Que Neil Hannon posee una pequeña colección de estupendas canciones, donde se puede extraer lo mejor que ha dado el crooner-pop de las últimas temporadas es una realidad más grande que un castillo, donde la magia y el redoble de sus canciones permanecen en la memoria de lo más distinguido y elegante que ha podido dar su majestuosa voz a la música de los últimos años; quizá, desde 1996, fecha de la publicación del clásico “Casanova“.
Neil Hannon se presentó en la Sala El Sol celebrando los treinta años de la mítica Sala y no se podían apagar mejor sus velas; soplando con ese encanto las primeras palabras de una noche admirable:”Tonight we fly“, se le escuchaba cantar en los primeros acordes al piano, ginger ale cercano a su brazo derecho y la mirada puesta en la sonrisa cómplice de un público que le quiere a rabiar. Podría ser el reverso de un 007 delgado y bajito, pero con las mismas toneladas de atractivo que cualquier agente especial al servicio de una trama donde el romanticismo desmesurado de sus temas haría encogerse al más malo de cualquier película y dejarlo cantando estribillos para una Pantera Rosa de Peter Sellers. Es nuestro héroe y punto. Y puede ser tan serio como divertido; veáse, si no, su último trabajo bajo el alias The Duckworth Lewis Method, con la idea del cricket como referencia.
La noche prometía lo suyo, y el segundo intento de dirigir esa efusión se disparó directo al corazón con la campestre “Everybody Knows (except you)“, cuando se sabía que desde las primeras notas de una de sus canciones más celebradas tendría a sus seguidores caminando el resto del concierto junto a él. Y así fue.
Simpático (no le costaba sentir la complicidad del público y compartirla), cercano y agradecido, Neil Hannon puede arquear las cejas con una admiración entrañable hacia los Pixies ó hacer bailar sus dedos con tanta gracia como elocuencia desde The Human League (“Don’t you want me“) hasta la hoguera que deja encendida con esa pasión que desprende su portentosa “A lady of a certain age“, uno de sus últimos y grandes temas. Sus canciones suenan a clásicos, aunque las deje desnudas de arreglos. Con un piano y una guitarra hizo maravillas; y es que con ese puñado de canciones que tiene, no puede ser para menos. Lo tenía muy fácil y lo hizo tan obvio como ameno.
Era inevitable el sentirse invadido por la candidez de sus canciones y el atractivo que desprende cara al público. Por eso, puede dejar la brillantez orquestal de muchas de sus canciones para convertirlas en algo mucho más nocturno y embriagador, como ocurrió con “Something for the weekend“, cuando la noche llegaba a su fin. Canción que afirmó le gusta tanto como sufre al tocarla por lo complicado de las notas de guitarra que tiene.
Es la elegancia de los grandes. Recuerdo un Summercase de hace unos años, cuando Neil Hannon recomendó, al atardecer, el no perderse el concierto de Rufus Wainwright, a sabiendas que para muchos de nosotros, el suyo había sido igual de bueno. Pero eso es ser un caballero. Y es invitado a participar en proyectos interesantes, como el último álbum de Rodrigo Leao (junto al Tindersticks, Stuart A. Staples) ó la hermosa canción para “God help the girl“, otra de esos temas que formarán parte de lo más eminente del presente año, como muchas de sus anteriores composiciones.
Si decimos que Neil Hannon es uno de los mejores compositores de los últimos años, no estamos diciendo demasiado. Sólo confirmamos el hecho de que nos encontramos, esa noche, ante la fenomenal figura de un hombre con el carisma de los grandes. Sólo que esconde su figura entre el ingenio y la distinción. Y a escondidas nos ha entregado una colección de enormes canciones. Y que siga haciéndolo de esa forma extraordinaria, ¡por favor!.
Texto y fotografía: Ángel Del Olmo
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