Cuando parecía que ya nunca volveríamos a ver a uno de los tótems del industrial y del metal, Al Jourgensen decide, cuatro años después de su última gira, grabar un nuevo disco y realizar una gira más “Defibrilla Tour”. En 2008 su concierto en Bilbao fue increible y las expectativas eran muy altas.
Un concierto de música extrema es fundamental que suene bien, si no lo hace se convierte en una bola de sonido insoportable y la experiencia, ya sea por culpa de la acústica de la sala, técnico de sonido o músicos, es muy desagradable, además de una falta de profesionalidad al ofrecerte a precio de oro un producto defectuoso. Esto viene a cuento porque el sonido en esta ocasión fue perfecto, con un volumen atronador -una cosa no quita a la otra- se pudieron escuchar con claridad todos los componentes del sonido Ministry, guitarras trasheras, voz distorsionada de Jourgensen, programaciones lanzadas constantemente y un batería capaz de todo con un manejo magistral del bombo y sus ritmos marcadísimos.
Su nuevo lanzamiento Relapse es excelente, y entre otras canciones pudimos escuchar la que da título al álbum, que podría pasar por un clásico Ministry de hace más de 20 años, o la que comenzó la descarga, ‘Ghouldiggers‘. Tampoco se olvidaron de su “amigo” Bush en ‘Señor Peligro‘ y dedicó la política ‘99 Percenters‘ a los “fucking” banqueros.
Las luces y vídeos contribuyeron a crear el clima agobiante y distópico presente en muchas de las composiciones, con locuras como ‘Watch Yourself‘ y sus riffs. Reconocibles samplers de llamadas de teléfono y discursos políticos entre luces estroboscópicas terminan de sumergir al público en la atmósfera fatalista que profetiza el combo.
Tras casi hora y media de repertorio de la última década por fin llega la hora de los bises y los grandes éxitos, un trío triunfal con ‘N.W.O.‘, ‘Just One Fix‘ y ‘Thieves‘, de tal intensidad que se encadenan con un ‘So What‘ que sabe a poco. Para terminar ‘United Forces‘, versión de SOD, y es que al bueno de Al siempre le gustó pasar canciones ajenas por su batidora industrial.
La imagen de Al Jourgensen no es la mejor posible para un frontman, se tropieza al caminar, baila de forma desacompasada, rastas descuidadas, piercings infinitos… pero en el escenario la banda al completo son una máquina de precisión, contundentes, explotando los matices. Hace más de un año pasaron por aquí Slayer y Megadeth, pop acaramelado al lado del espectáculo de Ministry, que por actitud y sonido les hubieran destrozado sin piedad.
Nada que comentar acerca de Djerv, pésima calidad de sonido empeorada por una sala semi vacía que impide apreciar nada.
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