¿Cuánto costaría en España ver a Pharrell Williams, Placebo, Sting, Avicii y Usher? pues estos son algunos de los conciertos gratuitos que ofreció el festival Mawazine de Rabat (Marruecos) desde el pasado 29 de mayo hasta el 6 de junio. Musicopolis pudo asistir a los primeros días del evento, suficientes para constatar la pasión de los marroquíes por el mainstream norteamericano, los cafés con cuatro de azúcar y, ante todo, su necesidad de averiguar si eres “barça o real”.
Primer día en el escenario internacional Olm Souissi, sale a escena Jennifer Lopez. Musicalmente poco que comentar, pop para el bailoteo con coro agitante y reiterado. Gritos de “Booty Booty” o peticiones de palmas para una Lopez a la que no se la oye prácticamente nunca, empleando su brillante micrófono apenas para arengar a un público muy estático o para proferir algún estribillo aislado que se pierde entre la sobreproducción del playback. Con respecto a las coreografías, al día siguiente saltaba el teletipo, un ciudadano marroquí interponía una denuncia contra Jennifer Lopez por ofrecer un “show sexual”. ¿De verdad alguien esperaba otra cosa?, este tipo de noticias sólo dan más publicidad a la diva.
Afortunadamente, diseminados por la capital marroquí encontramos otros espacios dedicados a diferentes sonidos. Frente a la Kasba de los Oudayas está el escenario Bouregreg, donde se realizan los conciertos de música africana, como el que ofrecieron los franceses Temenik Electric, rock árabe con ritmos orientales, toques de pop electrónico y ocasionales estallidos de guitarras, aunque excesivamente monocorde.
Al otro lado del río Bu Regreb se encuentra la ciudad de Salé, donde tienen su residencia muchos de los que luego acuden a trabajar a Rabat, incluyendo -según confirmaron varios lugareños- al propio rey Mohammed VI, mecenas del festival Mawazine. En la playa de Salé se encuentra el escenario de Nahda, donde se reunieron muchísimas personas para disfrutar de un cartel eminentemente comercial, concursantes de The Voice y otras estrellas de la música televisiva marroquí.
Al día siguiente cambian las tornas, Pharrell Williams consigue volver loco a un público muchísimo más numeroso que el que consiguió reunir la ex de Marc Anthony. El virginiano hace toda una revisión a la música negra de los últimos 40 años, tomando como base el sonido orgánico del funky de los 70 -difícil no acordarse de Marvin Gaye al sonar “Frontin'” o de Bee Gees durante “Hunter”- recorre las sonoridades de Funkadelic, Michael Jackson, Prince o el gangsta rap hasta llegar al R&B actual de éxito masivo que él mismo ha contribuido a dar forma.
Acompañan a Williams un bajo omnipresente, un batería gustoso y el apoyo de teclados en temas como “Brand New” -sólo le faltó el pelo afro- o el toque Shaft del final de “Lost Queen”. Mención aparte para The Baes Different Girls -patrocinadas por una marca de ropa deportiva, business is business– que bailan y cantan llevándose todas las miradas, en esta ocasión nada de softcore de tercera división, estas chicas realizan coreografías atractivas y vistosas que contribuyen a las dinámicas perfectas del concierto, ni un solo momento se dejó de bailar y en los pocos silencios miles de personas se arrancan con Seven Nation Army (apostamos a que la conocen por el fútbol).
Traca final con las célebres “Blurred Lines”, “Get Lucky” y “Happy” (ésta última con niños en el escenario), menudo trío de éxitos mientras Pharrell, que no deja de piropear a las mujeres en cada ocasión “I think women gonna change the world”, consigue transmitir alegría desde la sencillez, quién lo iba a decir, en el directo del rey de la producción de los últimos años no son necesarios los artificios. Hasta se dejó su elefantiásico sombrero marrón en casa.
Unas horas antes de su concierto Pharrell Williams ofrecía una rueda de prensa donde, aparte de los tópicos habituales sobre cuánto le gusta el público de Shelbyville “me gusta viajar a sitios diferentes porque tienen energías diferentes”, bromeó sobre ser nombrado -pese a sus 42 años- mejor artista joven del momento “en mi mente sigo teniendo 24” y reflexionó sobre su cambio de rol en la industria “antes era el tipo que estaba detrás del artista, ahora soy yo mismo el que tiene los micrófonos delante”. También comentó su entrada en el mundo de la producción cinematográfica con la película Dope, y sus planes de continuar apostando por este tipo de proyectos. No todo fueron alabanzas y buenas maneras, no le gustó nada una pregunta acerca de su perdido litigio por plagio, aunque, incomprensiblemente, la sala aplaudió una respuesta bastante desafortunada del americano.
Tres días para vivir una experiencia musical en un país que abarrota conciertos de Avicii o Usher (¡Usher, Usher! gritaban extasiados los taxistas al percibir tu acreditación del festival), pero que desconoce totalmente la existencia de AC/DC o U2 (un “you too” fuera de contexto puede ser muy divertido). Un país que con un festival de músicas sagradas de Fez totalmente consolidados con su 21ª edición este año, quiere abrirse a los artistas más populares del mundo en el Mawazine festival, una excelente excusa anual para visitar el país de los uniformes, el tajine, los taxis compartidos, el cuscús, los gatos y el thé à la menthe hirviendo con 40 grados a la sombra.
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