Inexorablemente se acerca el final del año y con él para todos quienes se dedican a esto de escribir sobre música la hora de hacer las listas de lo mejor del año. En pocas semanas todos los medios y blogs nos inundarán con sus opiniones sobre los mejores artistas, discos, conciertos… del año que termina. Muchos incluso sacan sus selecciones un mes antes de finalizar el año, ignorando aquellos lanzamientos que producen en diciembre, y otros apenas se acuerdan de aquellos que salieron en enero o febrero.
Ahora que leeremos un buen puñado de ellas sería un buen momento para preguntarnos cuántas de ellas están motivadas por intereses puramente comerciales y si realmente tienen una influencia real en los lectores o el mercado. Pero también si quienes han ignorado —o simplemente los desconocían- algunos lanzamientos interesantes del año van a elaborar una lista de nuestro interés. Es decir, si habitualmente un medio ignora o desconoce lanzamientos que consideramos importantes ¿para qué leer su selección de los mejores discos del año?
Las listas, a pesar de ser sólo recomendaciones al igual que las decenas de reseñas que se publican cada semana, ejercen una peculiar atracción que suele traer aparejada consigo el debate. Todos los medios tienen cada año un buen puñado de críticas a las listas que elaboran. Siempre falta algún disco o hay poca presencia de ciertos géneros, pero por eso son las listas, porque precisamente se trata de seleccionar y dejar fuera aquello que se considera menos relevante. Siempre será más interesante centrarse en descubrir cosas nuevas en estas listas que criticar a quienes las elaboran por haber dejado fuera nuestro disco favorito del año.
La cuestión es que nos encantan estas cosas, seamos honestos. Cualquier artículo con listas está siempre entre los más visitados y de hecho son numerosos los gurús del 2.0 que se dedican a recomendar que los blogueros hagan listas. Suponen un tema relativamente fácil de abordar, fácil de redactar, suple las carencias de ideas y dan un excelente rendimiento en la web. En la música incluso nos encontramos con listas a mediados de año, por trimestre o cada mes. Lo que sea con tal de rellenar un hueco que, como bien sabemos, en la web el contenido —el que sea- lo es todo.
Como redactor musical, bucear entre la inabarcable cantidad de lanzamientos que se producen en un año y hacer un ejercicio de perspectiva es un reto y un juego verdaderamente entretenido y en ocasiones hasta cautivador. Te obliga a replantear tu trabajo, observar las novedades en su conjunto e intentar acertar con quienes superarán la criba del tiempo. Porque también las listas de lo mejor del año tienen un interés y una función: poner los focos sobre ciertos trabajos que, a juicio de los redactores encargados de la selección, tienen una gran calidad y merecen ser recordados por encima de otros. Son útiles, porque gracias a ellas descubrimos discos, músicos menos conocidos y, sobre todo, son un entretenido intento de ordenar el caos. Y, como con todo en esto del periodismo musical, se trata una vez más de informar y orientar. En la medida de lo posible para algunos y lo que les dejen para otros.
Texto: Juan Manuel Vilches
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