Año 2014. Prácticamente toda la prensa especializada trabaja con copias digitales… ¿toda? ¡No! Aún hay algunos irreductibles que resisten todavía y siempre a la invasión digital… Y es que hasta hace bien poco las revistas musicales —y sus redactores- estaban acostumbrados a recibir cada mes un buen número de discos. Estas copias promocionales han llenado durante mucho tiempo la mayor parte de las estanterías de muchos críticos que gustan de hacerse fotos con su colección de discos detrás. Pero actualmente las copias promocionales son habitualmente digitales y, exceptuando las radios y alguna que otra publicación, la mayoría de los medios apenas reciben copias físicas.
Sin embargo, esos irreductibles que sólo aceptan copias físicas no están solos. Desde que existen los formatos digitales muchas publicaciones siguieron aceptando únicamente —o solicitando en la medida de lo posible- formatos tradicionales, aunque era algo que se decía en una conversación más personal o informal, por decirlo de alguna forma. Pero también hay quienes incluso lo anuncian directamente mediante un banner en su web.
Pero, ¿por qué hay quienes sólo quieren recibir copias físicas? Pues quizá porque le den la importancia que merece al formato, el diseño y la presentación. Obviamente no es posible hablar de un magnífico libreto o un formato cuidado si no lo tienes en las manos. También podría ser por aquello de la calidad del sonido, aunque ciertamente la mayor parte de la bandas cuidan mucho ese aspecto y si envían una copia digital de su trabajo se preocupan habitualmente porque ésta tenga la máxima calidad posible.
Argumentos todos muy válidos, si no fuera porque algunas de estas publicaciones que piden exclusivamente copias físicas después publican reseñas en las que no leemos una sola línea dedicada al formato o el libreto, así que ¿para qué necesitaban una copia física? ¿No les hubiera bastado una digital para elaborar un análisis del disco? Habrá quienes vean en esta práctica un cierto interés megalómano por acumular decenas —quizá cientos- de discos en sus casas u oficinas…
El interés de un redactor musical debe ser, como es lógico y obvio, tener la posibilidad de escuchar fácilmente y en buena calidad el trabajo de un músico. Por pedir, incluso poder incrustar un reproductor o un vídeo en la reseña a fin de que los lectores puedan escuchar también el disco. No es complicado tampoco enviar un libreto completo en pdf a fin de poder leer las letras o apreciar en buen formato la portada. Y todo eso se puede facilitar a través de internet, sin necesidad de ningún formato físico.
Está claro que si quieres escribir también de un cuidado diseño, sobre un libreto bien hecho y completo o sobre las diferencias entre el sonido de la edición de vinilo y la digital necesitas esas copias físicas. Pero, seamos sinceros, ¿cuántas veces hemos leído acerca de estos detalles? ¿Cuántos discos tienen un formato hecho con tanto esmero que sea absolutamente imprescindible hablar de él en una reseña de unas pocas líneas? ¿Cuántas bandas se preocupan por hacer una masterización para vinilo y otra para la edición en CD?
Quizá deberíamos preocuparnos más por hacer bien nuestro trabajo, escuchar detenidamente los discos que vamos a reseñar, preocuparnos por mejorar nuestra redacción, el enfoque de los textos y hasta de la implicación política. Y todo eso puede -y debería- hacerse sin necesidad de ir por ahí pidiendo discos…
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Texto: Juan Manuel Vilches
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