No entiendo cómo he podido tardar ocho años en descubrir el Luna Lunera pero sobre todo no asimilo el haber tardado toda mi vida en conocer Sos del Rey Católico y la comarca de las Cinco Villas, en general. Menos mal que al final he puesto remedio y he vivido la experiencia que supone embarcarse en este evento. Este año el cartel que lo conformaba era de auténtico fasto gracias a artistas de la talla de Ben Harper, Imelda May, Elvis Costello, Jakob Dylan y tantos otros. Desgraciadamente, al ser un festival dividido en doce conciertos diseminados por julio y agosto, no hubo más remedio que elegir. Tras una extenuante cavilación, finalmente nos decantamos por el fin de semana del 6 y 7 de agosto. El viernes fue de Marah y The Brew mientras que el sábado correspondió a Nick Lowe y Maika Makovski. Un grupo consagrado, un cantante histórico, una de las bandas emergentes del momento y la cantante española que más está dando que hablar actualmente en el circuito rockero. Un programa exquisito que nos hizo salivar antes, durante y después con el recuerdo. Porque el recuerdo que nos llevamos del Luna Lunera fue inolvidable.
Antes de meterme en harina con las actuaciones intentaré describir brevemente el festival. Enmarcado en una pétrea localidad perdida cerca de los Pirineos, humildemente situada entre Navarra y Aragón y llamada Sos del Rey Católico hay una lonja medieval del siglo XIV. Ese es el foco que lleva iluminando las noches de verano desde el año 2002 para dar cabida a joyas del Rock provenientes de todo el mundo. Bajo unos arcos iluminados, el escenario, y como marco la Iglesia de san Esteban y la torre del Homenaje del Castillo. Y es que hacía ya tres siglos que dichas construcciones se habían erigido cuando nació a unos metros de allí, en el caserón de Sada, el mismísimo Fernando el Católico. Un lugar histórico en el que artistas como los citados han cincelado ya actuaciones enclavadas en la memoria del Rock en España. Y la de las 450 personas que cada noche han gozado del honor de asistir a uno de esos exclusivos conciertos bajo la luna.
Maravillados por lo perfectamente cuidado, restaurado y conservado que está el pueblo, nos fuimos abriendo paso a través de sus angostas callejuelas hasta llegar a la plaza de la Villa. Tras contemplar la exposición de fotografías de artistas dispuesta por todos los muros, a destacar el velludo rostro de la señorita Patti Smith, era la hora de beber cerveza Ambar hasta que la Lonja abriera sus puertas. De hecho, en la terraza ubicada frente al Ayuntamiento, donde durante la Edad Media estuvo el mercado, ya se encontraba el amigo Bielanko de Marah dándole duro al zumo de cebada. Sembrando la simiente que daría lugar a su actuación de esa noche y que en ese momento aún no podíamos imaginar.
Los encargados de abrir la velada del viernes fueron un joven grupo que llevaba mucho tiempo deseando ver, The Brew. Dos chavales y un cincuentón vestidos con atuendos que parecen haber sido sacados del baúl de los recuerdos de Led Zep y una gran sonrisa pintada en las caras. Pues bien, después de asistir a su despliegue de energía, técnica y en definitiva, incendiario directo, aún tengo la boca abierta. No puedo esperar a volver a verles y aunque el factor sorpresa ya está extinto, estoy seguro de que desde este momento seré un asistente fiel de todas sus citas. Me ocurre un poco como con la serie Los Soprano, me gustaría no haberla visto nunca para disfrutar cada vez como la primera vez. Aunque está claro que cada vez que descubres un grupo que te fascina, es algo irrepetible y el hecho de que en esta ocasión fuera en un lugar como Sos, lo hace si cabe aún más especial.
