Hace algunos años a estos chicos les sentaba estupendamente la etiqueta de folk fúnebre, pero desde In Bocca Al Lupo han ido dotando a sus composiciones de una pizca de optimismo que, unida a un mayor apego a la tradición musical americana, les ha llevado por un sendero cada vez más efectivo y menos experimental que en sus comienzos. Su apuesta por la búsqueda de inspiración en clásicos como Merle Haggard, Johnny Cash en la época de Rubin, Woody Guthrie, las más etílicas composiciones de Tom Waits y algunos tintes cabareteros y circenses les ha hecho abrirse un hueco entre las bandas que rehuyen de la homogeneidad para explorar nuevos caminos con la mirada bien anclada en lo mejor de tiempos pasados. Son además poseedores de un sarcasmo y un humor que bien podría haber sido heredado de la película de la que tomaron su nombre: Un Cadáver a los Postres.
Después de la breve introducción de Hentucky Bourbon, que ya nos mete en pocos segundos en ese ambiente de saloon lleno de humo y el crujir de madera como constante acompañante, comienza el espectáculo con As Long As There Is Whiskey In The World, en un medio tiempo que acaba rompiendo al más puro estilo The Pogues. Una banda a la que por cierto cada vez se parecen más, en el sentido más positivo de la expresión, porque no suenan a copia pero sí empiezan a ser los Pogues americanos. On The Dark Streets Below va a ser otro de esos grandes temas en la línea de Comin’ Home, Brother o The Deserts Is On Fire, con un ritmo endiablado y enormemente pegadizo. King of the Gutters y la magnífica Piece By Piece nos llevan a un terreno más pausado aunque menos oscuro que en sus inicios, que continúa con la que da nombre al disco. Y llega You Don’t Miss Twice (When You’re Skavin’ With A Knife), con un trabajo de percusión a la altura de los mejores trabajos del señor Waits. Todo ello siempre acompañado de inspiradas melodías de cello, bien acompañadas del trabajo en segundo plano del banjo y los violines, que adquieres un poco más de protagonismo en White Noise. A estas alturas las imágenes de Freaks: La Parada de los Monstruos revolotean en la mente sin saber cómo han llegado hasta ahí, pero es que el ambiente, la suciedad y los tonos sepia llegan a ser casi palpables cuando llegamos a The Day, que finaliza de forma casi magistral.
Según Adam Turla este no es un trabajo conceptual pero, ya sea por haber hecho algunos en el pasado o por la propia costumbre del que lleva ya unos años siguiendo a esta banda, que lo parece, aunque no importe demasiado ese concepto en una banda que lleva años sin bajar el listón. También es verdad que este tipo pasó dos semanas aislado en el bosque Apalaches (al más puro estilo Justin Vernon) y allí escribió la mayor parte del álbum, lo que probablemente ayuda a crear esa sensación de álbum concebido como un todo, sin dejar apenas flecos sueltos y donde cada composición es la sucesión natural de la anterior.
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Texto: Juan Manuel Vilches
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