Estamos completamente inmersos en una vorágine tecnológica y social que ha conseguido que entremos de lleno en un ritmo de vida vertiginoso, demasiado rápido y que nos deja poco espacio para otorgar a muchas cuestiones el tiempo y la atención que merecen o precisan. Nuestra capacidad de concentración parece menguar a medida que pasamos más y más horas enfrascados con diversas plataformas tecnológicas y en torno a la confusa velocidad con la que arremeten los nuevos medios de comunicación.
La música también ha sido víctima de este proceso. Las actuales plataformas y formatos en los que podemos reproducir música favorecen una escucha rápida y poco atenta. ¿De cuántos discos nos acordamos tan sólo de las dos o tres primeras canciones? ¿O de cuántos de los últimos discos que hemos escuchado hemos puesto las canciones enteras? La reproducción en nuestro ordenador o en un mp3 facilita y favorece el salto de una pista a otra porque, no nos engañemos, la forma muy a menudo es el contenido y, en este caso, la forma condiciona nuestros hábitos.
Según Nicholas Carr las nuevas tecnologías y, sobre todo, las redes sociales, nos someten a una distracción constante y nuestra capacidad de concentración disminuye a medida que aumenta el tiempo que pasamos envueltos en una incesante cascada de información. En el tema que nos ocupa, cualquier aficionado tiene acceso a tanta información sobre música, nueva y antigua, diariamente que sería absolutamente imposible leerlas y mucho menos escuchar todos esos discos.
Hoy iremos por otro camino, porque os vamos a proponer algunas ideas para recuperar una forma de escuchar música pausada y atenta, no sólo por el propio placer de hacerlo, sino también porque no son pocos los álbumes que exigen al oyente una atención detallada para poder disfrutar y asimilar el contenido de la obra.
El formato no importa. El vinilo por sí mismo no tiene por qué ser el paradigma de escuchar música atentamente. Antes de la llegada del cd ya podíamos coger un vinilo y saltar de una canción a otra con total impunidad o cortar aquellas cuya extensión nos resultaba excesiva en tardes impacientes. Tampoco era interesante sentarse en el sofá mirando ciertas portadas y no todas las carpetas traían las letras… otra cosa es que hoy en día el vinilo haya regresado poniendo más énfasis en todos esos aspectos.
Empecemos por elegir un disco que no sea muy directo. Bueno, o sí. Algunas de las características que nos interesan para esta actividad pueden ser: que tenga una cierta atmósfera que lo distinga, que sea una obra conceptual, que su escucha no nos pareciera fácil la primera vez, etc. Pero la verdad es que cualquier disco puede caber, tanto si lo habéis escuchado mil veces como si es la primera. Seguro que todos tenéis algunos buenos ejemplos en vuestra cabeza.
Vamos a reproducirlo en el equipo de música y sentarnos a unos metros, sobre todo para esquivar la tentación de darle al stop alguna canción antes de tiempo. El objetivo es dedicar el tiempo que dure el álbum elegido íntegramente a su escucha, aunque se permite también leer las letras si disponemos de ellas o perdernos en su portada o interior si nos resultan decididamente interesantes. Un ejercicio simple que puede ayudarnos a enfocar nuestra atención es el siguiente: cerremos los ojos y con las manos podemos contar los instrumentos que estamos escuchando, los estribillos, los solos o, para quienes tengan nociones de música, llevar el compás con un leve chasquido de los dedos.
El último paso sería repetir el ejercicio con el mismo disco. O con otro diferente, porque lo cierto es que ninguna de estas pautas tiene validez absoluta ni posiblemente más interés que el de hablar un poco sobre todo esto. La idea es que os sirva de estímulo o pequeño aliciente para recuperar o descubrir obras mediante una escucha atenta, sin prisas ni distracciones, en la que el único objetivo sea el disfrute personal de un disco. Quizá muchos habíamos casi olvidado cómo hacerlo…
“El arte tiene algo que ver con el logro de la inmovilidad en medio del caos. Una quietud que caracteriza… al ojo de la tormenta… la atención detenida en medio de la distracción“. Saul Bellow.
Texto: Juan Manuel Vilches
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