” de INXS, por mucho que se tratase de un homenaje a su ex fallecido Michael Hutchence, líder de la banda. Sección de temática más picantona que culminó con la trasnochada “Sexercize” (sí, tras una hora de concierto se volvió a acordar de su último disco).
Su hit con mayúsculas, ”Can’t get you out of my head”, quedó algo anclado en el tiempo, incluso aunque sonasen más guitarras y la base fuera más techno, pero los años no le han sentado del todo bien, a diferencia de “Kids”, que incluso sin Robbie Williams funcionó muy bien (su papel lo adoptó una de sus coristas). Tanto jolgorio se corta en seco con la balada hortera (esta vez en su peor acepción) “Beautiful”, remontando gracias a Dios con “Kiss me once”, también ñoña, pero encantadora. Mucho altibajo que en su último tramo en general mejora gracias a al combo “Love at first sight”/”Get out of my way” (hermanas gemelas), después un momento íntimo donde demostró que es la popstar más maja y natural, donde incluso tuvo el detalle de subir a un fan al escenario para hacerse un selfie (aunque el individuo se pasó de pesado). Además interpretó “Million miles”, “Crystallize” y “Confide in me”, o al menos fragmentos, a petición de los fans que se aplastaban mutuamente para que Kylie les escuchara.
Entonces la fiesta volvió con “Locomotion”, en un número desenfadado y alegre que enlazó a la perfección con la emotiva “All the lovers” y ese puente en forma de riff de teclado que levantaría hasta a un muerto. Así se marchó, pero sabíamos que iba a volver porque faltaba el single principal de Kiss Me Once, pero también se esperaba algún hit más. Pero no, solo regaló “Into the blue”, muy de levantar los brazos y dar mucho juego gracias a sus “ioh-oh-oh-oh”. Un final a la altura para un show muy por debajo de su antecesor, entretenido por sí solo, con algunos buenos momentos, pero otros sin brillo. Ya se sabe que este último disco no ha contado con el respaldo del anterior, y por eso quizás no se haya invertido el mismo tiempo, dinero y esfuerzo en esta gira, pero tampoco es excusa. En definitiva, divertido pero inocuo.
dyorch / foto: La Opinión de Murcia (Alberto Martín)
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