Prácticamente desde el inicio de los soportes digitales estamos habituados a las continuas reediciones de discos remasterizados, que se reproducen exageradamente sobre todo en las semanas previas a la navidad. Según la Wikipedia el proceso de remasterizar “consiste en mejorar la calidad de sonido o de imagen de una grabación previamente existente“, pero la realidad es que es algo más, porque este proceso implica generalmente una nueva ecualización, una limpieza del sonido para su adaptación digital, cambios en el volumen original y ciertas mejoras en el stereo.
La diferencia fundamental entre la masterización original y una remasterización estriba en que la primera suele atender a criterios puramente artísticos y la segunda a cuestiones totalmente comerciales. La remasterización busca adaptar el sonido a los modelos actuales y el proceso se realiza a menudo sin contar con la opinión de los músicos y los ingenieros de sonido que participaron en la grabación original, mientras que en la masterización todos ellos debieron estar presentes, al menos en teoría. Otro de los objetivos básicos de las remasterizaciones suele ser el interés de la industria por volver a poner en el mercado como novedad obras antiguas de su catálogo que siguen teniendo un gran potencial de venta.
Aunque el fenómeno no es nuevo ni está acotado a las remasterizaciones, lo cierto es que dentro de este tipo de ediciones es habitual encontrarse con un volumen desmedido, muy superior al original, lo que resta definición a la obra y obliga en ocasiones a usar un grado de compresión del sonido excesivo. Esto, a su vez, hace que el sonido sea más plano, ya que iguala las frecuencias bajas y altas. Es curioso comprobar cómo dentro de la propia industria musical se ha acuñado un término para referirse a esta pugna: Loudness War. Todo esto está además íntimamente relacionado con el auge de los nuevos sistemas de reproducción casera de sonido, como el 5.1, el sonido envolvente, el HI-FI o el Dolby, entre otros.
Aunque de forma natural e instintiva nuestro oído presta atención a sonidos fuertes, quizá por ese primitivo sentido que nos alerta de posibles peligros, el interés va decayendo progresivamente a medida que no encontramos variaciones. En la música la emoción, el sentimiento es fundamental y las herramientas con las que cuenta un músico para conseguirlas son el ritmo, el tono, las melodías… pero también el volumen, que es un factor determinante a la hora de enfatizar un elemento o pasaje concreto. Tal es la importancia de este tema que hasta han surgido diversas iniciativas que reclaman un mayor sentido común a la hora de afrontar las masterizaciones y remasterizaciones modernas, como Turn Me Up!
Es evidente que muchos de los discos editados en los últimos veinte años ya no consiguen nuestra atención mediante la interpretación, el talento o la composición de buenas canciones, sino a través del volumen. No es extraño que mucho hayamos notado con los años cierta fatiga o cansancio auditivo y que durante mucho tiempo lo hayamos podido achacar únicamente a la falta de calidad en las novedades discográficas. Y es que, un volumen alto acompañado de un sonido excesivamente lineal, sin dinamismo, consigue exactamente lo mismo que ver un bonito paisaje, pero monótono, durante horas: aburrimiento, agotamiento y quizá hasta cierto hastío.
Pero más allá de cuestiones técnicas, tenemos que preguntarnos si realmente estas ediciones nos aportan valor con respecto a las originales e incluso si tenemos los reproductores necesarios para apreciar los cambios. En las tiendas podemos encontrarnos con discografías o álbumes que ha sido remasterizados en numerosas ocasiones desde su lanzamiento e, incluso, podemos encontrar diferentes remasterizaciones según el soporte elegido para su reproducción: vinilo, cd, cinta y hasta para iTunes. Un amplio abanico en el que podemos encontrar diferencias notables con respecto a la grabación original, a veces para bien y muchas otras que han dado como resultado productos prácticamente nuevos.
¿Sois habituales de las ediciones remasterizadas? ¿Habéis notado diferencias con respecto a las ediciones originales? ¿Qué discos han ganado con la remasterización y cuáles pensáis que han quedado peor?
Texto: Juan Manuel Vilches
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