A la hora de enfrentarnos a una reseña muchos nos hemos planteado en numerosas ocasiones cuál es la forma más adecuada o el enfoque más afín a los objetivos que queremos conseguir. Un planteamiento que puede surgir cada vez que tenemos que redactar un texto o en un momento concreto en el que decidimos cómo queremos enfocar nuestro trabajo en lo sucesivo.
La mayor parte de los redactores que podemos leer en la prensa española han optado por un enfoque personal, incluyendo anécdotas, contextos y percepciones que se enmarcan dentro del ámbito de lo privado. Aquí podemos incluir esas crónicas en las que se nos narra cómo llega el redactor al concierto o cuáles son los motivos que le hicieron llegar tarde, en qué momento de su vida conocieron tal o cual disco y de qué forma les influyó e incluso el significado que muchas canciones han tenido para ellos en relación a su vida amorosa. En este grupo podemos incluir también aquellos redactores que, por tener una vinculación amistosa o de especial afinidad con ciertos músicos, nos plantean una visión sesgada de la obra, puesto que hacen partícipes a los lectores de esa relación contando los pormenores de la misma.
En estos casos nos encontramos muy a menudo con valoraciones en las que acaban prevaleciendo argumentos y motivos que no se ciñen al apartado estético de la obra. La implicación personal del redactor en su trabajo es apreciada por muchos lectores que prefieren un texto de estas características, pero sin duda este enfoque prescinde de una imparcialidad que se antoja necesaria en un oficio que en demasiadas ocasiones acaba siendo desprestigiado gracias a comportamientos poco honrosos y al descrédito de muchos redactores con un largo historial de grandes errores e, incluso, sonadas mentiras.
Propuestas
Construir el texto en base al esquema clásico de presentación, desarrollo y conclusiones es una de las opciones más interesantes a la hora de estructurar el texto. En primer lugar presentamos al autor y la obra a tratar, pero también es importante aportar el contexto adecuado así como adelantar algunas de las valoraciones e impresiones que se desarrollarán a continuación. El siguiente paso es el análisis, en el que atenderemos a los valores formales de la obra, además de la temática de las letras si resultan de interés o la estructura de las propias composiciones. Es un punto en el que prácticamente cabe de todo: el proceso de gestación y grabación, las impresiones personales de cada tema, etc. pero siempre desde la exposición clara de ideas y la argumentación de las mismas. No hablamos de convencer al lector para que comparta nuestro punto de vista, pero sí que el lector debe al menos ver que los argumentos que usamos para desarrollar nuestro análisis son válidos y dignos de consideración más allá de las valoraciones personales que en base a ellos hagamos.
Y, para finalizar, una valoración global del disco analizado en consonancia con todo lo expuesto anteriormente. Este es un punto de sentido común, pero no son pocos los casos en los que podemos leer textos en los que se analizan las canciones una por una en un tono positivo para terminar diciendo que el álbum tampoco es para tanto. Hay quienes además añaden una ficha técnica con datos puramente informativos y aquí muchos opinan que es una información que podemos encontrar en un par de clics, por lo que no es necesaria incluirla, y quienes la agradecen puesto que le ahorran precisamente esa búsqueda.
Debemos prestar atención a la redacción y la extensión de los textos debe ser equilibrada. No escribimos una noticia, pero tampoco un ensayo ni una tesis, porque la crítica no deja de ser un género periodístico y como tal hay ciertos valores que deben prevalecer, como la divulgación y la brevedad, pero nunca a costa de dañar la argumentación ni el análisis.
Modelos
Luisa Santamaría Suárez, en su libro El comentario periodístico. Los géneros persuasivos (1990, Madrid) propone varios tipos de enfoques a la hora de abordar una crítica:
- Modelo estético, en el que el redactor se centra totalmente en la experiencia que la obra suscita, sin preocuparse por el estudio analítico de su estructura o del contexto histórico.
- Modelo formalista, que encontramos sobre todo en la crítica de música clásica y ópera y está mucho más centrado en los aspectos formales de la obra.
- Modelo culturalista, que se centra en la relación de la obra con los condicionamientos históricos y el medio en el que la desarrolló su autor.
- Modelo sociológico, que es un análisis muy comprometido del momento político y social en el que se desenvuelve la obra en cuestión. Aquí, la valoración estética aparece como un concepto que depende de varios aspectos circunstanciales.
Nuestro objetivo debe ser realizar un trabajo que englobe lo mejor de cada uno de estos modelos: un crítico que sea capaz de analizar la obra atendiendo a los aspectos formales (modelo formalista), la analice en su contexto (modelo sociológico y culturalista) y, por supuesto, aporte su propia valoración (modelo estético). Los criterios y argumentos en los que basamos nuestra valoración deben ir mucho más allá de nuestras meras preferencias personales y, por supuesto, hay que arriesgarse y comunicar nuestra valoración a los lectores. Y siempre, siempre cuestionar nuestro propio trabajo.
Texto: Juan Manuel Vilches
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