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Opinión — El impacto del crowdfunding en la industria de la música

El crowdfunding o financiación colectiva ha copado un buen número de páginas en los últimos años. Aquí y allá leemos sobre las bondades de este sistema de financiación, que ha supuesto en algunos casos un gran espaldarazo para ciertos músicos. Pero ¿hasta qué punto ha supuesto un cambio en la industria? Una pregunta obligada frente a la magnitud y la presencia que consiguen en los medios los proyectos que acaban gozando de éxito.

Un vistazo a los números

Aunque son muchas las plataformas dedicadas al crowdfunding me limitaré a echar un vistazo a Kickstarter, porque es la plataforma que más consigue recaudar y que tiene mayor concentración de proyectos musicales. Pues bien, según los datos que ofrece Kickstarter en su web a 24 de noviembre de 2014 han sido financiados 74.320 proyectos, un 38,8% del total, y de los cuales 18.052 corresponde a proyectos relacionados con la música, que son un 24,2% del total de proyectos de música. Es decir, los proyectos relacionados con la música tienen una tasa de éxito menor que la media. Sin embargo, han conseguido recolectar 117,57 millones de dólares, lo que supone un 9,7% del total, una cifra nada desdeñable. Con mucha diferencia son más los proyectos que han recaudado entre 1.000 y 9.999 dólares y tan sólo 41 han conseguido entre 100.000 y 999.999 dólares. Por cierto, si tenéis curiosidad también se pueden consultar los proyectos musicales más financiados.

El caso de Amanda Palmer

Sólo un proyecto ha alcanzado hasta la fecha en más de un millón de dólares. La historia a grandes rasgos es esta: la señorita Palmer y su banda The Dresden Dolls editaron sus dos primeros trabajos con Roadrunner que, recordemos actualmente pertenece a Warner y anteriormente a Universal. Hace unos cuatro años la relación entre la banda y el sello se rompe y dos años después comienza la mencionada campaña en Kickstarter, que se ha convertido en el proyecto musical de crowdfunding que más ha recaudado en la historia. El dato curioso es que, según la propia Amanda Palmer, su sello discográfico consideró en 2010 que vender 25.000 copias no era suficiente, pero precisamente 25.000 personas aproximadamente son las que han aportado el millón y pico de dólares.

Por supuesto, tal hazaña de recaudación ha desatado todo tipo de reacciones e incluso ha dado lugar una charla en TED que tenido gran difusión. Un paso más allá, han surgido nuevas iniciativas como Subbable proponen un crowdfunding por suscripción y la gente de Indiegogo ha puesto en marcha un servicio que permite a proyectos exitosos seguir reacudando. Ambas opciones permiten en la práctica que el aficionado sustente directamente al artista, sin intermediarios, lo que supone un cambio sustancial en el modelo de negocio musical.

Si nos hubieran dicho hace apenas quince años que un músico no necesitaría de un sello discográfico para grabar, editar, distribuir y publicitar su obra con calidad profesional muy pocos lo hubiera creído. Que todo esto sea posible hoy en día indica de forma clara que muchas cosas han cambiado. Y, sin embargo, surgen muchas preguntas en torno a este tipo de iniciativas, porque si un proyecto de crowdfunding tiene un objetivo económico concreto ¿qué hacemos con el dinero de más que se recauda? ¿de qué forma se gasta? ¿cómo explicar en qué y por qué? ¿y si los proyectos no pudieran seguir recibiendo donaciones una vez alcanzado el tope inicial? Porque no son pocos los casos de proyectos de crowdfunding que se han encontrado con numerosos obstáculos incluso después de haber recaudado más de lo que pedían y los donantes tarde o temprano acaban por exigir ciertas garantías de que su dinero va a ser bien empleado.

Con las cifras en la mano está claro que el crowdfunding ha encontrado en la música uno de los sectores más prometedores. Con una base de aficionados importante no parece complicado movilizarlos para pedirles su apoyo económico y si ademas la banda tiene una buena historia que sustente su petición el camino hacia el éxito parece hacerse más corto. Y, mientras la industria no parece saber qué hacer con los soportes físicos, resulta que los músicos recompensan en casi todos los casos con copias físicas a los donantes. El caso es que seguimos con un pie puesto en el siglo pasado y otro en el presente, aunque muchos sólo quieran mirar a este último.

Sin embargo, la cuestión que parece pasarnos desapercibida más a menudo es el papel de las grandes discográficas en todo esto. Durante los últimos años ha sido patente la menor capacidad de inversión de los sellos en nuevos artistas por la bajada en las ventas, lo que ha favorecido un cambio de roles. Son ahora los aficionados los que financian nuevos músicos o nuevos trabajos, un riesgo que la industria ahora no puede o no quiere correr, aunque tradicionalmente esa era la base de su negocio. Pero, ¿quién se llevará los frutos de esa inversión si el producto tiene éxito? Porque muchos de los músicos que tienen proyectos en Kickstarter tienen contratos con discográficas y promotoras de conciertos…


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jmvilches

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