El Luna Lunera continuaba y después de que viernes disfrutáramos de los conciertos de The Brew y Marah, sobre todo de los primeros, el sábado la primera encargada de llenar Sos del Rey Católico de música fue la última sensación del Rock en España, Maika Makovski y su banda. A día de hoy muchos coinciden en que es la mejor cantante del país y tras verla en directo, me sumo a esa opinión. Vino a Sos para presentar su tercer y homónimo disco grabado entre Bristol y Bath bajo la supervisión de John Parish y además lo hizo con un nuevo estilo, look y evolución. Con la mirada de quien está muy satisfecha de estar en el punto en el que se encuentran, mirando a las grandas de la Lonja y sonriendo desde el primer momento, con orgullo y agradecimiento a partes iguales.
Yo no la he escuchado decir lo harta que está de que se la compare con PJ Harvey pero se le nota que así es. Es innegable que tiene puntos en común con ella, como el productor sin ir más lejos, pero creo que ambas poseen un estilo propio. Si bien es cierto que Maika aún no ha construido totalmente su castillo artístico puesto que sigue tejiendo su traje musical con retazos de aquí y allá, con este nuevo trabajo sin duda ha alcanzado la cima que llevaba muchos años construyendo. O una de las grandes cimas, al menos. Segura de sí misma y de las nuevas canciones, versó el concierto en su mayor parte en presentarlas. Y de este modo, con “No Blood” y su canto al énfasis, la emocional y distorsionada “Oh M Ah“, la pasional “Lava Love“, la sensible y de corte pop “The Bastard And The Tramp” o la rabiosa y energética “Devil Tricks” nos presentó su cara más blues, alejándose un poco de su pasado más crudo y garagero. A título personal, no puedo evitar confesar que, si por mi fuera, en el próximo disco me gustaría que combinara la faceta actual, más trabajada, sensual y llena de registros, con una más cañera y virulenta, propia de la juventud más primeriza y que ya dejó atrás. Una especie de madurez contenida estaría bien. Pero bueno, por lo pronto me dejaré guiar por su viaje de atmósferas, tal y como hice en el Luna Lunera y por supuesto, seguiré reconociendo su creciente talento.
Aunque la mallorquina dio ligeras pinceladas del Kradiaw y el Kraj So Kóferot, fue sobre el terreno de Maika sobre el que desplegó toda su sutileza vocal, con la que además hizo gala de su versatilidad de registros. Donde también destaca el vaivén es en la variedad de estilos ya que mientras unas canciones son oscuras, e incluso tenebristas en algunos matices, otras invitan a ser coreadas y están plagadas de luz y positivismo. A lo largo de todo el concierto, tal y como ocurre cuando escuchas el disco, se produce una espiral en la que se entremezclan guitarras rockeras con folk lleno de feminidad o instrumentación minimalista. Una formación perfectamente conectada salta de una sordidez vibrante a melodías sencillas y con una estructura claramente definida.
Es innegable que la nueva Maika, más intimista y conceptual, es tremendamente estimulante, pero no puedo evitar echar en falta un poco de bilis satinada como la que vomitaba al versionar “Ace of Spades” de Motörhead y que ya ha dejado a un lado. Es lo que tiene el nuevo comienzo bajo este cielo renovado, claro. En cualquier caso, el concierto fue sobresaliente y Maika Makovski no pudieron ponernos más a tono de lo que lo hicieron. Y sí, dicho así en plural ya que, como la cantante se despidió diciendo “somos Maika Makovski”, ese nombre, más que una sola persona, es un concepto y un sólido grupo capaz de llegar al corazón.
