Mundo Idiota — La Riviera (Madrid) — 19 y 20/10/2012

Si había un grupo musical que se echaba de menos en los carteles y se deseaba con fuerza en los corrillos de los entendidos, este era Gigatrón. El Mundo Idiota consiguió que resurgieran de sus cenizas y encabezasen la edición 2012 del festival más tronchante del calendario, dos jornadas de humor en grandes dosis con una garantía, si no soltabas ninguna carcajada, te devolvían el importe de la entrada.

Tremendamente sarcásticos, Putilatex se enfrentó a una audiencia bastante ajena a las situaciones que mencionan en sus canciones, que observaron con incredulidad sus anécdotas sobre desvirgaciones anales o sus axiomas irrebatibles “El pop nos va a volver a todos gilipollas”. Teniendo en cuenta que este público aún no ha salido del armario, hubiera sido más divertido bailar con modernas (de mierda).

De la bacanal al problema vasco, Lendakaris Muertos explotan el humor más políticamente incorrecto, y aunque hace tiempo que perdieron el factor sorpresa, tanto sus nuevos temas como su directo rayan a gran altura. Con gran intensidad y sin parar un instante, soltaron sus certeros himnos entre crowdsurfing y bromas varias, sumándose a la “idiotez” general con gran éxito. Esto no es punki, esto es muy heavy.

Siniestro Total, cabezas de cartel del viernes, no consiguieron conectar con el público como los vascos. Musicalmente impecables, sin embargo este era un día donde una carcajada valía más que un buen solo. No obstante, su arsenal es poderoso, ‘España se droga’, ‘Algo huele mal en Dinamarca’, ‘Dile adiós al rock and roll’ -con excelentes guitarras- o ‘Baño de sangre en Puerto Banús’, grandes temas en un día en el que la inmediatez ganaba por mucho a la elegancia.

El sábado amaneció con Los Gandules y sus geniales desvaríos sobre Nino Bravo, Víctor Manuel y todo el que se cruce en su camino. Si el primer día la ironía y el sarcasmo fueron protagonistas, el segundo la parodia heavy tenía ración doble. Un género tan propenso a los tópicos en el que también se cumple el de que la realidad supera a la ficción, con Manowar demostrando hace unos días que llevan todos los bombos a base de triggers y unos Luca Turilli’s Rhapsody que no se sonrojan al sustituir para su próxima gira a un guitarrista lesionado por sus partes pregrabadas (sic).

Con los italianos Nanowar of Steel aprendimos las palabras del metal a través de los gestos, power, ring, fire… ya sabéis, todas esas. Historias épicas sobre “un dragón hetero muy homófobo” o “triciclos del metal”, aderezadas con espadas inflables, bailes regionales y coreografías tipo Macarena que harían cortarse las venas a más de un true-metal-die-hard-fan. Vestidos con tutú o cual valquiria, fue clave que el bajista de los autoproclamados “italianos de mierda” hablara un perfecto castellano y montase un show por sí mismo.

¡Qué grandes son Mamá Ladilla!. Textos de absurda genialidad recitados a velocidad supersónica con una dicción absolutamente perfecta por parte del maestro Abarca. Músicas dignas de las más disparatas persecuciones en telefilmes animados. ¿quién se imagina al papa en chándal?, ¿dónde está el Sancho Panza del Rock?, ¿cuándo llega la Primavera?. Volumen brutal y ejecución magistral. Chanquete ha muertoooooooooooooooooooooo.

El Reno Renardo tuvieron la mala suerte de actuar entre dos bandas de gran pegada entre el público, sus problemas de sonido y detalles como tener que leer las letras de un atril tampoco ayudaron, y pasaron discretamente por las tablas. Eso no evitó el coreo grupal de ‘Subnormix’, ‘El Bogavante’, ‘Tu Hámster’ o ‘Chicken es pollo’, para finalizar con ‘Nací en los 80′ con todos los miembros de Nanowar bailando sobre las tablas con su peculiar estilo.

Una pancarta se desplegó: “He vendido mi alma al diablo pata que volviera Gigatrón”, y el trueque se hizo. El ‘Warrior of the Barrio’ se impersonó en Charly Glamour, más feliz que nunca tras dejar el jaco, y el público (100% pijo free) se volcó en la adoración de sus ídolos. No deja de ser paradójico que una farsa supere a los músicos “genuinos” en valores tan “serios” como calidad de sonido, compenetración entre músicos y ejecución, ni un pero a ninguna cuestión técnica, potencia y empatía; como dijo el profeta, con caña y con feeling.

El set list fue un chorreo de éxitos, coreados sin parar, con especial mención a los himnos ‘Walking By My Barrio’ (You know I know) o ‘A mi sólo me gusta el rock’. ‘Apocalipsis molón’, estandarte del Metalocracia Tour, o ‘Mi hacha hizo tu culo’ ahondaron en la crítica social -El metal para quién lo trabaja- y también retumbó sobre el mar de cuernos la síntesis de todo ecosistema heavy que se precie: ‘El barco de colegas’. Titánicos, venopunzantes, colosales, mastodónticos, y laureados con los fans más gigatroners del planeta, Gigatrón han vuelto para dar luz a nuestros días, y oscuridad a nuestras noches. Amén.


Texto: Rafael Mozún
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