Miguel Bosé pisó el escenario madrileño para celebrar sus 35 años de carrera con su Papitwo ante un público al que las dos horas del espectáculo musical y visual le supieron a poco.
Madrid obedeció las indicaciones del artista de “abrir bien la mente, los ojos, los oídos y las piernas” para disfrutar de un show con la mirada puesta en el pasado y en sus éxitos, ya erigidos en clásicos del pop español.
Los dos guitarras, bajo, batería, teclados y sus tres coristas están al servicio de Miguel Bosé y de su concepción de espectáculo. Lo que significa no limitarse a un trabajo estrictamente musical sino que forman parte de las coreografías y de la cuidada puesta en escena, gracias a lo que, se consigue el punto de renovación necesario para que el espectáculo no sea una mera repetición de hits.
La realización en directo proyectada en la pantalla de vídeo que presidía el escenario, el juego de luces y la incorporación de una tela envolvente cayendo sobre el escenario, consiguieron personalizar cada tema con el ritmo y la estética necesaria, con un predominio colorista en consonancia con el vestuario, que en otro artista resultaría una combinación imposible.
“Mirarte” fue el tema elegido para inaugurar el concierto cuando todavía estaba acudiendo público al “templo” del Palacio de los Deportes; lleno de, en su mayoría, varias generaciones de mujeres que Miguel ha convertido en incondicionales.
Tras “Los chicos no lloran“, el artista quiso “hablar de cosas serias” para demostrar que, en su espectáculo y en su persona, la frivolidad no está reñida con la reivindicación. “Partisano” o “Gulliver” son dos ejemplos de esta faceta del cantante que solicita “el derecho a la paz”.
Acto seguido, Bosé propone ir hasta el primer día de su carrera, a sus 19 años, con “Te diré” y “Morir de amor“, para las que el artista y sus compañeros toman asiento, pese a que el auditorio está en pie aclamando este homenaje a sus comienzos, más vivo que nunca. Al igual que “Don diablo“, con el que Miguel se divirtió, con lapsus de letra inicial incluido, tanto como sus seguidores.
Para la segunda mitad del concierto, Bosé pidió refuerzos. Pablo Alborán para “Puede que”, Ana Torroja en “Morena mía” y su sobrina Bimba en “Como un lobo”, fueron los compañeros de excepción de Miguel, la auténtica estrella capaz de excitar a un auditorio con un golpe de caderas.
Las ya inmortales “Sevilla“, “Bandido” o “Te amaré“, bordaron a una noche para el recuerdo que, por lo que Miguel demostró, es una fórmula viva y muy lejos de agotarse.
E.P.I.