Las intenciones de la organización del Low Cost Festival estaban claras, dos apuestas foráneas bien fresquitas, tanto del pop -Mika- como del rock -Mando Diao- y una nutrida representación nacional. Un recinto muy bien pensado y unos esfuerzos de producción que se notan más de lo que parece. Sólo una objeción, los verdaderos cabezas de cartel, por popularidad y calidad -y por profesionalidad, ¿verdad Mika?-, fueron Vetusta Morla.
Al inicio de la jornada del viernes volvimos a saborear country, con versión de Johnny Cash incluida, a cargo de The Travessy Band. El escenario Budweiser lo estrenó Sidonie, Fascinados con todos sus incondicionales y muchos más cogiendo sitio para la actuación de Vetusta. Los barceloneses dedicaron Giraluna a sus amigos de Tachenko, que recientemente han sufrido un accidente de tráfico mientras giraban con Micah P. Hinson.
Dos bandas y un destino -el hermanamiento entre el surf de Los Coronas y el rock acústico de Arizona Baby- comenzaron con muchos problemas de sonido y al trío vallisoletano se le hizo muy grande el escenario cuando estuvieron solos, pero volvieron los de Malasaña con Los Rumbaleros o Maremoto y la cosa mejoró mucho. Finalizan los ocho forajidos haciendo bailar con The Wedge a todos aquellos que una hora antes les miraban con curiosidad zoológica.
Delafé y las flores azules se presentaron con Delafé afónico, éste se disculpa y hace lo que puede. Tampoco su compañera anda muy fina, no obstante la comunión con su gente salva su actuación con Espíritu santo o Río por no llorar de su último disco VS Las trompetas de la muerte o La Juani, de su pasado con Facto.
Realmente empezar de aquella manera no era necesario, el público ya estaba entregado, pero la habilidad de Vetusta Morla para elevar la intensidad de 0 a 100 en los seis minutos de Los días raros es reafirmarse en primera división con autoridad. Sobre las tablas un cantante sublime sin exhibiciones innecesarias y una banda que no se permite ningún exceso mientras caminan juntos de la mano a través de composiciones muy trabajadas.
Acaban de dar otro paso adelante, de llenar salas a liderar festivales, todo ello con un segundo disco recién parido con temas más complejos y una gran evolución en profundidad y matices. Las letras más coreadas pertenecen a Un día en el mundo, y venga, sí, con la música de los tricantinos también se puede bailar. A destacar la perfecta sintonía entre bajista, batería y percusionista.
El divo líbano-inglés Mika casi la arma, llegó de chiripa -por su culpa-, pero se permitió unos chistes al respecto. También pasó de hacer coros agudos (pregrabados, lo suponíamos) y mientras daba gráciles saltitos alrededor de su compañera de gran voz y vestido Björkiano soltó todos sus hits a porrillo, y es que en dos discos tiene hitazos para dar y tomar, Relax, Take It Easy, Rain, Love Today y muchos otros. Una pena que se tirase un buen rato haciendo de toreador y matando a sus músicos (sic), unos minutos de bochorno que debería haberse ahorrado. Buena actuación, en todo caso. Además trae consigo una “baterista pequeñita pero peligrosa”.
El final de Crystal Castles fue apoteósico, mucho humo para la electrónica oscura y violenta de los canadienses, y las mejores opiniones de los que disfrutaron de su set entero. Un poco de la psicodelia de Lüger y algo más de electrónica antes de retirarnos -ya de día- tarareando Baldosas amarillas con una sonrisita.
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