El debate no es nuevo. Mucho antes de la irrupción de internet y de las redes sociales muchos aficionados vivían ajenos a la crítica especializada, en algunos casos por hastío después de haber comprobado cómo intereses en algunos casos o simple displicencia en otros determinaban el juicio de una reseña. No es raro que muchos de los que ya sobrepasan la treintena reivindiquen ciertos discos que hoy en día aparecen en numerosas webs o listas con bajas puntuaciones. Y es que las recomendaciones de amigos o la propia experiencia siempre han pesado más que la prescripción de la prensa especializada.
La desconfianza y la vigilancia de los aficionados sobre los críticos siempre ha estado ahí. Todos han conocido alguna vez el caso de algún crítico que parece estar ahí sólo para acercarse esporádicamente a sus ídolos, como cuando Pereira —el personaje de la célebre novela de Antonio Tabucchi– se acercaba a ciertos cafés de Lisboa con la esperanza de encontrarse con algún escritor. Otros se contentan con las migajas de la fama y el oropel que rodea a los artistas de los que habla, aunque también hay quienes encuentran satisfacción en la acumulación de los discos y promos que recibe. Y es que, especialmente en nuestro país, tiene mucha tradición eso de tener algo sin haber pagado.
Actualmente, la cosa ha dado un nuevo giro. Ahora un músico puede ganar ventas si gestiona adecuadamente sus diversas plataformas sociales. Exponer su vida —profesional y personal- en las redes sociales, favorece una falsa sensación de empatía y familiaridad que no en pocos casos se transforma en ventas más tarde. ¿Cómo no comprar el disco de ese músico al que sigues en facebook o twitter y del que has visto un buen número de fotos en su instagram? Una estrategia que, si bien parece dirigida desde un principio a la población más permeable a las modas, no deja de estar enfocada también a otros sectores más minoritarios. Nadie está salvo de caer en la trampa.
La industria de la prescripción
La prescripción, que demasiadas veces sepulta y suplanta a la crítica, forma parte indisoluble de la industria musical. Así, revistas que forman parte de grandes conglomerados empresariales acaban dando más espacio a los músicos del sello discográfico de ese mismo conglomerado o esas ediciones remasterizadas que no siempre aportan algo nuevo. Y es que todo medio responde a los valores vinculados a sus propios accionistas y esa ceguera ante todo aquello que no forma parte del consumo masivo no siempre es tal, porque la industria musical -no nos engañemos- no busca ni necesita a la mayoría sino a la masa.
Pero también la prescripción se vende y se compra como cualquier otro servicio y, no sólo existen empresas especializadas (como esta), sino que también revistas, blogs y otras plataformas venden su juicio al mejor postor. La mayor parte de las veces de forma velada y bajo petición expresa. Es decir, no vais a encontrar tarifas publicadas, pero si os ponéis en contacto con cualquier departamento de publicidad seguramente encontraréis más de una respuesta positiva a la petición de una crítica “a la carta”.
Con este panorama, no es raro que los aficionados desconfíen de la crítica especializada, las numerosísimas listas de “lo mejor de” e, incluso, que muchos no se interesen por las reseñas musicales, porque no siempre podemos estar seguros de la independencia del medio o el redactor, de quien en ocasiones nos preguntamos ¿para quién escribe? No es fácil distinguir entre el trabajo del periodista y el anuncio o una nueva estrategia de marketing, como el branded content. Por eso, en demasiadas ocasiones hay reseñas que a veces sólo sirven para formar parte de una nota de prensa o de una hoja promocional, pero también periodistas que en la presentación de un disco se deshacen en halagos hacia el artista.
La cultura es un bien de consumo como cualquier otro y como tal depende de las mismas normas y mecanismos que rigen en el comercio. Simplemente debemos saber distinguir entre la brutal campaña de promoción de la que gozará el último jovenzuelo de turno de voz aflautada y letras sobre amor del trabajo honesto de muchos que se dedican a esto. Muchos se preguntarán si las críticas de los aficionados son más acertadas que las de los profesionales mientras otros se hacen la pregunta a la inversa. Sin embargo, como en tantos otros aspectos de la vida, la clave reside en la formación de un pensamiento crítico que, de alguna forma, funcione como vacuna ante los continuos ataques que sufre nuestra opinión cultural, política y social.
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Texto: Juan Manuel Vilches
Opinión — ¿Podemos fiarnos de la crítica?1 thought on “”