Como en tantos otros campos, también en la música Internet ha democratizado la opinión. Los cada vez mayores avances en la accesibilidad a la cultura han hecho posible que cualquier aficionado con curiosidad e interés tenga acceso a una gran cantidad de información. Una vez digerida toda esa información el aficionado quiere opinar, es decir, que se convierte en un generador de contenido. La situación de facto es que existen cientos de blogs en castellano que son referencia para una gran cantidad de aficionados porque dan cabida a géneros y bandas que los grandes medios ignoran en el mejor de los casos.
Con esta expansión de los medios digitales, muchos críticos de cierta edad y con muchos años en el oficio han achacado a la red la banalización de los contenidos y el poco conocimiento de muchos blogueros a la hora de hablar de música. Su actitud no está muy lejos del pataleo de los sellos discográficos y sociedades de gestión de derechos de autor. Pataleo sí, pero miedo también a perder una posición predominante en la que ya muchos se creían perfectamente anclados. Ese marco perfectamente controlado en que todos trabajaban se está desmoronando, pero ninguno está por la labor de salir de su comodidad y arriesgarse a probar un nuevo modelo que nadie sabe cómo va a funcionar.
La cuestión es que un artista ya no necesita el apoyo de la industria para materializar su trabajo en un soporte susceptible de ser distribuido y comercializado, así como de alguien que lo publicite y recomiende, lo que ha hecho emerger una alternativa basada en unos principios más éticos y justos. Cualquier grupo puede hoy en día producir su propio disco y difundirlo a través de redes sociales, webs y distintas plataformas sin contar con ningún apoyo de medios de comunicación ni de sellos discográficos. Tanto la industria de la música como los medios especializados tradicionales han perdido la batalla por los principios. El abismo que separa a los grandes sellos y gran parte del público es similar al que hay entre la crítica musical y ese público. ¿Cómo explicar si no que existan grupos que de la noche a la mañana tienen un gran número de seguidores sin una sola crítica ni publicidad en los grandes medios?
Nos desenvolvemos en un medio demasiado nuevo y, sobre todo, demasiado rápido para que hayamos encontrado un momento para reflexionar y poner en pie nuevas estrategias y métodos adaptados. Pero, como en muchos otros cambios significativos en la historia de la humanidad, siempre hay quien sabe ver las posibilidades de los avances antes que los demás. Y en el caso de la música está claro que no han sido ni la industria ni el periodismo especializado. Esta situación ha dado lugar a diversos enfrentamientos (el más conocido el de los derechos de autor) que han obviado otros caminos, como el copyleft y las licencias Creative Commons. Pero en el caso del periodista musical es difícil encontrar un camino como ese y no han sido pocos los medios digitales que han aprovechado la nueva situación para hacerse con una gran cantidad de contenido totalmente gratis.
La figura del colaborador
En un país como este, en el que la “cultura del becario” ha sido desde hace años parte importante del crecimiento empresarial, el trabajo -no ya mal pagado- sino gratis total nunca ha estado mal visto. Las “colaboraciones” son otra parte de ese entramado. Aunque es un concepto y realidad existente desde hace años, ha sido en los últimos diez con la generalización del uso de internet cuando encontramos una infinidad de revistas, blogs e incluso medios de comunicación grandes que andan constantemente en busca de “colaboradores“. Pues bien, ese “colaborador” es alguien a quien le apasiona una o varias temáticas, de las cuales tiene amplios conocimientos, y al que además se le pide tener una redacción aceptable (por cierto, se puede no ser periodista y ser capaz de articular un texto en condiciones).
Nunca ha sido difícil encontrar a personas interesadas en hacer este tipo de colaboraciones: estudiantes de periodismo, aficionados a temas concretos, etc. porque el mercado de jóvenes —en su mayoría- de los que aprovecharse es bastante grande. Especialmente en este país, en el que las tasas de paro difícilmente han bajado del 8% en los últimos 35 años —en los años de la burbuja inmobiliaria-, mientras que en Gran Bretaña por ejemplo en plena crisis y con un paro que escandaliza y preocupa a todo el país apenas han llegado a ese 8%. Y eso, hablando de población activa, porque si nos centramos en el desempleo juvenil España duplica como mínimo las cifras inglesas. Vamos, que no es muy complicado encontrar gran cantidad de gente joven bien preparada dispuesta a trabajar gratis para, al menos, tener algo que poner en su currículum.
Así que ya tenemos los dos actores principales de este tinglado: un medio que quiere tener contenido gratis y gente que quiere escribir sobre sus temas preferidos. Pero en esta simple ecuación hay que incluir que el medio obtiene sus ingresos por la publicidad pero no paga por los contenidos que necesita para obtener precisamente esa publicidad. Y no estoy hablando de un blog de amigos con una vocación puramente divulgativa o pequeñas webs que apenas ganan unos céntimos con google adsense, sino de webs con miles de visitas diarias y con una media de casi 400 reseñas anuales… ¿Cuánto creéis que pagaría una empresa por publicitarse en una web con ese nivel de visitas? Pues eso.
