La función de la crítica siempre ha estado más o menos clara: informar al público y dar una valoración personal de una obra. La parte de información la aceptamos bien, pero la valoración… eso ya es otra cosa. Y es que la valoración implica de alguna forma que el crítico posee no sólo un vasto conocimiento musical, sino que además lo usa de una forma objetiva y neutral. Pero la objetividad en la crítica musical no deja de ser una pretensión, porque supondría asumir que el crítico realmente va a conseguir abarcar toda la obra y reducirla a una mera calificación numérica o unas cuantas líneas más o menos acertadas.
Es decir, eso supondría prácticamente admitir que un crítico tiene más poder que la propia música. Y en esas, la crítica musical sigue teniendo hoy en día el mismo gran problema que ha tenido siempre y que podemos encontrar cada día en innumerables comentarios de cualquier tipo de publicación: la legitimidad de su criterio. Cosa que denuncian no sólo los aficionados sino también los propios músicos, que siempre han achacado a los críticos su falta de conocimientos técnicos.
Y ahí algo de razón debemos darles, porque de alguna forma el crítico musical no es más que un melómano, un simple aficionado que se dedica a valorar el trabajo de otros sin más bagaje generalmente que su propia afición. Pero no nos extrañemos, porque en otros sectores ocurre exactamente lo mismo. Echemos un vistazo a los analistas políticos, los comentaristas deportivos o los críticos de cine. Pocos son los que no encajarían en la definición de aficionados al tema en cuestión.
El caso es que cada vez más el número de personas con conocimientos musicales es mayor y su incremento se ha visto excepcionalmente potenciado desde la irrupción de internet y el acceso masivo a una cantidad ingente de fuentes de información. Eso ha provocado una demanda de información musical claro, pero también que la lupa sobre el trabajo de los críticos se haya hecho más grande. Y con motivo, porque seguro que no soy el único que conoce gente con muchos más conocimientos musicales —y buen criterio- que muchos de los que nos dedicamos a escribir reseñas.
Mientras una parte de la crítica musical actual se debate entre un absurdo relativismo estético y la otra se ha rendido ante el mercantilismo del producto musical, el espacio para la reflexión y el debate se ve empequeñecido. Pero los críticos y los aficionados no están en bandos contrapuestos y esa sempiterna lucha en la que estamos es más bana que nunca. Quizá todos debamos hacer nuestra esta frase de José Luis Brea: “el objeto de la crítica no es nunca la verdad. Ni siquiera la interpretación, la buena interpretación —tal cosa no existe. Toda crítica malinterpreta —o, lo que es lo mismo: dispersa el significado“. Y a lo mejor entre todos contribuimos en algo a una mejor difusión del trabajo de los músicos, que es lo que verdaderamente importa.
Texto: Juan Manuel Vilches