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En el negocio de la música, porque la música es más negocio que arte, todo el mundo cobra su pequeño “impuesto revolucionario”. Discográficas, editoriales, promotores, managers, estudios de grabación, sociedades de gestión de derechos… ¡Todos menos el artista! Lamentablemente a este abuso también se han apuntado las salas de conciertos, esas que se cuelgan la etiqueta de mecenas del arte y que la mayoría de las veces humillan al artista con acuerdos que vulneran los derechos fundamentales de la dignidad humana. Es por eso que un concierto como éste que prometía y que musicalmente cumplió su palabra, se quedó, desde el punto de vista del espectáculo, en pura parodia y compromiso. Pero como he dicho siempre y ahora defiendo más que nunca, un grupo es él mismo y no la gente que va a verlo.
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A las 21:30 horas Nassu empiezan su particular calvario tocando para las escasas diez personas que “okupábamos” la Sala Silikona. En la primera canción se les nota algo nerviosos, lógico, pero poco a poco se entonan y van inundando el ambiente de calidad instrumental, sobre todo las bases rítmicas de Víctor Álvarez y David Viana, bajo y batería respectivamente. El grupo acierta endulzando los temas con el toque personal de Eduardo, saxofonista de origen cubano, que cumple a la perfección con el difícil cometido de cubrir los pocos huecos interpretativos que dejan ambas guitarras. Digna de mención es su aportación en la versión del tema “La Casa Por El Tejado“, de Fito y Los Fitipaldis, que en mi opinión mejoran al adornarla con un final apoteósico con el saxo y la batería en una perfecta conjunción casi astral. Nassu Bowe, guitarrista y cantante, posee una calidad técnica e instrumental envidiable que maquillan sus limitaciones vocales. Completa la banda el guitarrista Richie Candioti, cuya función oscura y “silenciosa” — casi no se apreciaba el sonido de su guitarra -, en nada empaña sus muy buenas maneras con las seis cuerdas. Quizás debería reivindicar algo más de protagonismo. Gratamente influenciados por Carlos Santana, Deep Purple o Queen, retales musicales que afloran en sus interpretaciones, el repertorio del grupo se debate entre los temas propios, todos compuestos por Nassu Bowe, — “All I Give“, “Too Many Words“, “Pajarillo” — y las versiones — a la ya comentada de Fito y Los Fitipladis hay que añadir “I Still Haven’t Found What I´m Looking For” de los irlandeses U2, “Superstitions” de Steve Wonder y la preciosa “Always On The Run” del maestro Lenny kravitz, temas todos ellos en los que se fusionan perfectamente el rock y el pop, algo de blues y mucho funky. Quizás el talón de Aquiles de la banda sea cantar casi todos sus temas en inglés, idioma impuesto por el negocio que también reivindica su proyección hacia el mercado anglosajón. Después de poco más de treinta minutos y de recordar al grupo en repetidas ocasiones la hora límite de su actuación, un técnico, alegando problemas de sonido, dio por finalizada la velada cuando más a gusto estábamos los presentes.
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Podría terminar aquí la crónica del concierto pero ocurre que hoy es sábado, son las cinco de la mañana, no tengo sueño y me encanta escribir. Escribir sobre bandas de calidad — como Nassu — que no buscan tanto el estrellato como el reconocimiento del público y la posibilidad de tocar (dignamente, se entiende), criticando a todo pulmón la falta de respeto de los que hacen de la música su particular negocio, los mismos que convierten las ilusiones del artista en frustraciones y fracasos. Aquella noche salí de la sala con un buen sabor de oído, ese que tan solo contagian los buenos músicos y las mejores personas. ¿Qué más se puede pedir por cinco euros?
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                                                                                              Texto y Fotos: AMADO STORNI
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