Sudáfrica es un país con ciertas peculiaridades que lo hacen un caso único en el mundo. Culturalmente, el colonialismo y el apartheid crearon una sociedad dividida en la que los blancos, de origen holandés y británico sobre todo, han estado durante mucho tiempo aferrados a sus herencias culturales, mientras que la población negra reaccionaba en su contra. Éstos no tuvieron durante demasiados años muchas herramientas mediante las cuales enfrentarse al duro régimen impuesto, por lo que el rechazo a cualquier manifestación cultural blanca era una de las pocas muestras de rebeldía que podían tomar, al tiempo que ponían su mirada en su propia herencia y tradiciones.
Sin embargo, el trasvase de influencias y sonidos se produjo y tanto la música occidental como la autóctona tomaron elementos de una y otra. Uno de esos elementos y de los más conocidos es la mbube, la fórmula que dio lugar a un género mediante la cual un solista, generalmente de voz aguda, lidera la canción y un coro, habitualmente de voces graves, le van contestando. Un tipo de canto que también tiene similitudes con el góspel y otras músicas de origen religioso.
Una de las primeras muestras de este género que llegó al mundo occidental fue un himno zulú llamado Wimoweh, adaptado por Peete Seeger y The Weavers y que tuvo una gran repercusión. Aquella canción, escrita por Solomon Linda y también conocida como The Lion Sleeps Tonight, tenía su origen en la emigración de muchos jóvenes zulúes que, durante los años 20, se produjo hacia zonas mineras. Allí, en ese nuevo entorno urbano, los nuevos trabajadores desarrollaron y mantuvieron muchas de sus tradiciones, especialmente en su tiempo de ocio, que aprovechaban para cantar y bailar. Curiosamente, algo muy parecido a lo que ocurrió en los Estados Unidos, cuando la población negra de las zonas rurales llegó a las ciudades con su propia música bajo el brazo.
El iscathamiya fue el reemplazo natural del mbube. Mucho más suave y poniendo el énfasis en la armonía de las distintas voces, este estilo dio el salto a mediados de los 80 cuando Paul Simon contó con la banda Ladysmith Black Mambazo en la canción Diamonds on the Soles of her Shoes, de su álbum Graceland. Aquel fue el despegue de esta formación que desde entonces no ha dejado de grabar discos, a veces dedicado a versiones de temas clásicos de la música popular americana y otras, las más interesantes, a las composiciones propias y la reinterpretación de canciones tradicionales.
En los años 60 surgió el mbaqanga, un género que aunaba elementos de jazz y otros autóctonos. Tanto esta como otras manifestaciones culturales sudafricanas de mediados del siglo XX tuvieron su origen en Sophiatown, una localidad cercana a Johannesburgo en la que la población negra disfrutaba aún de ciertas libertades. Sin embargo, cuando más tarde los barrios blancos fueron expandiéndose la población de Sophiatown fue expulsada y aquel centro artístico se desplazó a Soweto, aunque en el camino muchas formas culturales y músicos acabaron disgregados.
La chimurenga como género fue un término acuñado por Thomas Mapfumo, un músico fuertemente implicado en la lucha social y política de Zimbabwe que adaptó la música tradicional shona y le dio una nueva forma más contestataria y cercana a lo que conocemos como canción protesta, aunque en este caso da lugar a una peculiar mezcla de rock and roll, reggae, algo de jazz y música tradicional de la zona.
A los mencionados habríamos de sumar un buen número de géneros o subgéneros, como la cothoza mfana, muy similar al iscathamiya; el ishikwela, que fue muy popular en los años 50; la marrabenta, procedente de Mozambique; la kizomba, que venía de Angola; el marabi, influenciado por el rock and roll; el trane trekker, que se forjó a partir del country americano; o la kalindula, que toma el nombre del instrumento que la caracteriza y que procede de Zambia. Y todo esto no es más que una breve aproximación a la enorme riqueza musical de Sudáfrica…
Texto: Juan Manuel Vilches
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