Ya lo dijo el propio Davile Matellán: era un mal día precisamente porque era un gran día. Un gran día porque la capital ofrecía conciertos de todo tipo para la noche de ese jueves 27 de noviembre, pero un mal día porque no fuimos tantos los que, en vez de por las grandes salas, nos decantamos por Búho Real para ver a esta banda. Ojalá perfeccionen cuanto antes el don de la ubicuidad para este tipo de situaciones.
El grupo, que en formato acústico se reduce hasta ser un dúo, alternó canciones de su último álbum, Calidociclo, con las de su EP anterior, Eólica tú. Comenzó con Lion’s Dance que, como casi todas las canciones del repertorio, al escucharla en acústico parece haber sido creada para este formato. Nos ofrecieron también Nubes sintéticas, Atlas y La línea recta, para alternar entre ellas alguna canción inédita, de estas que te sientes afortunada por poder escuchar, porque son “canciones reservadas para los directos”, como un tema fantástico que refleja perfectamente el ambiente que se puede apreciar en cualquier festival de verano: chicas complicadas, chicos intensos, atracción por el cine mudo o la poesía y, en definitiva, mucho postureo (con el que, sin embargo, es fácil sentirse identificada en algún punto).
Matellán repitió una y otra vez, como parte de la letra de Spoiler, “que este no sea un día cualquiera”. No, un día cualquiera no tiene un concierto así de íntimo, en el que, de pronto, se introduce una obra de microteatro. Dos únicos actores que durante unos minutos, dividiendo el concierto en dos (pero lejos de ser tan sólo un mero entretenimiento para el descanso), nos cuentan una historia emotiva y conmovedora, para dar paso a Shalma tiene un plan, una de las canciones más reconocibles de la banda, junto a la siguiente que nos ofrecieron, Rubik. Después llegó Los dirigibles, un tema más lento y tierno, y después Jaime Rayo subió al escenario para unirse a la voz en Otra tragedia griega.
El dúo, que durante todo el concierto animaba al público a cantar y a dar palmas, tocó como dos últimas canciones Un mundo contigo, una canción realmente maravillosa (que en el álbum cuenta con la voz de Mäbu), y Enérgica, para dejarnos un buen sabor de boca. Porque Matellán es eso: la creación de un ambiente cálido, que hace que te sientas a gusto, que ese jueves no sea un día cualquiera, que su música sea tu casa.