No debería ser cuestión menor el nuevo trabajo de Mikel Erentxun, el enésimo ya, en el que muestra unas inmensas ganas, fruto de los buenos resultados que está cosechando. Y es que la crítica especializada está empezando a poner de relieve toda la magnitud de la obra de un artista que después de haber alcanzado lo más alto es capaz de reinventarse a sí mismo o debutar en los conciertos de Radio 3: “Noto que se me están abriendo puertas que antes estaban cerradas”, dice. Todo el mundo habla de una evolución que él mismo asume: “De entrada estoy muy contento porque para mí era un riesgo y un reto tomar este camino. Este cambio, aclarando que no lo empiezo con este disco sino con el anterior, consiste básicamente en navegar con más libertad, antes me sentía a gusto pero siendo consciente de a qué público llegaba. Es con el disco anterior, Detalle del miedo (10), con el que navego a contracorriente, al margen de modas”, dice del momento creativo en el que se encuentra, aunque quizás haya que remontarse, y así se lo indico a El corredor de la suerte (06), un trabajo donde ya empezaron a sentarse las bases de su sonido actual.
En las 10 canciones de 24 golpes (Warner) vemos a un camaleónico Erentxun que se puede acercar tangencialmente a la sonoridad de David Bowie (Ropa vacía), la cavernosidad de Tom Waits (Cuervos Blancos) o el rock de autor patrio a lo Lapido (Así son) las reglas del juego) y combinar el pop casi acústico de Srta. Soledad con el rock enérgico de Penumbra. “Este disco es muy carnoso, muy directo y desnudo, al servicio de diez letras, acompañado con música. Pienso que en este disco el sonido toma un papel importante, hace que las canciones adquieran un carácter que te transporta en el tiempo a otro sitio. No ha sido premeditado sino simplemente me he dejado seducir por sonidos de Bowie, los Beatles…”
Para ello no se cortó a la hora de grabar en una iglesia, con Henry Hirsch (Lenny Kravitz) analógicamente radical como se define ahora: “El mundo digital ha hecho mucho daño al rock ‘n’ roll, todo suena igual, todo suena perfecto pero sin vida. Si hiciera ahora otro disco, volvería al origen, a grabar en mono, necesito emocionarme, me encuentro en un momento de vuelta. Me encuentro muy clásico, muy radical”, confiesa: “En la grabación ocurrieron muchas cosas y eso que solo estuvimos 10 días, pero fue muy mágico el proceso. Y lo mejor de todo es que Henry no tenía ni idea de dónde venía, por lo que, al no saber de mí, me dio mucha libertad, me desnudó y me ha enseñado a amar las imperfecciones, empujándome a arpegiar y a fijar momentos que en otras circunstancias hubiera desechado”, asegura.
Libre de ataduras ha decidido grabar otro disco, Electrica PKWY, “un disco de coste cero que aglutina algunas canciones que hice en su momento grabadas por mí. Es un disco que, aún siendo menor, más humilde, tiene identidad propia” para los primeros interesados y anuncia gira por teatros pequeños.
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