Tras ella y ellos, fue el turno de uno de los principales iconos de la música británica de los últimos tiempos, el maestro Nick Lowe. Hay algunos a los que quizá les sorprenda esta afirmación e incluso otros que se pregunten quién demonios es Nick Lowe. Luego les pones el “Cruel to be Kind” y ya caen pero sí es cierto que, aunque siempre ha gozado del respeto de los cientos de artistas a los que ha influenciado, ha vendido muchísimos discos, aparecido en bandas sonoras, codeado con los grandes (como su gran amigo Elvis Costello con el que desgraciadamente no pudo coincidir para compartir velada en el Luna Lunera) y ser también un reconocido productor, toda su carrera se ha mantenido en un discreto segundo plano, en cuanto al mainstream rock/pop se refiere. Y esto es así a pesar de que hace treinta años se diera a conocer como uno de los adalides de la new wave tras la eclosión del Punk. Pero bueno, una cosa no quita la otra y hay que reconocer que Nick ha tenido una carrera honesta, coherente y llena de calidad musical.
El inglés vino a Sos para repasar toda su carrera en un concierto intimista y lleno de la poesía que sólo un lugar como éste puede rodear un escenario. Vestido como de andar por casa, con su pelo inmaculado perfectamente atusado y la sonrisa de quien está orgulloso de su senectud, apareció él solo y comenzó con su repertorio. Disfruta tanto de su directo en solitario como con una banda detrás que le respalde y, aunque estaban los instrumentos esperando sobre las tablas, se quiso dar el gusto de tocar unos temas únicamente en compañía de su guitarra. Poco después apareció la añeja comitiva de entre bastidores y electrizaron el concierto.
No tardaron en caer grandes temas como “People Change“, “So it goes“, “Long Limbed Girl“, “Heart” o la tremendamente popular “Cruel to be Kind” que todo el público coreó con él. El concierto iba rodado y a Lowe se le notaba muy cómodo sobre el escenario. Con la confianza de la madurez y de quien ha caminado, de una u otra forma, por el new age, el pop rock, el pub rock, el punk rock y el country, fue desgranando lo mejor de tres décadas de impecable trayectoria. Atrás quedaron los tiempos en los que se instaló en Estados Unidos, se casó con Carlene Carter (la hijastra de Johnny Cash), se infló a alcohol y estimulantes y tocó en infinidad de estadios abarrotados junto con Dave Edmunds en Rockpile, en la época en la que eran los teloneros habituales de grupos como Tom Petty, The Cars, Blondie o Bad Company, pero donde a él se le ve realmente feliz es tocando ante una pequeña audiencia con una banda tan sólida como la que le acompaña (en especial ese genio que lleva por teclista y que, cantando a dúo con Nick, protagonizó uno de los momentos más emotivos de la noche). Se le nota que quiere morir tocando y haciendo música, aunque cada vez le cueste más componer, porque ser un vejete no es un impedimento para seguir rockeando, que se lo digan sino a B.B.King. Y al fin y al cabo, Nick Lowe siempre ha transpirado más madurez que el resto de los de su generación. Por eso mismo los Damned, cuando éste produjo su debut en el 77, ya le llamaban abuelo.
A fuerza de baladas, algunas más entrañables, otras más emotivas y otras más animadas, Nick nos repasó toda su carrera con dos bises incluidos y puso la banda sonora perfecta a una noche que, como todas las demás, quedará impregnada en el recuerdo de los muros de Sos. En esta ocasión y a pesar de encontrarnos en la época que nos encontramos, creo que también fue puro pop para gente de ahora, como entonaba Lowe y gracias a canciones inmortales como “(What’s so funny bout) peace, love and understanding” nosotros nos despedimos de un fin de semana lleno de belleza repartida en todos los sentidos. La forma más idónea de redondearlo hubiera sido quedarse un día y una noche más en Sos para poder haber asistido al concierto de Drive-by Truckers pero, desgraciadamente, no pudo ser. Además, dicen que fue impresionante y nos lo creemos. Durante el camino de regreso pudimos hacer unas cuantas paradas en lugares como Foz de Lumbier y Pamplona y mientras degustábamos unos cuantos pinchos en la Estafeta no podíamos parar de repetir “qué ganas de volver al Luna Lunera”. Así que lo dicho, hasta el año que viene.
Texto: Javi JB & Pat Blanco