La felicidad es sincera en la banda navarra y, fruto a su entender, “de haber hecho bien el trabajo, a nivel de directo sobre todo. Uno tiene que intentar hacer un buen disco, que es la base del rock ‘n’ roll y luego ser honesto consigo mismo y hacer las cosas cuando realmente está convencido, no por intereses“.
Por eso no tiene reparos en admitir que todo les está yendo perfecto y se hayan en el mejor momento: “Es que ahora se respira toda esa energía positiva y no siempre fue así. Ahora tenemos ya la suficiente madurez como para saber disfrutar de un buen momento que también nos merecemos, que también hemos tenido muchas desgracias“, dice echando la vista atrás.
Si alguien observa algún atisbo de soberbia en su declaraciones, ellos no se preocupan, tienen aprendida la lección y saben cómo agarrar esas fuerzas centrífugas que desembocan en ese fatal pecado: “Nos agarramos humildemente con los pies en la tierra. Sabemos quiénes somos y de dónde venimos. Vivimos en un pueblo obrero y el domingo estamos en casa. La única licencia que nos permitimos son esas dos horas y media sobre el escenario donde nos sentimos unos rockeros y lo damos todo. La vida transcurre para nosotros igual que para ti o que para cualquiera, no somos tan diferentes“.
Para quien les viera en el Palacio de los Deportes el pasado diciembre, sonríe invitándoles diciendo que ofrecerán un concierto parecido “o incluso mejor“, sin tampoco grandes cambios en el set list aunque con la máquina muchísimo más rodada y con la confianza de tener el apoyo de su gente: “Esto es lo mejor de todo esto, que una cosa que hayas creado tú de la nada, le pueda hacer feliz a alguien durante 2 ó 3 minutos. Si hay una canción que te llena el corazón, el rockero siempre demuestra que es el público más fiel“, termina tan sinceramente como empezó.