En este pequeño mundo de la crítica, ya sea musical, literaria o de cualquier otra disciplina, no en pocas ocasiones quienes a ello nos dedicamos hemos sido objeto también de crítica. Porque, ¿quién decide qué es mejor y qué no lo es tanto? La valoración de cualquier disciplina artística no es patrimonio y ni mucho menos privilegio de cualquier profesión, por mucho que nos hayamos acostumbrado a ver, por ejemplo, a los periodistas como los más preparados para ello. Cierto es que muchas personas, por afición o preparación, tienen más conocimientos que otras sobre aspectos técnicos que al resto se nos escapan y por ello son capaces de ahondar en cuestiones concretas, pero carecer de esos conocimientos, e incluso ser indiferente a ellos, no impide apreciar y disfrutar una creación artística.
Cualquier manifestación artística es capaz de llegar donde no llega la razón y puede estremecer tanto a unos como a otros. Es más, las personas que no sienten demasiado interés por las cuestiones más técnicas o no las conocen a menudo son más receptivas y abiertas que aquellas más instruidas. Y también están aquellos que simplemente deciden no dedicar un sólo minuto de su tiempo a leer sobre música, quizá por desinterés y en otras ocasiones por hastío ante un periodismo musical que no les aporta valor. Y a todos ellos, a quienes no leen prensa musical y a sabiendas de que no leerán esto, va dirigido este texto.
A quienes no os interesa la crítica musical: hacéis bien, porque seguramente empleáis más tiempo a escuchar que a leer sobre lo que escucháis. Tampoco os dejáis influenciar por listas que, muy a menudo arrogantemente, dicen qué discos son mejores que otros. Y eso, probablemente, os permite disfrutar de obras que no son las más citadas. A muchos que ya tienen una edad les habrá ocurrido alguna vez que con la llegada de internet y el auge de medios especializados han visto como varios de sus discos preferidos nunca están en ninguna de esas listas o cómo su álbum predilecto de tal o cual artista tiene tan solo un par de estrellas en allmusic. Extrañeza, desilusión o enfado, da igual como nos tomemos ese primer encontronazo porque, al poco tiempo, todos hemos acabado por no echar mucha cuenta a esos sitios que ponen mal uno de nuestros discos preferidos o que consideramos indispensable.
Pero es que, quienes no leéis reseñas, entrevistas ni artículos, tampoco tenéis en cuenta las ideas de un artista o ciertos aspectos de su vida. Una cuestión que, apenas sin darse uno cuenta, tiene mucho que ver en la escucha de ciertos músicos o discos. Para bien y para mal. Porque, ¿quién no le tiene especial animadversión a un músico por sus ideas, sus declaraciones o sus actos? Muchos aficionados a Metallica dejaron de comprar sus discos cuando Lars Ulrich emprendió hace años su particular cruzada contra Napster por ejemplo. Y, yendo aún más atrás, Jerry Lee Lewis vio como su carrera se desmoronaba a raíz de su matrimonio con una chica de tan sólo 13 años. Y, al contrario, a muchos nos pareció encantadora la historia por ejemplo la historia de cómo Justin Vernon compuso su primer y enorme disco, fuera o no verdad… y todo eso afecta a nuestra disposición a la hora de escuchar a muchos músicos. Tampoco dejáis de escuchar discos porque éstos sean poco originales o estén demasiado basados en un sonido ya establecido. No os importa mientras el contenido sea de vuestro agrado. Y éste no debe tener siempre un alto componente artístico, por llamarlo de alguna manera. Es decir, si una canción simplemente consigue haceros mover los pies merece vuestra atención, así que ¿por qué ha de ser además original o ser una magnífica composición a nivel académico?
Quienes nos dedicamos a esto de hablar de música deberíamos escuchar más atentamente a quienes no se interesan por nuestra labor, porque ellos son capaces en muchas ocasiones de ver cosas que nosotros no vemos. Pueden descubrirnos discos a los apenas habíamos dedicado tiempo, artistas a los que no prestamos atención porque son “demasiado comerciales“, bandas que creíamos que ya no iban a sacar un buen disco nunca más y tantas otras cosas. Muchos escribimos sobre música pero ninguno somos “maestros” ni “gurús“. Nuestra opinión y nuestros análisis no siempre son los más acertados y a menudo se nos escapan discazos porque andamos enfrascados mirando hacia otro lado. Los focos deben estar en quien compone la obra y no en quien habla sobre ella porque, en definitiva, tampoco es para tanto lo que hacemos… simplemente hablamos y escribimos sobre música. Si mañana el mundo se viera abocado a su desaparición y sólo un puñado de personas pudieran estar entre los supervivientes desde luego nosotros no estaríamos entre los elegidos…
El crítico no tiene por qué tener per se un oído más educado que otros ni un sentido que le permita ver las cosas con mayor perspectiva. Señores, si hablamos de un oído educado hablemos de músicos profesionales y si queremos hablar de perspectiva hablemos de historia. Pero desde luego no de crítica musical. Que se intenta incluir algo de todo esto, pues sí, pero raramente se consigue. El crítico sólo tiene dos cosas que no tiene el que no se dedica a ello: interés por hablar de aquello que le fascina y ganas de contárselo a los demás. Pero ni mucho menos es más o menos apasionado que cualquier otro. Y, sobre todo, ese interés por compartir es el que debe predominar siempre, más allá de comportamientos arrogantes y sesudos que a menudo tildan de inculto a quien no ve lo mismo que ellos.
Texto: Juan Manuel Vilches