Es sorprendente hasta la ofensa que esa demoledora combinación de blues rock, experimental y hard setentero pueda ser facturada por un par de veinteañeros y el padre de uno de ellos. Es como si hace cuatro años, en un día de aburrimiento en Grimsby, les hubiera dado por ir a improvisar un rato al garage y les hubiera poseído el espíritu de Hendrix. Y es que quien posee un talento como el suyo y no lo explota se traiciona a sí mismo. Gracias a Dios ellos lo exprimen con todas sus fuerzas y por ello no cesan en su empeño por arrasar cada escenario que pisan. Metafóricamente hablando, claro. Acaban de empezar y sería un desperdicio destrozar el backline. Nosotros lo que queríamos era clase, actitud y calidad. Y de eso The Brew nos saciaron de principio a fin.
De lo que no nos sorprendimos fue de la estructura sobre la que construyeron el concierto ya que, al parecer, es la misma que llevan practicando bastante tiempo. Un buen repertorio granado con sus dos únicos discos, desde “Every Gig A Neighbour” a “Post code Hero“, “Hearts Desires” o “A Smile To Lift The Doubt” y una exhibición de maestría por parte de Jason Barwick de los que pocos, muy pocos, pueden hacer gala. Desliza sus dedos por el mástil hasta que parecer emerger fuego de las cuerdas. Y no sólo eso, sino que además se atreve a emular a Jimmy Page tocando la guitarra sirviéndose de un arco de violín y recreando atmósferas hipnóticas. Por su parte, el otro benjamín del grupo, el batera Kurtis Smith, dio paso al bis con un solo de batería espectacular en el que parece entrar en éxtasis percutido. De hecho, si no lo tuviera perfectamente programado, hubiéramos pensado que el lanzamiento de baquetas para empezar a aporrear la batería con sus manos desnudas fue fruto de un fogonazo de locura transitoria. Geniales ambos a pesar de ser un espectáculo un tanto onanístico y un pelín excesivo. Pero bueno, recapitulando, qué duda cabe que estamos ante uno de los grupos de rock and roll del momento. Y ese pequeño revival físico de un Jagger mejorado llamado Jason Barbwick es un auténtico diamante. Tiene el talento y carisma de los grandes y la guinda de “Voodoo Child” de Jimmy Hendrix terminó por bordar en su camisa el adjetivo prodigio. Todos los que nos pusimos en pie aquella noche para aplaudirles emocionados tan sólo deseamos una cosa, que esto sea solo el principio.
Esa noche desgraciadamente hubo una de cal y una de arena. Esperábamos ansiosos el regreso de Marah y nos topamos con una verbena de tomboleros haciendo más payasadas que rock and roll. Y es que una cosa es combinar la cerveza o el whisky, casi un obligado en una buena sesión guitarrera, y otra muy distinta agarrarse una cogorza que haga que a duras penas te puedas mantener en pie. Pues bien, después de unos cuantos tiras y afloja, podemos sentenciar al señor Bielanko (Dave, puesto que Serge ha decidido colgar las botas debido a su reciente paternidad y supongo que a unas cuantas razones más, relacionadas en su mayoría con el clima y arrastre del grupo) ha sucumbido al azote etílico. No es que durante toda su carrera haya paseado por los verdes prados de la abstención, precisamente, pero antes lograba suplir las melopeas sobre el escenario con actitud y un estado de forma musical impecable. Antes los conciertos eran un despliegue rockero de birra, sudor, entusiasmo y poderío en toda regla. Ahora, visto lo visto en el Luna Lunera, no son ni la sombra de lo que fueron. Tan sólo una tropa de bufones ciegos perdidos interpretando buenos temas, y algunos no tanto si nos ceñimos a su renqueante último trabajo, que no fueron dignos de tocar en el sitio en el que tocaron. Eso sí, quizás ingenuamente araño un poco de esperanza a mi ciego deseo y realmente espero que puedan recuperarse de esta caída, que esto simplemente fuera un día pésimo y en un futuro puedan volver a regalarnos música tan buena como la que son (o fueron) capaces de hacer y ejecutar.
