ruido.
(Del lat. rugÄtus).
1. m. Sonido inarticulado, por lo general desagradable.
2. m. Litigio, pendencia, pleito, alboroto o discordia.
Litigio, alboroto, discordia. La Sala Lemon de Madrid recibió ayer a los canadienses Metz, que se subieron al escenario gritando y no pararon de hacerlo en una hora de concierto. Temas cortos y atronadores, como el buen punk; rápidos y sucios, como el buen punk; siempre con una cerveza en la mano, como el buen punk. Su disco homónimo sorprendió en 2012, pero a estas alturas y con II electrificando nuestros cascos desde mayo, el inventario de Metz ya suena más que asentado.
Si la adrenalina definía a Sub Pop en los 90, ellos se han convertido en el máximo exponente de esa década incendiaria en el año 2015. Los de Alex Edkins entran, hacen lo suyo con pasión y salen, tirando por el camino un par de botellas que descansaban en el suelo. Entre el público, cabezas moviéndose sin descanso al son de la batería delirante de Hayden Menzies, mucho más robusta en este segundo trabajo. Sobre las tablas, una funda con pegatinas de Sub Pop y una guitarra de repuesto para Edkins, que acude a ella cuando se le rompe una cuerda en mitad de la velada. Me apuesto algo a que les sangran las manos a los tres al finiquitar cada concierto.
Suenan “Acetate”, “Wet Blanket” o “Headache”. Repetimos a viva voz “I wanna wait in line!” todo lo que nos dejan los pulmones entre el humo de la sala. Mucha actitud entre sus camisas de botones y sus Converse desgastadas, mucho post-hardcore, noise y grunge y mucho zumbido de oídos que, doce horas después aún se mantiene. Su segundo LP suena, también en directo, más agresivo, compacto y demoledor. Sin rellenos, sin baladas, sin nada que no hayan querido hacer, sin renunciar a su esencia ruidosa: el concierto de Metz de anoche fue una oda a la autenticidad y a la catarsis de la música. El dolor de cabeza con el que sales de sus espectáculos es como la resaca de una borrachera muy dulce. Al día siguiente, te acuerdas solo de lo bueno; nunca del mensaje al ex de turno.
Berridos, guitarrazos, incendios de bajo y una voz que ha tomado un poco más de protagonismo en su segundo álbum. En directo, eso sí, los esfuerzos se dirigen a la sensación centrífuga y no a la melodía. Edkins se desgañitaba. Le importaba una mierda cómo se traducirían esos sonidos; solo los emitía. Y lo importante de citas como estas es que la vuelta en metro es más una vuelta en nube donde todo te importa una mierda. Ante todo, actitud.
Texto y foto: Azul Corrosivo
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