La primera vez que M.I.A. pisaba Madrid y, viendo el aforo de la sala, la expectación no era tan grande cómo en un principio se hubiese podido suponer. La decepción de su último largo o la pérdida del trono como diva indie podrían haber sido las causas, pero la tamil sigue al pie del cañón con sus caóticos directos fiel reflejo de su música y estética. La noche quedó inaugurada con la pinchada de los impronunciables Schlachthofbronx, encuadrada en el zapatilleo más choni y machacante que uno se pueda imaginar. Después de que intentásemos paliar los efectos con cerveza o lo que se terciase, una figura femenina se puso frente a los platos con aura de misticismo. Supusimos que se trataba de M.I.A., pero después de unos cuantos minutos de electro salió a escena la protagonista de la noche.
A ritmo de “Illy Girl” y el efectista vídeo de la canción en una pantalla de dimensiones mastodónticas (para lo acostumbrado en la Riviera), su fuerza física y belleza exótica se adueñaron de la sala mientras dos bailarines la acompañaban con híper vitaminadas coreografías. El sonido fue bastante mediocre por no decir pésimo, culpa del técnico de la cantante ya que otros directos han sido casi cristalinos (a pesar de la mala fama del lugar). Los bajos ahogaban el resto del entramado musical (hasta en los baños retumbaban las paredes), incluyendo la voz de M.I.A., demasiado baja, también en el playback. Sí, playback, porque una cosa es una voz de apoyo, y otra relegar casi todo el protagonismo a una grabación. Aquí se acaba todo lo malo (bueno, si exceptuamos el olvidarse de su gran hit “XXXO”).
El repertorio lo basó especialmente en su último y primer disco, siendo los hits de este último los más celebrados. Como en “Galang”, cuando se lanzó a la masa para recorrer la pista hasta la famosa barra de las palmeras, donde se subió y bailó cual stripper para finalmente agenciarse un chupito de tequila y cantar, sí, “Teqkilla”. Minutos después le dio unas cuantas caladas a un porro de un espectador para a continuación subirse a los altavoces de tres metros de altura. Vamos, que la chica sabe como montar un espectáculo descontrolado y caótico, convirtiendo un simple concierto es una fiesta donde el desfase es el rey.
Centrándonos en los estrictamente musical (si es que podemos), rehusó a centrarse en el lado más pop de su último disco para interpretar los temas más grime como el mencionado “Teqkilla”, “It takes a muscle”, “Lovalot” o “Story to be told”, sin olvidarse de la agresividad de “Born free”, con sonido de disparos y salpicaduras de sangre en la pantalla. No faltó su gran éxito “Paper planes”, con un público completamente entregado, y otros temas de Kala como “XR2” o “Boyz”. De Arular pudimos escuchar “Bucky done gun”, “Bingo” o los primeros acordes a capela de “Sunflowers” o “Bamboo Banga”.
Como podéis comprobar, el setlist era de lo más completo. Pero los problemas con el sonido y la voz lastraron un concierto por otra parte muy divertido y desasosegante, pero quizás algo intrascendental cuando los valores más importantes de M.I.A. (producción y letras) quedan en un segundo plano. Como espectáculo, increíble, como concierto, se puede (y se debe) esperar más de una artista con su talento.
Texto: dyorch + Fotos: Kike Rincón