Releyendo lo que acabo de escribir parece que el concierto fue poco menos que una tortura y que lo único que hicieron fue limitarse a arrastrarse como babosas por el escenario. Bueno, casi pero no. La verdad es que tuvieron también buenos momentos, incluso alguno genial, y a pesar de la cantidad de morralla que nos hicieron tragar no me aburrí ni un solo instante de las casi dos horas que duró su repertorio. Aunque sí es cierto que gran parte del tiempo cabeceaba incrédulo y preguntaba a los de al lado si ellos sabían qué coño estaban haciendo. También he de reconocer que las asequibles copas de la barra ayudaron a enturbiar un poco las luces y ver con positivismo la jarana de Marah. En frío y en sobriedad, ya es otra cosa. Y si parecieron una banda de bar que a nadie la importa un comino, no nos queda más remedio que recriminárselo. Y más aún cuando nos importan bastante más que un comino y aquello no era un tugurio de barrio, sino la Lonja de Sos.
No sé si es que han perdido la ilusión o simplemente son unos descontrolados. Debería haberles emocionado sacarse la espina de tocar en el Luna Lunera después de que el año pasado un diluvio truncara el concierto. En aquella ocasión sí que supieron estar a la altura de las circunstancias ya que decidieron improvisar un concierto, junto a Vetusta Morla (sic), en los porches de la plaza de la Villa que no creo que olviden nunca todos los que lo presenciaron. El del pasado 6 de agosto nosotros tampoco lo olvidaremos, eso seguro. Vinieron para presentar su nuevo trabajo, Life is a Problem, y después de verles tocar algún tema en directo todavía tengo menos esperanzas de que me acabe entrando. Aunque sí es cierto que hay algún tema de folk rock emocionante no supieron crear el aura necesaria como para que pudiéramos apreciarlo con propiedad. También tocaron algunos de sus temas más conocidos, como “Coughing Up Blood“, “Sooner Or Later” o “The Closer” pero no tiene perdón que se olvidaran de otras como “The Dishwater’s Blues”, si bien es cierto que era Serge Bielanko el que ponía los conciertos patas arriba con su armónica en esa canción.
En cuanto a la ceremonia alcohólica de la chupipandi en la que se ha convertido Marah, pues hubo un poco de todo. Momentos de descoordinación en los que cada uno hacía lo que más le apetecía en ese momento, otros en los que la presencia rockera de Dave era sustituida por un balbuceo inconexo mientras ese extravagante arlequín que tienen por bajista se dedicaba a bailar y hacer aspavientos como si fuera el borracho del pueblo. Ni tan siquiera la colaboración con Barwick de The Brew destiló un poco de emoción, por no decir que aquel embarullamiento no hubo por donde cogerlo. Y la teclista que en su día hacía lo suyo en un discreto segundo plano ahora se ha hecho la dueña y señora de la performance y no para de hacer el ganso. Incluso se atrevió a coger el micrófono para obsequiarnos con una canción hip-popera que no soy capaz de describir. Todo muy freak, en definitiva. Y nosotros que queríamos emocionarnos por momentos y bailotear a ratos finalmente nos quedamos con las ganas. Bueno, puede que si nos agitáramos un poco, pero más por compensar el asunto que por otro motivo. Ah, y no os guíeis por las fotografías, porque son demasiado perfectas como para plasmar lo que fue en realidad. En fin, que la esencia de Marah se ha disipado por completo y mucho nos tememos que no vaya a volver.
Pero bueno, al acabar la jornada del viernes había que celebrar que un concierto había sido sobresaliente y el otro cuanto menos curioso, así que nos fuimos a conocer los guariches del pueblo. Fue pasar por el que había frente a la salida del backstage para ver a Dave sujetando la barra con una cerveza en la mano y la mirada perdida mientras un fan no paraba de decirle cosas al oído que él ignoraba estoicamente. Y así continuó la noche hasta que, con una gran sonrisa, todos perdimos la conciencia.
Texto: Javi JB & Pat Blanco
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Una auténtica pena lo de MARAH... :((((
Pero el festival tiene una pinta bruuuuuuuuuuuuutal
marah = borracho
Pues una pena que no te quedases al mejor concierto de ese fin de semana, que sin duda fue el de Drive-by Truckers. ¡Entonces sí que hubieras flipado....!
Lo sé :(