Afortunadamente, existe otra parte en este negocio y es la de aquellas empresas que han apostado por remunerar a sus redactores. De esta forma, se aseguran una mayor calidad en contenidos, unos textos bien redactados y una implicación mayor por parte del redactor, porque ninguna empresa va a pagar por un trabajo que no considere aceptable, ¿verdad? Entendámonos, nadie va a ganarse la vida escribiendo dos —o veinte- artículos al mes (al menos tal y como está el panorama actualmente), porque la cuestión es que la remuneración (y no digo que esta sea justa, alta o baja, sino simplemente que exista) es la única forma que conocemos en nuestro sistema para reconocer el trabajo bien hecho. Pagar a un redactor es reconocerle su trabajo.
Texto: Juan Manuel Vilches
Opinión — Prensa musical en internet10 thoughts on “”
He aquí un estudiante de periodismo sintiéndose identificado, y no lo digo por Musicópolis ni Portal Esquizofrenia, la otra web en la que escribo.
Muy bueno el artículo, igual que otro que te leí hace tiempo de la crítica musical.
¡Muchas gracias Miguel! Creo que todos los que llevamos un tiempo en esto sabemos ya qué medios están en uno u otro lado, ¿verdad? ;-)Por cierto, si alguien no lo encuentra, el otro artículo al que se refiere Miguel es este http://www.musicopolis.es/opinion-la-critica-musical/267422011/
El mercado, los contenidos, los medios y los protagonistas se amplian, evolucionan i cambian. Quizás es así de simple. Lo que sucede en el periodismo y difusión de contenidos y/o opinión a través de la red no es muy distinto de lo que ha sucedido con la industria discogrà fica en general.
Los tiempos siguen cambiando.
Excelente artículo, con el que estoy muy de acuerdo (aunque sea un mundo que me pilla lejos).
En efecto, Internet no sólo ha afectado el mundo musical en sí mismo, sino también a sus “aledaños”. Las revistas musicales, los críticos, otrora santidades de la opinión que desde sus púlpitos dictaban que estaba in y que estaba out, han pérdido gran parte (por no decir todo) su protagonismo social. Antes ya había pérdido su influencia, pues el oyente medio siempre confió más en el boca-a-oreja que en el crítico pomposo, pero mantenían la visibilidad social, el monopolio de la opinión pública y la posibilidad de llegar a más gente.
Esos tiempos han pasado. Además, Internet les ha dejado en fuera de juego, permitiéndonos que, ahora que tenemos acceso a lo mismo (o más) que ellos, nos demos cuenta de que los criterios que les guían a destacar a X o Y son dudosos. Antes, cuando escuchabas unos pocos discos al año, no tenías perspectiva y pensabas que esos sesudos oyentes seleccionaban bien. Ahora que escuchas más que ellos y te das cuenta de que, como todos, se dejan llevar por sus opiniones y de que, además, son todos iguales: todos destacaban los mismos 30 o 40 grupos.
Por eso, y como en todo, la crítica musical tiene que lograr encontrar el “valor añadido”, ese plus que haga que, a mi como oyente, me pueda interesar perder el tiempo leyendo una crítica en lugar del blog de un amigo o escuchar un disco directamente. Creo que, en la época de la sobre-información, ese “valor añadido” no está en actuar de voceros de las compañías discográficas, destacando los discos de moda, sino en ser capaz de hacer, para el oyente, lo que este, por motivos de tiempo, no puede: seleccionar, entre todo, lo que merece la pena.
Y eso, creo, es algo que pocas revistas al uso siguen haciendo. Pitchfork (con sus defectos) es lo que hace, y así les va de bien.
No puedo estar más de acuerdo contigo, Juanma. Especialmente en el tema del os becarios. Gente a la que le sobra ilusión y ganas, (algo que a más de uno le vendría como agua de mayo) que trabaja, muchas veces de sol a sol, por una palmadita en la espalda y que con un poquito de consideración demostrarían que saben como el que más.
Lo peor de todo es que hasta que no llegue el revolucionario de turno de treinta y pocos asentado en el siglo XXI, no se darán cuenta de lo arcaico que es su negocio. Me gustaría ver a un redactor de un medio tradicional con una tirada de más de 300.000 ejemplares diarios sudar la gota gorda en una sala de mala madre para ver actuar a grupos que podrían tener alguna que otra columna en sus ediciones.
Lo fácil es ir a ver a Coldplay, Rihanna o Justin Timerlake. Me encanta leer las crónicas que redactan al día siguiente y reir del regocijo que desprende cada línea cuando hablan del clamor de los fans, del sonido en aquella atmósfera o de la entrega del/la cantante. Como si el periodista supiese que la melodía va en clave de F o C. Se las dan de verdaderos expertos, resulta patético.
A seguir así Juanma y Musicópolis.
Mucha de la información generada en la Red no proviene de fuentes “fiables†como los medios tradicionales. Pero los medios de comunicación impresos llevan años sacrificando la calidad de sus contenidos debido a su empeño por competir en internet, obsesionándose por recibir más visitas. Esto, sumado a la crisis de la publicidad de estos años y a la reducción de plantillas, convierte en demasiadas ocasiones a periodistas en meros repetidores y adaptadores de informaciones de procedencia ajena, casi siempre con menos tiempo del necesario. http://opin1on.wordpress.com/2011/11/30/publicidad-gratis/