Artista: La Roux
Álbum: La Roux
Discográfica: Universal
País: Gran Bretaña
Año: 2009
Más información: web oficial, myspace
Elly Jackson de La Roux es, posiblemente, la chica más cool del momento. No resulta demasiado atractiva, pero su imagen andrógina más propia de los ochenta, del estilo de Grace Jones o Pete Burns (antes de convertirse en un engendro) y ese flequillo tan estrafalario (que probablemente se convierta en un must de la temporada), ha calado hondo. Pero dejando a un lado su llamativa estética, esta mujerzuela con cara de pocos amigos y su productor en la sombra, Ben Langmaid, se lanzan de cabeza en las últimamente muy concurridas aguas del electro-pop, en boga gracias a Lady Gaga, Ladyhawke, Britney con su “Womanizer” o Little Boots. Y es con ésta última con la que más comparaciones han surgido. Aparte del electro, ambas representan el revival ochenteno que parece que nunca termina (¿será por qué no nos atrevemos con los noventa?), aunque La Roux profundiza algo más en la época, sin olvidar el moderno barniz de rigor para que el asunto no huela más de lo debido.
Parece que entre ambas, la flequillosa ha sido la que se ha llevado el gato al agua en cuestión de éxito comercial, aunque escuchando su debut uno se pregunta el porqué. Si con Hands comentaba esa incesante búsqueda del estribillo fácil, después de tantear el debut de Elly y Ben, agradeces que en el disco de su supuesta rival al menos los hubiese. Muchas veces parece que la canción va a llegar a un clímax espectacular y sin quererlo ni beberlo te encuentras con un bluff, como en “Bulletproof”, su gran número uno en UK, que convence, aunque su estribillo se queda a medio gas. “In for the kill”, su primer éxito, cuenta con una interpretación por parte de Elly casi insufrible, con un tono de voz algo desagradable y una melodía que casi brilla por su ausencia, por lo que cuesta entender que haya sido número dos en la lista inglesa. “As if by magic” tiene un tufillo muy Kiss FM, una ochentada de tomo y lomo, pero que al final se destapa como uno de los mejores argumentos de su homónimo trabajo, con un registro vocal de lo más sugerente (después de aguantar tanto alarido). “Tigerlly” es un tema interesante, pegadizo, aunque ese monólogo a lo Vincent Price en “Thriller” provoca cierta vergüenza ajena. Y es que hay que saber cuándo y cómo hay que utilizar ciertos recursos. “Fascination”, el tema más claramente dance, engancha e invita a disfrutar de la noche y darle una oportunidad más al disco, que a partir de la mitad flojea escandalosamente, con monótonos medios tiempos como “Reflections and protections” o “Growing pains”.
Pero sin duda el mayor lastre del álbum recae en la monótona producción, donde parece que Langmaid ponga el piloto automático para ofrecernos la misma línea de base o los mismos sintetizadores retro una y otra vez. Las pinceladas de sonido 8 bits son probablemente el momento más brillante de este apartado. Pero es que a nivel melódico le sucede tres cuartos de lo mismo. Los escasos momentos de lucidez y variedad salvan por los pelos un trabajo demasiado mecánico en su planteamiento y algo decepcionante en su ejecución. Consejo: menos pose y mejores resultados.
dyorch
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